jueves, 30 de junio de 2011

El cura Ratzinger y el otro

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Era la festividad de San Pedro, el 29 de junio. Tal día como hoy, corría el año 1951. Con once años me tocó asistir en la Catedral de Granada a la ordenación sacerdotal de mi tío Luis Mellado, hermano de mi madre. El célebre arzobispo de Granada, Don Balbino Santos Olivera, ordenaba a mi tío y a otros quince seminaristas. Era yo el primogénito de los sobrinos y tuve la suerte de ser el monaguillo oficial en su primera Misa. Un acontecimiento que marcó mi vida. Jamás pude imaginar que en aquel día y a la misma hora ordenaban sacerdote a otro seminarista, un hijo de los Ratzinger, éste en la catedral de Frisinga en Alemania. El seminarista granadino había cumplido veintinueve años y el alemán veinticuatro. Este último es hoy el Papa Benedicto XVI y el cura Mellado, encorvado y tembloroso por la edad, celebra también hoy su aniversario en una “capilla” que tiene en su apartamento. He hablado por teléfono con él, está solo. En enero cumplió ochenta y nueve años. Nadie le ha visitado en este día.

Los caminos de la Divina Providencia son inescrutables: mientras que el joven sacerdote alemán iniciaba su actividad de profesor y se preparaba para doctorarse años después en Teología, y así servir a la Iglesia como catedrático de la Universidad de Ratisbona y llegar años más tarde al honor y a la responsabilidad de Pastor de la Iglesia universal como Papa Benedicto XVI en la Cátedra de San Pedro, mi querido y admirado cura granadino era enviado como coadjutor a la Parroquia de San Pedro en mi ciudad natal de Granada.

El cura Mellado era de una generación de jóvenes sacerdotes que “deseaban lo más duro, lo más pobre, lo más evangélico”. Uno de sus compañeros contaba que pasó sus primeros años de sacerdocio en lo más difícil de la Alpujarra, misionando uno por uno cuatrocientos cincuenta cortijos entre Rubite, Torvizcón y Murtas, con una úlcera de cinco centímetros de diámetro, hasta caer exhauto, agotado, sin vida física …… El tío Luis dormía sobre el suelo porque regalaba a los pobres los colchones que mi abuelo, su padre, le compraba.

Con sus curas amigos, “los del Reino”, intentaron ser un impulso renovador de la iglesia granadina de los años cincuenta y sesenta, presentando con palabras y gestos el mensaje del Reino. Ellos sabían que “la vida cristiana de aquellos años necesitaba ser renovada porque andaba anquilosada en las devociones tradicionales y en la falta de formación y espíritu evangélico”. Les llamaron y se llamaron “los tiratapias”. Tuvieron que luchar con la jerarquía y con parte de los curas mayores, lucharon con los caciques y politicastros de turno, también con la Guardia Civil, lucharon contra el reglamento de la curia que obligaba a los sacerdotes a cobrar aquellos funestos “aranceles” por sus servicios pastorales tales como sacramentos, funerales y entierros. Querían ser pobres como lo había sido Cristo mismo y servir como El a los hermanos.

Fueron pequeños profetas que denunciaban con su vida los disparates que los demás cometían. Por si no se entiende, quiero traer aquí dos anécdotas tomadas de una publicación reservada y que muestran lo increíble de la situación que se vivía en aquellos pueblos de María Santísima. Uno de los sacerdotes contaba: “Vinieron unos cortijeros a bautizar a su hijo. El ‘tiratapias’ encargado provisionalmente de la parroquia de Algarinejo, lo bautiza con toda la pompa de los de primera clase. Llama a Atanasio para que toque el armonium y encienda todas las luces. Al final, los padres se quedan boquiabiertos cuando el sacerdote les dice que no vale nada. Los padres y padrinos salen comentando: ¿Estará bautizado o no? No podían entender que aquel trabajo se hiciera gratis y bien.
Otro día le piden un funeral de última clase. Y ante la admiración de los familiares, el cura lo hace todo solemne, con luces, con vigilia …. Y mientras celebraba y cantaba la misa, de espaldas al pueblo, oía un cuchicheo extraño. Al final pregunta qué comentaban. Y el desconcertado lugareño le confiesa: “Mire usted, yo le decía a mi mujer: Niña, que esto no es pa ti, que se ha ‘equivocao’, dile que pare, que no vamos a tener con qué pagar”.
El tío Luis no cobraba por los bautizos, bodas o funerales. Así andaba, el abuelo le llevaba los cafés con leche a media mañana a la sacristía de la parroquia. Hasta que el obispo lo envió a un pueblo más lejano, y a otro aún más allá. Parece que entre el obispo y sus vicarios, los caciques y políticos, y el fuego que ardía en su alma de cura “tiratapias” consiguieron que se marchara a las misiones. Aterrizó en Perú. El decía entonces aquello de Mateo 11,12: “el Reino de los cielos sufre violencia y solo los esforzados lo arrebatarán”. Cuando mi tío nos haya dejado quiero seguir contando sus locuras por el Reino de Cristo y por los más pobres de la tierra.
Desde que nos dejó el Maestro, después de morir en la cruz y resucitar de entre los muertos, su Iglesia viene peregrinando con doctores, obispos y cardenales, con el Papa y los curas de mi tierra, los de ayer y los de hoy. Yo sé que mi tío, el cura Mellado, hizo todo desde la fe, el amor, la pasión y el seguimiento. Y sé también que todo lo que ha hecho ha contribuido a ese peregrinar de la Iglesia en el tiempo, hasta que venga el final feliz que todos anhelamos.

lunes, 20 de junio de 2011

El color azul

Me he preguntado en estos días si la Ruta de los Pueblos Blancos de mi Andalucía es patrimonio de la humanidad. Si no lo es, habría que presentar una propuesta al respecto. Me refiero a esos pueblos de las provincias de Cádiz y Málaga, en las zonas montañosas de la Serranía de Ronda y de la Sierra de Grazalema en donde fluyen abundantes aguas y crecen frondosos castaños y estirados pinos. Son pequeñas y medianas poblaciones cuyas casas se vistieron hace ya muchos siglos de un blanco resplandeciente para descanso de propios y extraños, y cuyos habitantes reciben al forastero con la amabilidad que les da la paz del lugar.

Si hoy levantara la cabeza el temido caudillo árabe Omar Ben Hafsun, que dominaba aquellos territorios hasta la llegada de los reyes católicos en el año 1485, y viera a su querido pueblo Júzcar bañado por 9.000 litros de pintura azul, con la que unos extranjeros venidos del Norte de Europa han profanado la blancura de sus casas, escuelas e iglesia, saltaría por los aires pidiendo venganza y desagravio. El problema es que tendría que enfrentarse primero con el alcalde y los habitantes de esta población, pues, según las crónicas, han sido ellos los que han autorizado a “disfrazar” su pueblo de un horripilante color azul, como si fueran ahora los carnavales, para hacer del mismo “el primer pueblo pitufo del mundo”. Teniendo en cuenta que todo es hoy cuestión de dinero, me imagino que al final de la discusión, en vez de marchar con todas sus huestes hacia Bélgica para enfrentarse al promotor del asunto, un tal Peyo, nuestro Omar Ben Hafsun se disfrazaría también de pitufo con gorro, pantalón y zapatos blancos y pediría a los pintores de tal evento que embadurnaran todo su cuerpo serrano y moro con la célebre pintura azul.
Temo que mi reflexión hará decir a una de mis nietas que soy un exagerado. Para mi consuelo y para su comprensión valga decir, que ya desde hace muchos años vengo librando una pequeña batalla con el color azul. Al principio fue aquello de descubrir el secreto del color azul del cielo; cuando era niño, creía que se trataba del reflejo del mar y los océanos, y no sé si fue mi abuela, en alguna ocasión, la que me llegó a decir que el cielo era una cortina que el Buen Dios corría todas las mañanas para que nos levantáramos con buen humor. Tuvo que llegar el profesor de física y explicarme lo de la luz solar, lo de la humedad de la atmósfera y lo de las ondas cortas y largas en la dispersión de la luz. Total, mi gozo en un pozo; con lo fácil que era lo de la abuela.

Pero lo del cielo no es nada comparado con otro de los desengaños que tuve que sufrir con este color. El más difícil fue aquel de mi supuesta sangre azul. Ya en mi primera juventud constaté que el color de mis venas en las muñecas y brazos era azul. Ajeno a los problemas del grosor de mi piel y del tamaño de las ondas de la luz, y recordando que el segundo apellido de mi padre era “García de Lara”, llegué a suponer que era descendiente directo de aquel Don Sancho García de Lara, I de Castilla, el que se casó con la distinguida jovencita Doña Urraca Salvadores, ambos con sangre de Amalarico, Rey godo de España en el año 515, casado con la célebre doña Clotilde, hija de Clodoveo, primer Rey cristiano de los franceses y que, según citan las crónicas, fue el fundador del linaje de los Lara.

Mi madre, mujer sensata y con los pies en la tierra, estaba preocupada con mis disquisiciones, y un día que le insinué que yo, como primogénito e hijo de un Nuño García de Lara, podía ser un “hijodalgo notorio según uso y fuero de España” como lo había sido aquel otro “García de Lara” habitante del pueblo granadino de la Zubia en tiempos de Carlos III, se le acabó la paciencia, y me dijo que me dejara de “aleluyas” y grandezas, y que me pusiera a estudiar y a trabajar como correspondía a mi suerte y noble linaje. Quiero recordar que aprovechando la ausencia de mi padre me comentó después que los últimos “García de Lara” de Granada se habían gastado toda su fortuna en una vida de costumbres ligeras y peores resultados, lo que dejó a los Nuño sin muchas perspectivas. Como consuelo, aquella tarde, me llevó al claustro del Seminario Menor de Granada para enseñarme el retrato en óleo de otro “García de Lara”, miembro de la familia: era Su Excelencia Don Salvador José Reyes García de Lara, arzobispo de Granada durante los años 1848 al 1851. Al salir del edificio me pidió que no pensara más en lo de la sangre azul y viviera feliz con mi suerte.

Al regresar a mi normalidad un amigo me aclaró también lo del color azul de mis venas. Me tomó la mano y la puso delante del “flexo” que teníamos en la mesa de estudios, haciéndome ver el maravilloso rojo de mi sangre. Con lo que al final no tuve más remedio que olvidarme de Amalarico y su descendencia por siempre.

La última batalla con el azul fue al saber que en Alemania a los borrachos les dicen que están “azul” (blau). Algún día lo explicaré. Cuando vi por primera vez la foto de Júzcar, pitufo y azul, yo pensé que había bebido, y que estaba también azul. Pero no; es que los listos de Sony Pictures han convencido a los serranos de Grazalema para hacer de su pueblo un “Pueblo pitufo”. ¡Allá ellos y su borrachera! Yo me quedo con los Pueblos Blancos.

miércoles, 15 de junio de 2011

Ya se van ..........

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Hace ya muchos, muchos años, se despedía una vez al año en las ciudades y pueblos españoles a los jóvenes que marchaban al servicio militar. Se acostumbraba a celebrarlo con fiestas, algunas veces en las plazas públicas, en donde entre otras coplas o rondas se cantaba aquella de: “Ya se van los quintos, madre, // ya se va mi corazón, // ya se van los que tiraban // chinitas en mi balcón”. En algunos pueblos extremeños y andaluces el estribillo tenía un texto algo diferente. Cantábamos así: “Ya se van los quintos madre, // ya se van los buenos mozos // y queda la plaza llena // de tuertos y legañosos.” Creo que los extremeños y andaluces de entonces hacían referencia a la juventud que por motivos diversos, entre ellos la baja estatura, habían sido rechazados por las autoridades militares en los exámenes previos de la convocatoria correspondiente. Los del sur fuimos siempre propicios a la sorna e ironía.

Hoy, que no hay servicio militar obligatorio para los jóvenes españoles, nos quedamos en las plazas de nuestra geografía con los “indignados” y con los integrantes de la generación “ni-ni”, aquellos jóvenes menores de 34 años que ni estudian ni trabajan, con lo que, en teoría, viven de sus padres. Dicen que son cerca del diez por ciento de la población menor de treinta y cinco años.

Parece que los “indignados” se han ido de la Puerta del Sol de Madrid, dejando malos olores y un “puesto informativo” de unos treinta metros cuadrados, frente a la placa del Kilómetro 0. Otros grupos del movimiento 15-M han marchado a los barrios para seguir reflexionando en las plazas públicas ‘menores’ sobre el futuro de España. Con la falta de líderes y la anarquía de muchas de sus propuestas temo que no podrán aguantar los calores del cercano agosto madrileño.

Lo cortés no quita lo valiente: lo que sí es cierto, es que la juventud en España tiene que sentirse engañada por la generación de sus mayores, entre otros, por los representantes del capitalismo financiero y la política. Creo detectar un sentimiento generalizado de injusticia por doquier porque se ha puesto el amor al dinero en primer lugar. Los ricos quieren ser más ricos, y el trabajo y el esfuerzo ya no se valoran. Nos hemos vuelto una sociedad de subvencionados y no de trabajadores, en España no hay política laboral sino políticas de subsidio. Ojalá que perduren y lleguen a las mesas de decisión idóneas aquellas ideas de los auténticos “indignados” que hacen referencia a la eliminación de los privilegios de la clase política, al control de las entidades bancarias y sus negocios financieros, a la independencia del poder judicial y al avance de la democracia con un cambio de la ley electoral. Temo que son muchos los intereses creados que se opondrán a todo ello con más y mejores medios que las acampadas y hangares de madera denominados “puestos informativos”.

En estos días también nosotros estamos de despedidas. Dos de nuestros nietos también se van. Han terminado los estudios de secundaria, han aprobado los exámenes previos para la universidad, y han decidido irse a Alemania para comenzar allí sus carreras universitarias. La universidad alemana les brinda más alternativas y oportunidades, así como mejores planes de estudio que las universidades españolas. Ellos lo hacen ahora y otros lo han hecho ya con los estudios terminados. He leído estos días unas entrevistas a jóvenes titulados españoles que decidieron dejar España por la falta de perspectivas. Dicen que es la generación más preparada de la historia, pero se sabe que es también la que soporta la tasa de paro más salvaje que jamás hubo, más del cuarenta por ciento de desempleo juvenil.

Alemania brinda puestos de trabajo bien remunerados en sectores industriales de la electrónica y el automóvil, de la química y la farmacia. En la entrevista citada, un tal Jorge Angulo, de 28 años, cuenta de su nuevo hogar y de su trabajo. Vive desde hace casi dos años en Munich, trabajando en un Centro de Investigación de Economía Energética en el departamento de electromovilidad. Mis nietos se van, huyendo de la paradoja nacional de nuestros días: muchos e inadecuados estudios y pocos puestos de trabajo. No sé si algún día volverán, pero creo que la inflexibilidad del mercado de trabajo español y la política macroeconómica actual no facilitarán el retorno. Nuestros vínculos no se romperán, pero necesitaremos de un esfuerzo especial para mantenerlos a la distancia.

A fin de mes, cuando tomen el avión para trasladarse a Alemania, intentaré mantener mi equilibrio sentimental cantando aquella copla que las mozas de los pueblos extremeños cantaban cuando los quintos se iban: “Virgen de la Victoria, // la del Castillo, // Madre de los soldados // de tu Trujillo, // vela por ese quinto // de mis amores, // guárdalo, Virgencita, // que yo prometo // plegarias y flores”. Yo cantaré: “por esos nietos // de mis amores”.

viernes, 3 de junio de 2011

Autenticidad de vida en la era digital

Cuando mi abuela decía que “había más días que ollas” se refería a que no era necesario apurarse tanto, o lo que es lo mismo, que había tiempo para todo. Era una forma delicada de contrarrestar los nervios del abuelo, que estaba siempre en movimiento y nunca tenía tiempo de nada. Menos mal que entonces no recibías, como hoy ocurre casi a diario, la invitación a celebrar o a recordar la “Jornada” o el “Día” de tal o cual cosa. Hay registrados más de ciento cincuenta “Días Mundiales” de todo tipo y color en nuestra sociedad. Está, por ejemplo, el día mundial de la rabia, el de la actividad física, el de la tolerancia, el de la vista, el del correo; incluso se celebra el día mundial de la menopausia y el de la depresión. Para algunos no es suficiente con celebrar un día, invitan incluso a que recordemos y celebremos durante todo un mes lo que para ellos es importante, así por ejemplo el Mes Mundial de la Esterilidad. (¡!)

Esta mañana recibí la invitación de un Monseñor de nuestra iglesia católica a celebrar la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que se celebra el día 5 de junio (ver www.Zenit.org). Monseñor Juan del Río Martín es andaluz como yo, nació en Huelva, y hoy alterna su tiempo y su trabajo de obispo entre la atención pastoral a las Fuerzas Armadas Españolas, es el Arzobispo Castrense de España, y las tareas de miembro de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española. Es por ello por lo que el martes 31 de mayo escribió una reseña enviada a través de los medios, recordando el evento citado y destacando su importancia para la vida de la sociedad y de la Iglesia.

Mi distinguido paisano hace una pregunta en la nota de prensa mencionada con la cual me siento directamente aludido. Hablando sobre la cultura digital, Monseñor del Rio destaca que en la misma “predomina lo efímero, lo inmediato, la apariencia, dando como resultado una sociedad incapaz de tener memoria de sí misma y de futuro", finalizando esta parte de su reflexión con la gran cuestión: “¿Puede el hombre empapado de esta sabiduría digital creer propiamente en el anuncio de la verdad salvadora de Cristo? ¿Siente el hombre de Internet, de las redes sociales, de los bloggers la necesidad de ser salvado?”

Aunque coincido en parte con el diagnóstico, me cuesta llegar a la conclusión o pregunta, a la que llega el Obispo del Río en su discurso. Después de haber escrito y publicado en este BLOG más de noventa reflexiones, me siento un aprendiz de “bloggero” que intenta divertirse y llevar a los pocos lectores asiduos que tengo (en España, Alemania, Argentina, Chile y otros) la experiencia de una vida y de unos recuerdos que, en otro caso, se perderían en el anonimato. Y con ello pretendo también dar un testimonio claro de mi esperanza y de la “verdad salvadora” que yo recibí de mis mayores y que ahora transmito a los que, queriendo o sin querer, se encuentren conmigo en este mundo digital.

Sin querer confundir la gimnasia con la magnesia, prefiero quedarme con esa otra cita que trae Monseñor del Río en su nota: “Comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos…sino también dar testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio”.

Celebro que el Papa Benedicto XVI haya titulado su mensaje para esta Jornada Mundial de las Comunicaciones con las palabras: “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital”. Leyendo el título, tengo que recordar a Pilatos cuando le preguntó a Jesús de Nazaret: “¿Qué es la verdad?” Una pregunta que ha angustiado a muchos en todos los siglos de la historia humana y de cuya respuesta depende también el futuro de nuestra humanidad, como el mismo Benedicto XVI escribe en sus libros. Yo agradezco haber recibido de mis padres “una verdad” (la verdad de Jesús de Nazaret), que gracias a Dios mantengo, y que hoy transmito a los míos a mi manera, como un humilde “bloggero” necesitado de salvación, y ....... desde mi atardecer.