Hay ocasiones
en que la mente te juega una mala pasada: a partir de algún acontecimiento del
que eres partícipe o de otros a los que te enfrentas en tu día a día, asocias,
combinas, deduces y llegas, en el peor de los casos, a plantearte nuevos
interrogantes, a los que por tus limitaciones o desconocimiento no puedes
contestar. Sin embargo en la mayoría de las ocasiones el tiempo se encarga más
tarde de responderte. Menos mal.
Me ha
ocurrido esta semana con las noticias más destacadas de la prensa española. “El
comunista Santiago Carrillo, nacido en Gijón (Asturias), falleció en Madrid a
la edad de 97 años.” “En la última diada
se pone de manifiesto el desafío nacionalista de algunos políticos catalanes
con sus aspiraciones soberanistas en Cataluña.” “En algunos países árabes se producen
manifestaciones, desórdenes e incendios de embajadas y edificios occidentales
provocados por la publicación de un video y de caricaturas satíricas sobre
Mahoma.”
El diario “El
Mundo” titula la primera noticia asi: “Españoles …. el siglo XX ha muerto –
Santiago Carrillo, el comunista acusado de los crímenes de Paracuellos y uno de
los artífices de la reconciliación durante la Transición, ha muerto a los 97
años en Madrid”. En la misma portada
informa el periódico sobre las reacciones del nacionalismo a las advertencias
del Rey respecto a las últimas expresiones de los políticos catalanes arriba
citados; entre ellos al Sr. Durán Lleida, conocido por sus comentarios negativos
sobre los andaluces, y que en esta ocasión afirma tranquilamente a través de su
cuenta de Twitter que el Rey “no reconoce la diversidad, y que eso es una lástima.”
Lejos de
nuestras fronteras asistimos a la quema de embajadas y otros edificios, actos
vandálicos provocados por las publicaciones satíricas de gente más o menos
descerebrada y perversa que busca pescar en aguas revueltas y que no le importa
encender la mecha y provocar la intransigencia religiosa y la rabia de muchas
personas en el mundo árabe.
No coincido
con “El Mundo” en aquello de “Españoles …. el siglo XX ha muerto”, y no puedo hacerlo
por respeto a mis mayores y por amor a mis hijos y nietos. Ante la rapidez del
mundo en que vivimos y ante la superficialidad de nuestro estilo de vida – “sólo
cuenta el mañana porque el hoy ya ha pasado” – recuerdo a un maestro y destacado pedagogo que aconsejaba, por el
contrario, y en especial a los mayores, cultivar el conocimiento de la historia
y brindar a la juventud un arraigamiento en su pasado histórico.
Quizá sea
éste el motivo por el que las noticias de esta semana me llevaron, sin querer,
a recordar aquel, para España, funesto 5 de octubre de 1934, en el que se
produjo el conocido alzamiento revolucionario con la proclamación del Estat
Catalá y de la República Socialista de Asturias, que llevaron poco después y entre
otros acontecimientos a una guerra civil en España. También recordé con dolor,
por la pérdida de algunos seres queridos de buenos amigos míos, aquel noviembre
de 1936, cuando se produjo la conocida matanza de Paracuellos. Cuentan las
crónicas que eran militares presos que debían ser trasladados a Valencia y que
nunca llegaron a su destino porque “alguien” atacó al convoy. Entre ellos
estaban los abuelos de mis amigos.
Para complicarme más la vida recordé que
meses antes, en un pueblo de Andalucía, otros ‘descontrolados’ (eran grupos
enviados por los responsables republicanos de Almería y Málaga) estuvieron a
punto de asesinar también a mi abuelo, que tuvo la suerte de cambiar el paredón
de aquellas tapias asesinas por los muros de una cárcel de Alicante.
Y como no
hay dos sin tres, los incendios árabes por motivos religiosos de estos días me
recordaron la quema de conventos del año 1931 y los desórdenes antirreligiosos
que se produjeron en los últimos meses de la República, tras el triunfo del Frente
Popular en febrero de 1936, cuando muchas iglesias de nuestro país fueron
consumidas por las llamas. Y como la historia se repite, tengo que recordar que
tales acontecimientos dramáticos vinieron precedidos también de revistas
satíricas, novelones populares, folletos y otros libros anticlericales que,
según los historiadores, se venían distribuyendo desde principios de siglo y
que sembraron el odio en amplios sectores de la población española. La cosecha
entonces, como ahora, se traducía en llamas y cenizas.
No quiero
tan fácilmente enterrar al siglo XX, como aconseja el citado diario madrileño,
porque deseo contribuir así a que las
nuevas generaciones aprendan y no repitan los mismos errores de antaño. Eso espero.
Me queda un
interrogante: no logro entender el interés que algunos tienen de seguir
provocando la división en la España del siglo XXI. Algunos lo explican así: es
el maldito dinero el que lleva a tales desmadres. Yo voy a esperar a que el
tiempo se encargue de responderme.