sábado, 26 de diciembre de 2009

Kiko ha muerto

Francisco se ha ido, murió a la edad de ocho años, víctima de una leucemia incurable. Su familia le llama Kiko, son portugueses y amigos nuestros. Cinco años de lucha, suya, de sus padres y de sus abuelos. Su vida nos movió, su muerte nos estremece. Es una paradoja que su despedida haya coincidido en el tiempo con la celebración de la llegada de otro niño, el Hijo de María, Jesús de Nazaret. Kiko nos dejó el veintitrés de diciembre, lo enterraron el veinticuatro. La cena de Noche Buena ya estaba preparada. Desearía no vivir esta pesadilla.

Los andaluces abordamos el tema de la muerte de una forma muy especial, tiene que ver con el sentido que tenemos de la vida. Al final, cuando dejamos atrás las bromas y nos ponemos trascendentes, pensamos, a lo más, con el filósofo griego Epicuro de Samos que la muerte es una quimera: “porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo”. Sin embargo con la muerte de un niño es distinto, humanamente hablando nadie acepta la muerte, y menos la de un niño. Yo tampoco. Solo mi fe me brinda una salida, Epicuro no conoció a Cristo resucitado.

Ante una experiencia semejante vuelven al primer plano de mi conciencia otros acontecimientos que marcaron la vida que dejé atrás. Tenía yo dieciséis años y frecuentaba la casa de un tío mío, abogado, casado y padre entonces de tres hijos. En su despacho había una mesa cubierta con tela de terciopelo rojo en la que yo solía estudiar, arropado por el calor del brasero y los cuidados de la “tata” que gobernaba el hogar de mis tíos. Allí se estaba bien. Entre libro y libro yo solía cuidar a mis primos, eran niños de corta edad. Me gustaban los niños y la “tata” me dejaba hacer. Un día ocurrió la tragedia: el menor de los primos, José Antonio, apareció muerto en su cunita. Tenía solo unos meses. Yo estaba estudiando. Nadie vio lo que pasó, la “tata” le había dado el biberón y se quedó dormido en el dormitorio de sus padres. El médico dijo que el niño se había estrangulado entre los barrotes de la cuna. Recuerdo el rostro de mi tía y también el de la “tata”. Aquella mujer no fue jamás lo que había sido antes, la muerte de su hijito la cambió. Con la fuerza de su fe y los principios de su marido llegó después a tener tres hijos más, pero su vida quedó marcada.

Con el nieto de mis amigos, con Kiko, ha sido algo especial. Sus padres, sus abuelos y todos los conocidos albergábamos la esperanza de que iba a seguir viviendo, que se produciría un milagro. Recuerdo en este momento a Dora, la anciana italiana que visitaba a diario el Santuario de la Madonna di Schoenstatt en Roma y que pedía con gran fe para que el “nipote” (nieto) recobrara la salud. Alguien le había contado del niño portugués que estaba enfermo y pedía oraciones. A veces nos dio dinero para que los abuelos dejaran celebrar alguna Misa implorando la curación. Ella y muchos otros miles de personas hemos rezado insistentemente para que se produjera el milagro (también por la intercesión del sacerdote alemán, Padre José Kentenich, actualmente en proceso de beatificación). A pesar de todo, Kiko se fue y dejó a sus padres y hermanos, y a todos nosotros, con la esperanza truncada. El Padre Kentenich se quedó sin “su” milagro.

Alguien me contó el otro día de un viejo sacerdote alemán que en sus “discusiones” con el Dios de la vida argumentaba así: “Señor, yo quiero que ocurra esto y aquello y no puedo conseguirlo, Tú sí puedes hacerlo y sin embargo no quieres. Dime una cosa, Señor, ¿quién de los dos tiene razón?” Me he preguntado yo también, en las horas transcurridas desde que recibimos la noticia, que quién tiene razón, si los miles que pedían el milagro de la curación de Kiko o el Señor que se lo ha llevado.

Ayer, en la Misa de Navidad el sacerdote me sorprendió durante la homilía con una alusión a la muerte. Quiero ver en ello una respuesta que me ayuda a superar el momento. Nos dijo que Dios ama tanto al mundo que para expresarlo se hizo de carne y hueso, se hizo uno de nosotros. El Hijo de Dios se encarnó de María la Virgen Madre y habitó entre nosotros. Al finalizar la homilía preguntó en su estilo peculiar, queriendo provocar al auditorio: “¿Qué pensaríais vosotros si Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, no hubiera muerto? ¿Qué Jesús sería ése? Pues sí, amigos, se hizo tan semejante a nosotros que tuvo que morir, y murió”.

Parece que la muerte de Kiko tiene que ver con el amor de Dios a los hombres. En él se hizo presente el Señor. Ahora no necesito rezar más por la curación de Kiko, rezaré especialmente por su madre, y también por su padre y sus hermanos. No quiero enterrar mi esperanza, algo importante ha ocurrido o va a ocurrir.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Un belén en Colonia

Estoy en Colonia desde hace unos días. Me alegro de aprovechar el viaje para visitar también uno de los mercados navideños más famosos de la ciudad. Dicen que cada año acuden a él casi cinco millones de personas. Se extiende por el atrio de la catedral y tiene más de ciento cincuenta puestos de venta con una gran variedad de golosinas, salchichas con pan y otros productos culinarios, figuras de chocolate, de plástico y de madera, artículos para el árbol de navidad, coronas de adviento, cascanueces y otras manualidades, así como figuras para los nacimientos o belenes. Sus luces y adornos invitan al visitante a pasear por el recinto. Como remedio contra el frío ofrecen también Glühwein, una preparación de vino tinto y especias que se bebe caliente.

Al llegar a la residencia adonde paso las noches me imaginé un belén con las personas que he encontrado durante estos días en Alemania. Varias familias me invitaron a sus casas, estuve también de compras en un centro comercial. (Mi mujer necesita algunos productos y detalles alemanes para la navidad madrileña en casa.) Recordé que fue en el año 1223 cuando Francisco de Asís dio origen a los pesebres o nacimientos, en una ermita de Greccio/Italia. La escena del nacimiento de Cristo fue entonces representada por personas reales dentro de un establo con animales, no con figuras de cerámica madera o barro, como hoy lo conocemos.

Me vi rodeado de escenas vivientes que me impactan y cuestionan, escenas con las que me he visto confrontado en estos días: allí está la familia amiga de padres ya jubilados, que tienen a su hijo, alcohólico, cobijado en casa, porque su mujer, la nuera, lo ha echado del hogar y se quiere divorciar; allí están también los dos divorciados con un hijo cada uno, que se unieron en matrimonio hace un par de años y que han tenido a la pequeña Elisabeth, siendo así ya cinco los que viven juntos, formando la „Patchwork-Familie“ tan repetida por estos territorios. Veo también en mi pesebre viviente al anciano adicto al juego y que está perdiendo su pequeña fortuna, al vecino de cincuenta y tres años que dejó a su esposa después de veinticinco de matrimonio y al padre de familia con dos hijos adolescentes que también a la edad de cincuenta y tres años se ha quedado sin trabajo porque la empresa cerró. He comido con mis amigos, los tiroleses, matrimonio y familia encantadores, llenos de optimismo y alegría, con tres niños pequeños en la casa, perro y conejos en el jardín. Vi a nuestro joven asesor fiscal y a su esposa con cuatro hijos adoptados. Todos ellos estaban también en mi belén viviente alemán.

Al día siguiente fui a un centro comercial en la ciudad, me senté en un Café y vi pasar ante mí otros personajes para mi nacimiento: eran multitud de ancianos, solos con bastón o cesta de la compra, la mayoría mujeres, algunos jóvenes con bolsas de marcas conocidas en las manos y paso ligero, matrimonios de avanzada edad y pelos blancos, un anciano en silla de ruedas, empujada por una joven asiática de rasgos bien pronunciados y aun minusválido, autónomo, en su silla de ruedas eléctrica. Dos cochecitos de niño, uno de ellos con la joven mamá y el otro con mamá y abuela. A todos ellos los coloqué en mi belén viviente. Yo también estaba allí.

Busqué después a los ángeles, que según la tradición deberían cantar y no los encontré. Posiblemente aún no había llegado el momento oportuno para entonar su canción o yo no los podía oir. Me pareció que la noche era joven y que el amanecer no había llegado. Yo me encontraba en medio de la oscuridad. En el fondo de mi corazón deseé que el dolor, el fracaso, la soledad y la tristeza hubieran pasado ya.

En ese momento se acercó a mi mesa una joven embarazada de hermosa y bella figura. Ella y el hombre que la acompañaba ocuparon la mesa vecina. Pidieron la carta al camarero y comenzaron a hablar. Ellos han traído a mi mente que el Hijo de María y José de Nazaret, Jesús, nuestro Salvador y Maestro, vino al mundo, allá en Belén, en la más profunda oscuridad de los tiempos y no tuvo ni posada ni lecho que le acogiera. Estoy seguro que El nace hoy también en Colonia, en todos los corazones que lo anhelan. Yo quiero y necesito estar entre ellos.

viernes, 11 de diciembre de 2009

La belleza que yo encontré

Cuando falleció mi abuela materna, a la que yo adoraba, mis tías dejaron imprimir unas tarjetas o recordatorios con los datos de la vida de la abuela, una oración y una foto de la difunta. El día de su muerte me encontraba yo en el extranjero. Recuerdo que cuando llegó a mis manos tal recuerdo, quedé espantado, no tanto por la muerte de mi amada abuela – que ya la esperaba desde hacía tiempo – sino por la fotografía. Habían pedido a la imprenta, supongo yo, que retocaran una foto y con ello desgraciaron “post mortis” y para la eternidad a mi abuela. Aquello lo tomé yo muy a mal y aún hoy día me rebela. Sin quererlo, habían disfrazado a la abuela y la habían desposeído en la foto de su belleza natural.

Fue la belleza de mi abuela una belleza que brotaba de dentro. Habían pasado los años, murió pasados los ochenta, tenía ya una inmensidad de arrugas, pero el brillo de su rostro nos abría a todos los que la rodeábamos “los ojos del corazón y de la mente, poniéndonos alas y empujándonos hacia lo alto”, tal como ocurrió durante toda su vida. Recuerdo de niño haber visto entrar en muchas ocasiones a mi padre en el saloncito adonde la abuela estaba sentada a la mesa de camilla con un rostro serio y triste, soportando posiblemente los problemas que los años de la postguerra y sus circunstancias le acarreaban, y salir, después de un rato con ella, cambiado, con alegría y buen humor. La belleza de la abuela hacía el milagro, mi padre recobraba nueva esperanza y así nos lo transmitía después.

Me han venido a la mente estos recuerdos al leer la noticia de la audiencia que el Santo Padre Benedicto XVI ha tenido el 21 de noviembre pasados con un grupo de artistas en la Capilla Sixtina y al leer el discurso que les dirigió. La agencia de noticias titulaba su reportaje con la frase: “La belleza camino hacia Dios”. El Santo Padre, después de recordar la situación del momento actual a nivel social y económico, se preguntaba y preguntaba a los presentes: “¿Qué es lo que puede volver a dar entusiasmo y confianza, qué puede animar al alma humana a encontrar el camino, a levantar la mirada hacia el horizonte, a soñar una vida digna de su vocación? ¿No es acaso la belleza?”

Me he hecho yo a mi mismo la pregunta y he recordado algunos de mis encuentros con la belleza. Fueron momentos donde experimenté yo también la función esencial de la verdadera belleza, “que, según Platón, consiste en provocar en el hombre una saludable “sacudida”, que le haga salir de sí mismo, le arranque de la resignación, de la comodidad de lo cotidiano, le haga también sufrir, como un dardo que le hiere pero que le “despierta”, abriéndole nuevamente los ojos del corazón y de la mente, poniéndole alas, empujándole hacia lo alto.”

Fue a los quince años. Ella aún no los había cumplido. Estábamos en el salón parroquial de la iglesia de San Justo y Pastor. Allí se reunían los chavales de la Acción Católica. Era un día de otoño, poco después de la puesta del sol. Me viene a la mente al respecto el disco que la cantante y compositora Mari Trini grabó a principios de los setenta y la canción que comenzaba con la frase “Amores se van marchando………” y que seguía con aquello de “¿quien a los quince años no dejó ……..?”. Fue mi primer encuentro con la belleza. Sentí en lo más profundo de mi joven alma aquella “complacencia desinteresada” con la que Kant define la belleza. Después hubo algunos encuentros más. Todos ellos provocaron la mencionada “sacudida” saludable y me hicieron salir de la comodidad de lo cotidiano.

No fueron solo ellas, las mujeres, las portadoras de la belleza, fueron también paisajes, mares, atardeceres y montañas, rostros y obras de arte. A modo de ejemplo veo ante mí el “Éxtasis de Santa Teresa”, la escultura que esculpió Gian Lorenzo Bernini en 1646 y que se puede ver y admirar en la Iglesia de Santa María de la Victoria en Roma. He visto a personas durante mucho tiempo sentadas en el suelo frente a la escultura, disfrutando de la belleza del rostro del ángel y del rostro de la santa. Yo también me hubiera quedado allí. Yo disfruté con su belleza. La frase de Simone Weil que mencionó el Santo Padre en la audiencia citada coincide con mis sentimientos: "En todo aquello que suscita en nosotros el sentimiento puro y auténtico de lo bello, está realmente la presencia de Dios. Hay casi una especie de encarnación de Dios en el mundo, del cual la belleza es un signo."

Una confidencia: Dios se “encarnó”, se hizo presente también para mí en la belleza de una joven alemana que hoy es mi mujer. En ella vi y veo SU rostro. Se trata de un asunto muy personal, a buen entendedor pocas palabras bastan (léase la cita de Platón citada arriba).

viernes, 4 de diciembre de 2009

Una historia de adviento

Hace ya muchos, muchos años. Hacía frío, el invierno estaba a la puerta, las primeras nevadas lo anunciaban. Habían transcurrido algunos meses desde que cesaron los bombardeos; los tanques, los fusiles y metralletas guardaban silencio. Comenzaba el adviento del año 1945 en Alemania. Pronto sería Noche Buena. La niña pequeña y rubia de siete años había vuelto con sus padres al lugar que la vio nacer. Su casa ya no estaba, las bombas la habían destruido. Tuvieron que acoplarse en un edificio cercano, con algunas habitaciones intactas. Había que reconstruir todo, la casa, la iglesia, el ayuntamiento y la escuela. Nadie tenía nada, el pueblo había sido castigado terriblemente por la aviación aliada. Era cerca de Colonia, en la ruta de entrada a Alemania por el oeste.

Ella no sabe ni cómo, ni cuándo. Recuerda sólo, que en diversas ocasiones su padre la empujaba con fuerza para que subiera a lo alto de un vagón del tren cargado de briquetas, que circulaba por allí. Las briquetas eran como pequeños “ladrillos” de carbón, que se necesitaban para las estufas que la gente había salvado de las ruinas del pueblo y así, protegerse contra el frío. La niña, junto a otros niños, vecinos suyos, tenían que lanzar las briquetas a tierra mientras el tren avanzaba lentamente por la estación y sus cercanías. El estado de las vías facilitaba un tránsito lento por el lugar. Los padres abajo, juntaban los carbones en sacos para llevar. Después saltaban del tren y, a toda prisa, se volvían a la casa. Había que robar para poder vivir.

A la mañana siguiente, cuando llegaba la hora de ir a la escuela, cada niño del pueblo, la niña rubia también, llevaban en su bolsa, junto a una pizarra y un trozo de cal sólida como tiza, dos briquetas para calentar la clase. Y así un día y otro, hasta que se acababan las briquetas o pasaba otro tren cargado de tan preciado material. Muchos días hizo frío en la clase porque faltó el carbón y los niños quedaban con sus abrigos y bufandas sentados, escuchando a la maestra.

Muy cerca de aquel pueblo vivía un obispo. Se llamaba Joseph Frings y era Cardenal de Colonia. También habitaba entre ruinas. Toda la ciudad había sido bombardeada. El sabía de los robos de su gente, aquello le preocupaba. Algunos le preguntaron si podían hacerlo sin “maltratar” su conciencia, pues no tenían cómo calentarse. Sin trabajo y sin dinero, ni siquiera podían mendigar. Había que hacer algo para subsistir. Por toda la ciudad solo ladrillos, piedras y ruinas.

Había pasado un año, fue en la noche del 31 de diciembre del año 1946, en una iglesia de Colonia recién construida. Allí pudo celebrar el obispo Frings la Misa de fin de año. En medio de su predicación, todos los allí presentes pudieron escuchar unas palabras valientes de su “Pastor”: “Vivimos en unos tiempos, en que también a las personas, obligadas por la necesidad, les es lícito apoderarse de aquello que les falta para poder seguir viviendo y mantener la salud, si con su trabajo o pidiéndolo no pueden conseguirlo.”

En las semanas y meses que corrieron a continuación surgió en el lenguaje del pueblo sencillo una nueva palabra que no existía en el diccionario alemán y que quedaría para siempre en la memoria popular. La palabra era “fringsen” y la utilizaban al referirse al hecho de “apañar” o “afanar” las briquetas de trenes y camiones.

Y así fue cómo los padres de la pequeña de nuestra historia vivían sin ningún problema de conciencia la aventura nocturna de (fringsen), de apañar carbón cuando pasaba el tren.

Años después, un día conocí yo también a la niña rubia de la historia. Era ya mayorcita. Hoy es la madre de mis hijos. Ella me contó esta historia en otro adviento, en el que no necesitábamos “fringsear”, perdón, apañar carbón parta tener calefacción en casa. Gracias a Dios, la guerra había pasado, sus secuelas también.




(Fotos: Bundesarchiv 183-R68236, Bundesarchiv 183-R70463)

viernes, 27 de noviembre de 2009

Abuela por obra y gracia del ADN

Mi mujer y yo estuvimos pasando el último fin de semana con unos amigos en el Parque Natural de la Serra da Arrábida, cerca de Setúbal en Portugal. Hace más de veinticinco años que seis matrimonios nos reunimos periódicamente, un par de veces al año, para hablar de lo divino y de lo humano. Nuestra amistad tiene una calidad singular. Lo pasamos bien y nos hace bien.
En esta ocasión teníamos además un motivo para festejar: hace unos meses que el matrimonio más joven del grupo se ha incorporado al club de los abuelos. Ahora todos los reunidos junto al fuego de la chimenea en la casa donde estábamos, éramos abuelos. Hicimos cuentas y sumamos cuarenta y ocho nietos. “Pronto serán cincuenta”, avisaron dos abuelas informadas. ¡Nuestros hijos siguen animados!

Es evidente que en las veladas del fin de semana hablamos de los hijos y los nietos, de la crisis económica y de otras crisis. Pudimos, una vez más, constatar con alegría que en nuestras familias la cadena de padres, hijos y nietos está tan unida como las raíces, el tronco y las ramas de un árbol. Agradecidos constatamos que en nosotros se hace realidad aquel deseo de Juan Pablo II que decía: “hay culturas que manifiestan una singular veneración y un gran amor por el anciano; lejos de ser apartado de la familia o de ser soportado como un peso inútil, el anciano permanece inserto en la vida familiar, sigue tomando parte activa y responsable - aun debiendo respetar la autonomía de la nueva familia – y sobre todo desarrolla la preciosa misión de ser testigo del pasado e inspirador de sabiduría para jóvenes y para el futuro”.

Y como además no somos tan ancianos, participamos activa y subsidiariamente en la vida de los nietos. A veces, eso sí, obligados por las circunstancias. Somos parte activa de la vida moderna de nuestros países. En Alemania, por ejemplo, los abuelos cuidan durante uno o más días a la semana a más de una tercera parte de los niños con menos de seis años. Y en aquellas familias en que la madre trabaja, son más de la mitad de los hijos menores de catorce años que son cuidados por los abuelos. En el círculo de nuestras familias hay también madres jóvenes obligadas por la profesión a ausentarse de la casa durante varias horas al día. Nosotros formamos parte de las estadísticas y cuidamos a nuestros nietos con agrado. Constatamos, sin embargo, con dolor que la inseguridad en el trabajo, entre otras cosas, trae a veces también problemas en la vida de los jóvenes esposos. La convivencia matrimonial se resiente y los abuelos asumimos entonces uno o varios roles adicionales. No solo somos guardianes de la memoria familiar y mimamos a los hijos de nuestros hijos, sino que debemos asumir el cuidado y la educación del nieto, cargando además con el peso de la problemática de los hijos.

La esposa de uno de los matrimonios de nuestra ronda contó al respecto lo que había vivido algunas semanas antes. Se había encontrado en la calle con una amiga. Hacía tiempo que no se veían. La amiga llevaba consigo una sillita de paseo con un bebé. Al saludarse, la pregunta era obligada: “¿Y este niño?” Sonriendo, la amiga le contestó: „¡Pues me ha tocado en la rifa!” A continuación le explicó lo ocurrido: uno de sus dos hijos, aún en la universidad, tuvo una amiga con la que salió durante algún tiempo. Al final rompieron y la chica se fue a vivir con otro joven. Pasados unos meses la joven susodicha dio a luz un bebé sano y precioso. La amiga no conocía los detalles, pero lo cierto es que la pareja tuvo problemas, y en uno de los desencuentros la joven mamá decidió que había que hacerse la prueba del ADN. Y mira por donde, resultó que el niño era hijo del primer amigo, o sea, de su propio hijo. Y aquí me tienes, que ahora la madre del universitario es abuela sin arte ni parte, aunque sí por obra y gracia del ADN. Sin comerlo ni beberlo debe ahora cuidar al nieto, mientras la madre trabaja y el padre estudia. A veces, cuando pasea con el bebé piensa, para consolarse, que “la ancianidad tiene una misión que cumplir en el proceso de la progresiva madurez del ser humano hacia la eternidad”. Y por más que lo intenta, no recuerda a quién le escuchó pensamiento tan sesudo y gratificante.

En el viaje de regreso a Madrid, mientras pasábamos por los hermosos encinares de Extremadura, yo también tuve que pensar en la amiga de mi amiga, en la rifa que le tocó y en el rol de su vida actual.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Sin hogar

Yo los he visto en Roma, en Colonia, en Lisboa y en Praga. Los veo en Madrid. Quizá los haya visto en alguna otra ciudad de nuestra Europa. Arrastran todos el mismo equipaje, van con una tabla con cuatro ruedas o un carrito lleno de cartones y otros trastos, y sus ropas están sucias, huelen mal. Los he encontrado en los soportales de las plazas públicas, en esquinas con poca luz y portales no vigilados, en bancos de jardines y parques, y en la entrada de algún cajero automático. También en las escalinatas de alguna iglesia. Dicen que en Madrid son unas mil personas, y en España entre quince y veinte mil. Más del ochenta por ciento son hombres, todos de mediana edad, cada vez hay más extranjeros.
Son los “sin techo”, transeúntes o, como los expertos dicen, son los “sin hogar”. El olor a vino o cerveza y la suciedad en la que se envuelven, hacen que uno pase de largo o acelere el paso en su cercanía. La mayoría ni siquiera tiene una cajita o un cesto para que los transeúntes pongamos la moneda dentro.
Siempre he pensado que la adición a las drogas y al alcohol han llevado a estas personas a la soledad y al aislamiento. Nunca me he planteado saber más sobre este fenómeno de las grandes ciudades, no he tenido tiempo. El otro día, hablando con mi hermano, supe que desde hace años – desde que su empresa lo prejubiló – dedica un día a la semana a ayudar en un Hogar de abandonados – los sin hogar – situado en una población cercana a Madrid. Le pedí que me lo mostrara y que me presentara a los responsables. Quería saber de ellos.
Es una pequeña comunidad que ha sentido la llamada vocacional de acoger a los marginados más necesitados, a los sin techo. Atienden a cerca de cincuenta abandonados de la sociedad. Los servicios sociales de Madrid se los han enviado. Entre ellos, más de una docena de enfermos graves, todos enfermos físicos o síquicos. Son los más pobres. La comunidad se llama “Jesús caminante”. He estado con ellos en dos ocasiones.
Durante la primera visita mi hermano me mostró la casa, las habitaciones, salas y comedores, los almacenes de comida, las cámaras frigoríficas, la lavandería y el ropero. La enfermería y la farmacia. También el taller en donde mi hermano tiene sus herramientas y materiales. Él hace de todo, siempre ha sido un manitas. Uno de los marginados, habitante del hogar, le sigue a todas partes y con insistencia le repite que quiere ayudarle. Los demás están sentados en el jardín o en los salones, muchos de ellos con la vista fija en la pared de enfrente, algunos hablan, a otros no les oí ninguna palabra. Algunos ayudan a otros. La puerta de la casa está cerrada, para entrar o salir hay que llamar a la portería.
Una semana más tarde pude comer con mi hermano y con los miembros de la pequeña comunidad que cuida el Hogar. Arroz blanco, dos salchichas y un huevo frito. De postre, un yogur. Todos los habitantes del Hogar comieron ese día lo mismo. La comunidad vive con y como los pobres. Tienen, es verdad, habitaciones separadas y una capilla para la oración, pero su vida entera es el Hogar y sus marginados. Aprecian y cuidan la comunidad, pues para ellos ésta es el lugar de discernimiento, el lugar de crítica y contraste de los signos personales. Rezan para implorar las fuerzas necesarias. Lo importante son los acogidos. Hacen participar a los útiles en la vida del Hogar. Todos tienen su tarea, son alguien en la casa. Nadie les pregunta de dónde vienen y cuándo se quieren ir. Se les ayuda a comer, a lavarse y a aceptar la compañía de los demás. Les proporcionan médico y medicinas.

En la conversación supe que las causas de esta situación no son sólo las drogas o el alcohol, aunque estos inciden principalmente en el deterioro personal. Son también los malos tratos en la infancia, las separaciones o divorcios, el desempleo y la falta de apoyo social con la pérdida de vivienda y familia, los acontecimientos que han llevado a estas personas a terminar en la calle, a vivir sin techo y sin hogar.
Mis amigos, los de “Jesús caminante”, tienen el Hogar lleno, no pueden acoger a más marginados. Ellos hacen frente a la situación con las ayudas que reciben de amigos y colaboradores. Los bancos de alimentos suministran abundante comida, algunas empresas y organizaciones cubren otras necesidades. Lo material está casi siempre cubierto. Pero según me dijeron, lo más importante es que aprendamos todos, que la historia de estos abandonados es parte de la nuestra. Y que es necesaria la ayuda de todos.
He agradecido a mi hermano por la posibilidad que me ha brindado de conocer mejor a estos vecinos nuestros. Quiero volver.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Juan Pablo II y el Muro de Berlín

El 9 de noviembre ha sido un día de celebraciones en Alemania. Se ha recordado con grandes símbolos y fiestas populares aquel otro 9 de noviembre de 1989 en el que cayó el Muro de Berlín, marcando el final de una época en la historia de Europa. Con la caída del Muro se puso de manifiesto que tanto la ideología comunista como su sistema económico habían fracasado y que no eran alternativa para el tercer milenio de nuestro continente. La libertad y la democracia salieron ganando. El rostro de Europa cambió con la consiguiente apertura de las fronteras y la posterior ampliación de la Unión Europea.

A la recepción oficial del Presidente Federal de Alemania, Horst Köhler, en Berlín, asistieron numerosos jefes de gobierno de Europa y otros políticos y personalidades de todo el mundo. En su discurso de bienvenida el Presidente alemán se refirió al acontecimiento y a las personas y circunstancias que posibilitaron la caída del Muro hace ahora veinte años. Citó con nombre y apellido a Georg Bush, Michail Gorbatschow y Helmut Kohl y recordó el papel fundamental del sindicato polaco Solidarność y la valentía del gobierno de Hungría en aquellas semanas clave de la historia. Lamentablemente la memoria histórica del Presidente alemán no le ha llegado para recordar públicamente al Papa Juan Pablo II.

Al darme cuenta de la omisión recordé que estamos viviendo en Europa – también – un esfuerzo continuado y sistemático de querer reducir la fe al ámbito estrictamente privado. Valga citar como ejemplo la sentencia que pronunció hace tan solo unos días el Tribunal europeo de Derechos Humanos prohibiendo el crucifijo en las escuelas de Italia. El 9 de noviembre de 1989 cayó un muro, pero desgraciadamente se siguen levantando otros muros.
Recuerdo cuando el anciano Papa Juan Pablo II atravesó la puerta de Brandenburgo en su último viaje a Berlín. En ese momento se ponía de manifiesto una vez más que la fe cristiana había contribuido a la unión y civilización del continente. Habían pasado años desde que en la Plaza de San Pedro en Roma se anunciara, en 1978, la elección como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica a un desconocido polaco llamado Karol Wojtyla.
Se cuenta que en una peregrinación que hizo el Papa a la ciudad de Asís el 4 de noviembre de 1978, un peregrino le preguntó: “Santo Padre, ¿qué pasará con la Iglesia del silencio?” Después de un momento de reflexión, el Papa le contestó: “La Iglesia del silencio hoy ya no existe. Ahora habla con la voz del Papa.”
Una contestación espontanea de Juan Pablo II que se hizo programa en su política y en las relaciones con su país y con todos los países de detrás del telón de acero. Declaraciones públicas del entonces jefe del estado ruso, Michail Gorbatschow y de su ministro de asuntos exteriores, Eduard Schewarnadse, atestiguan el protagonismo de Juan Pablo II en los acontecimientos que dieron paso a la caída del Muro y al desmoronamiento de la Unión Soviética.
La implicación y el compromiso personal de Juan Pablo II por la libertad de religión en todo el bloque comunista tiene su inicio en Polonia, en donde en 1981 se constituye el sindicato libre Solidarność en la ciudad de Danzig. El documento oficial con el gobierno polaco lo firmó el electricista Lech Walesa con un enorme bolígrafo, en el que se veía una reproducción del rostro del Papa.
Solidarność fue el primer sindicato libre del bloque soviético y surgió como consecuencia de las huelgas del verano de 1980. Junto a la Perestroika de Gorbatschows trajo el cambio no solo a Polonia sino que posibilitó, en un efecto dominó, la apertura y los cambios en otros países del Este, culminando con el ‘milagro’ de la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989, en Berlín. Atrás quedaron los viajes del Papa a su país natal en los años 1979, 1983 y 1987. Atrás quedaron también los encuentros públicos y privados con sus paisanos y las palabras dirigidas a todos los polacos: “¡No tengáis miedo!” Atrás sus intervenciones diplomáticas con Rusia y otros centros de poder.

Aunque el Presidente Federal alemán no lo haya querido reconocer públicamente, el tiempo ha hecho justicia también a Juan Pablo II, que junto a otras personalidades políticas empujaron la Historia para acelerar las reformas necesarias y traer así la libertad a toda Europa.

viernes, 6 de noviembre de 2009

La Fórmula 1 y el negro de Carrefour

En el fin de semana pasado quise ver la carrera de Fórmula 1 que se ofrecía por primera vez desde el circuito de la Isla Yas, cerca de Abu Dhabi, en los Emiratos Árabes Unidos. Fui uno de los 600 millones de espectadores de 188 países que siguieron, a través de la TV, este evento. Mi afición televisiva por la Fórmula 1 me viene de cuando el paisano de mi mujer Michael Schumacher contaba los años por victorias como campeón del mundo.

En esta ocasión la carrera carecía de un atractivo deportivo especial, el campeón de este año se decidió en la penúltima carrera. Sin embargo, el espectáculo valió la pena. Los jeques árabes y los dólares que brotan de los pozos de petróleo han hecho posible el milagro. En dos años y medio han construido encima de la arena de una de las islas que rodean la ciudad de Abu Dhabi un circuito de Fórmula 1 único en el mundo por su belleza, por sus prestaciones, sus características técnicas y su lujo. Como una red de pescadores que se lanza al atardecer, brilla junto al mar del Golfo Pérsico un conjunto de más de 4000 cristales diferentes por encima del tejado y la fachada del Hotel Yas, hotel que flanquea y cubre en parte las pistas del circuito. Al otro lado destaca por su espectacularidad un puerto deportivo adonde atracan más de 100 yates de lujo de otros tantos potentados, espectadores de este último Grand Prix de la temporada.

Se dice que el Hotel Yas, el circuito y los otros siete hoteles de lujo cercanos a las instalaciones deportivas han costado más de mil doscientos millones de dólares. Desde el inicio de las obras, hace ahora dos años y medio, han trabajado, en parte día y noche, más de 40.000 personas para finalizar a tiempo la primera parte del proyecto. En esta isla se han proyectado además varios parques de atracciones, una gran ciudad para más de 100.000 habitantes y un centro comercial con seiscientos comercios de todo tipo. Veintisiete mil millones de dólares se gastarán en construir todo este complejo.

Al escuchar tales cifras, y al ver las chilabas blancas en las tribunas del circuito me vino a la mente, sin quererlo, la pobreza inmensa del cercano y negro continente africano, especialmente en su región subsahariana. Millones de personas que mueren cada año por falta de agua y de comida, por citar sólo alguno de los males endémicos de esta región. Tengo que confesar que quedé interiormente confundido con el contraste. Tuve que hacer un esfuerzo por dejar mentalmente cada cosa en su sitio. La cuestión se me planteó de nuevo cuando, un par de horas más tarde, leí noticias de prensa que informaban sobre la llegada a las costas andaluzas durante ese mismo fin de semana de diez pateras con más de 150 inmigrantes. Cuarenta y dos de ellos, subsaharianos todos, eran recogidos por los equipos de Salvamento Marítimo en las playas vecinas a Motril/Granada, justo en el tiempo que los bólidos de la Formula 1 corrían por el circuito de Abu Dhabi en la tarde del domingo. Entre los que llegaron a Motril figuraban dos mujeres embarazadas y un menor.

En el transcurso de mi reflexión me acordé del Sínodo extraordinario de los Obispos Africanos celebrado en Roma durante el mes de octubre. Los Obispos piden a sus propios feligreses en los países africanos y a los gobiernos y multinacionales de todo el mundo solidaridad, reconciliación, justicia y paz.

Pensando yo también que lo que África está pidiendo es respeto, dignidad y solidaridad, me acordé del negro que está en la puerta de entrada del hipermercado Carrefour vendiendo el periódico “La Farola”. El martes en la tarde tenía que hacer algunas compras, y decidí entablar con él una conversación. Al llegar me dirigí a él y le pregunté por su nombre. No fue fácil, pero me esforcé, casi no sabe hablar español. Me dijo que se llama Enugu y que viene de Nigeria. Cuando salí del supermercado el bueno de Enugu me estaba esperando. Esta vez se dirigió él a mí porque quería contarme un secreto y pedirme consejo y ayuda. Inesperadamente África se me ha hecho más cercana y mis problemas con el circuito de la Isla Yas han tenido una respuesta a mi alcance en una persona concreta. Se llama Enugu y es un inmigrante ‘clandestino’ en nuestra Europa del bienestar.

domingo, 1 de noviembre de 2009

La tercera edad

Me refiero, proyectando mi situación actual, a la tercera edad de mi fiel y buen amigo el Volkswagen Golf TDI que me acompaña y transporta desde hace más de trece años. Su cuentakilómetros ha marcado en la semana pasada los 300.000 kilómetros.
Fue en el verano del año mil novecientos noventa y seis cuando nos encontramos por primera vez en un concesionario de la Volkswagen en la región de Baviera de Alemania. Desde entonces nos ha transportado sin incidentes, con bravura, por muchas carreteras de Europa y nos ha posibilitado que admiremos otras tantas ciudades y pueblos, montañas, valles y mares de este hermoso continente. Ahora, y aunque ya le suenan sus ‘articulaciones’ y a su motor le falta la lozanía de sus primeros kilómetros, sigue siendo el compañero fiel y de confianza de todos los tiempos.
Me había y le había prometido, que cuando pasara esta “barrera sicológica” de los trescientos mil nos íbamos a ir los dos a pasar un día en lo más alto de la montaña cercana a Madrid, el macizo del Guadarrama. Quería, a solas con él, recordar las personas, lugares y acontecimientos que han marcado nuestra historia en estos últimos trece años. En el fondo hubiera preferido un viaje a alguna de mis playas preferidas en el sur de España. Estoy seguro que con un mar tranquilo, verde y azul por delante, los recuerdos hubieran surgido con mayor facilidad y cercanía. El mar me relaja. La montaña, al contrario, invita siempre a seguir más allá, a perseverar en la subida de una cima a la otra, en este caso, de un puerto de montaña al siguiente.
Y así fue cómo mi Golf TDI, sin problema alguno, no solo me llevó al Puerto de Navacerrada (1.860 m) sino que, dejando a lo lejos los jardines de San Ildefonso en la Granja, me acercó a las inmediaciones del pico de Peñalara, pasando por el puerto de Cotos (1.830 m), bajándome después al valle de El Paular para que pudiera admirar y disfrutar el bellísimo paisaje del otoño en la sierra madrileña. Pude observar arriba los pastizales de gramíneas y más abajo los enebros y matorrales que se entremezclan con los enormes pinares de pino albar y los robledales de hoja amarilla, dando paso a los fresnos y sauces en el fondo de los valles y en las riberas de los arroyos. Mi Golf y yo, solos, disfrutando la plenitud de la naturaleza en un otoño soleado y maravilloso. El presente se impuso al pretendido recuerdo del ayer. A la sombra de los sauces, a la orilla del Río de la Angostura en el Puente del Perdón, junto al Monasterio de El Paular, y cerca de los húmedos pastizales habitados por vacas, toros y bueyes, pudimos descansar, tomar el bocadillo, hacer algunas fotos y bajar la temperatura del motor.
El día nos invitaba a seguir. Quisimos visitar a un amigo en Rascafría, pero andaba en su trabajo y no regresaba a casa hasta el atardecer. Por eso decidimos subir a la sierra de la Morcuera, pasando por el puerto del mismo nombre (1.796 m) y observar allí las colonias de buitres negros volando con su gran envergadura y poderío entre la sierra de la Pedriza y la población de Miraflores. Descendimos después al valle y, casi sin pensarlo, nos decidimos por terminar el día subiendo al cuarto puerto de montaña, el Puerto de Canencia (1.505 m). Al pasar por Canencia, en la cuenca del rio Lozoya, me di cuenta que el depósito de combustible de mi fiel compañero estaba casi vacío y pedía también su alimento. Nos dirigimos entonces hacia la A 1 y tomamos el camino de regreso a casa. Ciento setenta kilómetros y cuatro puertos de montaña sin problemas.

Estaba contento porque mi Golf y yo habíamos disfrutado de un tranquilo paseo como aconsejan a los que nos movemos en la tercera edad. Otro día viajaremos al mar y pensaremos en el ayer. Al llegar a la gasolinera, el colombiano que siempre nos atiende, me dijo mientras llenaba el depósito de mi coche: “¡Se lo compro, señor, hace tiempo que busco uno como éste!”. Miré a mi viejo y fiel Volkswagen y me imaginé que él también me miraba, queriendo adivinar mi pensamiento. Sin dudarlo, le di un par de palmaditas en el capó y me apresuré a decir: “No está en venta. Hay amistades que son para toda la vida.”

lunes, 26 de octubre de 2009

Homosexualidad

Ha estado en casa durante unos días un amigo chileno. Es el presidente de una Fundación benéfica chilena con algunos intereses y compromisos en Alemania. Tuvimos tiempo de hablar “de lo divino y de lo humano”. Entre otros temas, charlamos sobre la situación social y religiosa de la sociedad alemana. En este contexto recordamos los resultados de las últimas elecciones al Parlamento alemán y las conversaciones para formar gobierno entre los cristiano-demócratas y los liberales.
En el transcurso de la conversación me mostró su extrañeza por el hecho de que se esté barajando la posibilidad de que el jefe del partido liberal, Guido Westerwelle, sea el candidato para ocupar el sillón de Ministro de Asuntos Exteriores. Es público y notorio que este político es homosexual, habiendo sido él mismo quien lo anunció públicamente hace años, asistiendo con su novio, un conocido empresario, a una fiesta de la señora Angela Merkel. Yo le argumenté que este tema no causó ninguna preocupación en la opinión alemana, dado que otros políticos destacados también habían mostrado ya en público su homosexualidad. Y además, por lo que yo he venido observando en las últimas décadas, existe una ley no escrita en los gobiernos de alianza de este país, según la cual corresponde al líder del partido aliado la cartera de Exteriores. Lo que cuenta en política es el pragmatismo, la verdad de la eficacia. Lo que se temía mi amigo, es ya en esta fecha una realidad, Westerwelle será Vicecanciller y Ministro de Asuntos Exteriores en la legislatura que ahora comienza.
No quiero escribir sobre el político en cuestión y su tendencia sexual. Estoy convencido de que “sólo el Señor sondea el corazón” y que el fuero interno de las personas es sagrado. Es conocido el adagio: “De internis, neque Ecclesia iudicat”. Sin embargo lo ocurrido me ha hecho reflexionar sobre la homosexualidad.
Recuerdo que en mi infancia y juventud no tuve afortunadamente ni la oportunidad ni la necesidad de afrontar este tema, pues no conocí a nadie en mi entorno que perteneciera a ese grupo de personas. Ni siquiera en el “servicio militar”. Leyendo en los años de Instituto a mi paisano y poeta preferido, F. García Lorca, supe, eso sí, del “mariquita” y de sus aficiones por organizarse los bucles de su cabeza y por adornarse con jazmines mientras “los vecinos se sonríen en sus ventanas postreras” (“Canción del mariquita”). Y supe también por la Oda a Walt Whitman que a los “mariquitas del sur”, a aquellos de Cádiz, se les llamaba sarasas.

Años después, recorriendo Andalucía por motivos profesionales, pude comprobar personalmente aquello de los sarasas, los “mariquitas”, sus usos y costumbres. Me di cuenta que este grupo de homosexuales solía ser de clase baja y escasa cultura. También noté que, debido posiblemente a la presión social, a ellos les gustaba maquillarse y afeminarse en una medida exagerada. Eran personas sin cultura. Los otros, los homosexuales con mayor formación cultural, no aparecían en público ni llamaban la atención a los vecinos. Vivían posiblemente sus tendencias sexuales en el silencio y en la privacidad de sus hogares. Fue en uno de estos viajes cuando supe lo de la fama de Cádiz. Se decía que en Cádiz había muchos “maricas”. Un cliente de Jerez de la Frontera, con el tiempo íntimo amigo mío, me lo explicó: en tiempos pasados se enviaban a Cádiz a los homosexuales, gitanos y otros para ser deportados a América. Muchos de ellos se escondían en las atarazanas, en las ventas y en los barcos de la bahía y lograban así quedarse por allí. Aunque confío en mi amigo, no he podido constatar ni una cosa ni otra y si la historia es verdadera.

Lo que sí quise después es formarme mi propio juicio, y lo hice. Para mí, como cristiano, “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” porque son contrarios a la ley natural. Sé también que son muchos los hombres y mujeres que presentan tendencias homosexuales instintivas y que por lo tanto no han elegido su condición homosexual. A estos les debo mi total respeto y consideración y no quiero que mi “superficialidad” me lleve a discriminarlos de forma injusta.
Es por eso que al nuevo Ministro de Asuntos Exteriores alemán le deseo hoy mucha suerte y eficacia en su gestión. ¡Por sus obras los conoceréis! Por otra parte, comparto con mi amigo el chileno la duda sobre la prudencia política de la Canciller Merkel al nombrar al liberal Westerwelle para el cargo mencionado.

lunes, 19 de octubre de 2009

El abuelo y las redes sociales

¿Por qué será que los abuelos tienen la razón en tantas ocasiones? Viene a cuento esta pregunta por la noticia que hoy ha traído en primera edición el telediario de la televisión ARD 1 alemana y mis reflexiones “Facebook, Tuenti y mis nietos” del martes pasado en esta columna. Acaba de saberse, comenta la TV alemana, que más de un millón de “perfiles” de la red social alemana “SchülerVZ”, incluidos nombres, direcciones y fotos, han sido copiados ilegalmente y ofrecidos hace unos días para descarga libre en Internet.
Las redes sociales VZ alemanas (MeinVZ, StudiVZ y SchülerVZ) cuentan con más de quince millones de usuarios, siendo la última citada una de las más visitadas. Esta plataforma ofrece a los adolescentes a partir de los doce años la oportunidad de mostrarse y comunicarse con sus amigos. Los conocedores del medio saben que la esfera privada es vulnerada continuamente. Se sabe incluso de profesores y pedagogos que están infiltrados en las redes, si bien algunos de ellos dicen, que lo hacen para proteger a sus alumnos. Pero también se teme que los que entran allí, sin ser invitados, no lo hagan con tan buenas intenciones. El responsable del gobierno federal para la privacidad de los datos personales, Peter Schaar, avisa a los padres que se informen y ayuden a sus hijos a reconocer los peligros y ser cuidadosos con las informaciones que publican.

sábado, 17 de octubre de 2009

Gracias a la vida

Durante el miércoles pasado sonó tres veces el teléfono en casa. Fueron llamadas de vida y muerte. La primera, aún no había terminado de desayunar, fue de un conocido en Alemania. Nos comunicó, que en la última madrugada había fallecido nuestra querida amiga Gertrud. Mi mujer y yo quedamos sobrecogidos, en quince días queríamos celebrar con ella y su marido las bodas de oro de su matrimonio. Nos habían invitado especialmente y, aunque no podíamos en estos días viajar a Alemania para tal evento, teníamos el propósito de acompañarles con nuestro recuerdo y agradecimiento por todo lo que ellos son, y por todo lo que nos han regalado en el transcurso de los últimos veinte años. Ahora ella se ha ido y nos ha dejado con la pena de su ausencia. Gertrud fue una gran señora. Admiré siempre en ella el respeto y la admiración con que trataba a su marido, él fue siempre el centro de su vida, le llamaba “Vater” (padre). Estuvimos varias veces en su casa, a veces dormimos allí. Me llamó también la atención que, por encima de todo, ella era la “reina” de la casa. Esta posición le vino regalada desde su actitud de servicio y generosidad permanente y desde su alegría y cortesía sin iguales. No solo con su marido, hijos y nietos, sino con todos los amigos y conocidos. ¡Y tuvieron muchos! Personajes conocidos, no solo en su entorno más íntimo, sino en la vida de sociedad de su ciudad y de su diócesis. Muchos amigos, también de América, lloran hoy su pérdida y dan gracias a Dios por haberla conocido y por su vida ejemplar. Gracias a la vida, ella sigue viviendo en nosotros.

La segunda llamada fue de mi hermano el menor. ¡Acababa de ser abuelo! Estaba tan contento, que parecía como si él o su mujer hubieran dado a luz. Es su primera nieta. Es fantástica la experiencia que hacemos los mayores, cuando una hija o un hijo nos regalan una nueva vida. Hemos ido a verlos en la Clínica. Un bebé, una niñita llena de vida y buscando el pecho de su madre. Unos padres felices por la llegada de la primera hija y unos abuelos chochos al poder experimentar la bendición divina de la descendencia. Valió la pena ser testigos cercanos de ese nuevo milagro, que es la vida humana.

Y como no hay dos sin tres, el teléfono volvió a sonar en ese día. En medio de la conversación, mi interlocutora al teléfono me quiso sorprender, y me sorprendió. Ella, con su marido, amigos y compañeros de fatigas y esfuerzos en nuestro camino, con cuarenta y cinco años cumplidos, me dijo: “¿Sabes una cosa, Paco? ¡Estamos esperando el quinto hijo! ¡Estoy embarazada!” He de confesar que interiormente me quedé de una pieza. No sé si ella lo notó, porque me apresuré a corresponder su alegría con mi felicitación sincera y mis deseos de buenos augurios. Cambiamos la conversación, seguimos hablando de su marido y de las novedades en el trabajo, que ahora le permiten marchar cada mañana a la oficina con más optimismo. Más tarde, cuando ella colgó el auricular, me quedé pensando, di gracias a Dios por ella y, sin quererlo, me acordé de Mercedes Sosa. Busqué en www.youtube.com y canté con ella, hasta el final de la canción, aquello de: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto, me dio dos luceros (yo pensé en los cinco luceros/hijos de mi amiga, la del teléfono, y seguí cantando) que cuando los abro, perfecto distingo lo negro del blanco, y en el alto cielo su fondo estrellado, y en las multitudes el hombre que yo amo.” …………… Y hoy sigo, y mañana seguiré cantando: “¡Gracias a la vida, gracias a la vida, gracias a la vida!”

martes, 13 de octubre de 2009

Facebook, Tuenti y mis nietos

Hace unos días pude observar con admiración cómo uno de mis nietos, que había faltado a clase el día anterior, recibió en pocos minutos varios mensajes por Internet, en los cuales algunos compañeros de colegio le informaban sobre las tareas a realizar para las clases del día siguiente. Según me explicó, había entrado en Tuenti y había lanzado un “SOS” a sus amigos. Tengo que reconocer que aunque uso habitualmente la ‘RED’ para comunicarme – E-Mail – no estoy tan avanzado como mi nieto en estos menesteres. Así que le pedí me explicara lo de Tuenti y sus amigos.
Y así fue como me enteré de que existen en el mundo fascinante de Internet unos sitios de redes sociales y servicios de ‘microblogs’ (intercambio de información a través de micro-entradas basadas en textos de pocos caracteres) en donde los componentes de los grupos tienen la oportunidad de buscar contactos, mostrar a los demás información personal, compartir sus gustos y sentimientos, intercambiar fotos, videos y mensajería instantánea, etiquetar a los amigos en las fotos, además de participar en salas virtuales de conversación en temas de su interés. Mi nieta, la hermana del que me explicaba el tema, añadió al respecto su comentario: “Abuelo, es un lugar idóneo para el cotilleo sin salir de la propia habitación”. A continuación me enumeraron algunas de estas redes, tales como MySpace con más de 250 millones de usuarios en todo el mundo, Facebook con más de 300 millones, Twitter con 50 millones, Tuenti en España con más de seis millones de participantes y otras tantas con ámbitos de influencia en diversos países y regiones. Para completar la información me mostró ejemplos de algunos de estos foros de comunicación con sus mensajes, fotos y demás detalles.
He de confesar que algunas de las fotos que vi en estas redes, me han hecho reflexionar. He aprovechado los días posteriores a este encuentro para profundizar en el tema, hablando con mis hijos y otros conocidos y leyendo diversas informaciones al respecto. Dos noticias de los últimos días me han ayudado también a formarme una opinión. Una fue la caída durante unas horas de la red de Twitter y la avalancha de comentarios que se publicaron en el sitio una vez restablecido el servicio. Muchos usuarios afirman haber descubierto la vida real por no haber podido enviar sus mensajes. “He encontrado la vida”, comentaba uno, “Me las arreglé sin Twitter gritando a pleno pulmón lo que estaba haciendo”, explicaba otro.
La segunda noticia me llegó a través de un programa de uno de los canales de televisión alemana. La empresa Kienbaum Executive Consultants, empresa internacionalmente conocida como una de las más prestigiosas consultoras en marketing de personal, se informa regularmente de forma exhaustiva en las redes sociales sobre la “vida y milagros” de aquellas personas que buscan trabajo para puestos directivos, eliminando de sus listas a aquellos que han publicado en los sitios citados fotos personales comprometidas de “Partys” y otras juergas privadas.
Aunque no se debe juzgar lo que no se conoce bien, me atreví a sacar el tema en la sobremesa del último fin de semana. Los nietos presentes me escucharon con atención. Por lo menos, esa fue mi impresión. Es verdad que siempre habrá desgraciadamente, en el mundo real y en el virtual, gente que se sienta sola y que necesite contarle a todo el mundo lo que hace, fardando de sus fiestas y tonterías, pero también hay muchos que disfrutan teniendo acceso a personas, debates e informaciones a las que es imposible acceder si no fuera por estas herramientas.
Después de saborear el helado que nos había ofrecido la mamá, les dije también a mis nietos que es bueno poder entrar en las redes sociales, pero que sepan del peligro que existe, de que las tales redes invadan sus vidas y determinen sus valores y hábitos. Los directores de estudios de comunicación conocen y aprovechan a conciencia esta realidad. Hay otros peligros que quiero que mis nietos conozcan. Se sabe del robo de identidades y de la utilización indebida de las mismas por parte de elementos sin escrúpulos, es notorio el uso que empresas comerciales hacen de estas redes sociales y de los datos personales que van unidos a los cuestionarios de alta, y finalmente es evidente que la publicación de informaciones privadas puede llevar a inconvenientes graves, ya sea por descuidos propios o por deficiencias en los sistemas de seguridad del sitio o de los otros usuarios. Colgar una foto en la RED es fácil, borrarla es casi imposible.
En este contexto, y si los estudios les dejaran algún tiempo libre, podrían mis nietos (y sus padres también) leer los relatos de Simon Travaglia, autor neozelandés, sobre el Bastard Operator From Hell (BOFH) , Maldito Operador del infierno (en alemán: Mistkerl/Bastard-Systembetreuer aus der Hölle). Y en otra sobremesa podrían contarme sobre lo leído.

jueves, 8 de octubre de 2009

El aborto gubernamental

En el año 1982 el partido socialista ganó por un gran margen las elecciones generales en España. Recuerdo que a los pocos días de este acontecimiento, Alfonso Guerra declaró: “Vamos a poner a España que no la va a conocer ni la madre que la parió”. He permanecido quince años fuera del país y al regresar me doy cuenta que, efectivamente, a España me la han cambiado, yo no la conozco más. Quiero avanzar una apreciación positiva en mis juicios: me doy cuenta que además de buenas carreteras y autopistas, y además de las miles de rotondas para facilitar el tráfico rodado, el español ha aprendido en los últimos años a ser tolerante con el que piensa de otra manera. ¡Gracias a Dios! ¡Ya era hora!
Sin embargo, reflexionando sobre las noticias que me llegan a diario y teniendo en cuenta el futuro de mis nietos, me preocupan algunos temas que caracterizan tristemente la España de hoy, tales como el fracaso escolar propio de una enseñanza masificada, la litrona comunal, el regreso de los hijos al hogar en la madrugada, las relaciones sexuales indiscriminadas, el abuso y facilidad de compra sin control médico de la píldora abortiva del día después (sin citar la corrupción de los políticos, la situación de la industria y el mercado laboral, la pobreza en aumento y otras “pequeñeces”).
La visión de “la España que no conoce ni la madre que la parió” se completa en estos días con la aprobación por parte del gobierno de su proyecto de ley del aborto. Se establece el aborto libre hasta las 14 semanas de gestación y hasta 22 si existe un riesgo de la vida o la salud para la madre, o graves anomalías en el feto. Además establece que la edad para poder abortar sin necesidad de consentimiento de los padres o tutores bajará a los 16 años (¡?!). Me causa vergüenza y sonrojo saber que nuestra generación es capaz de dejar a la siguiente tales leyes, que declaran “normal” algo que va contra un derecho tan fundamental como es el de la vida. Ahora y según esta ley, en España el aborto no se despenaliza sino que es un derecho, o sea, ¡Matar es un derecho!

Me doy cuenta también con otros ciudadanos “que el PSOE, partido que presenta este proyecto de ley, no juega limpio, pues lo que hace es manejar a los sectores más ideologizados de su electorado. En el fondo lo del aborto es para el partido socialista lo de menos, lo más importante es reivindicar a su electorado más de izquierdas y contrario a la Iglesia católica y a su vez poner una cortina de humo para ocultar otros problemas de mayor importancia política y económica (p.ej.: crisis, subida de impuestos). A parte del sectarismo de cierto feminismo radical que tiene un concepto de la vida humana bastante discutible”.

Me pregunto si el Estado de Derecho es respetado en España. El artículo 15 de la Constitución española, aprobada en 1978, proclama el derecho a la vida de “Todos”. Recuerdo las discusiones de entonces y también que los “padres” del texto eligieron finalmente la expresión de “Todos” y no la de “Toda persona”, como al principio algunos habían propuesto, para proteger al nasciturus. Con la reforma del Código Penal de 1985 que despenalizaba el aborto en tres supuestos, el Tribunal Constitucional tuvo que elaborar una doctrina compleja y “polémica” para resolver el recurso de inconstitucionalidad. Ahora, y mientras que espero a leer las cabriolas jurídicas que este alto Tribunal tendrá que redactar para no declarar a la Ley del aborto contraria a la Constitución Española, he tomado la decisión de asistir a la manifestación “Por la vida, la Mujer y la Maternidad” que se celebrará el 17 de octubre en Madrid.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Los políticos (2)

En su última visita a Londres el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha dado algunos consejos a su amigo Gordon Brown. “Gordon, le ha dicho, somos un partido hermano, socialista. Y siempre he pensado que la mejor manera de tener el voto de los ciudadanos y la confianza de la gente es ser fieles y coherentes con nuestros valores. Y ser el partido de la gente que no tiene de todo.” Ya tienen los partidos socialistas europeos la receta para salir adelante en sus respectivos países: recordar “sus valores”. Véase la realidad: mientras que el gobierno permite que en nuestro país la subida de los impuestos recaiga sobre la gente más desfavorecida, su presidente echa mano de la demagogia en un país vecino para ganarse con halagos el favor popular. Ideas provenientes del cajón de sastre de nuestros políticos “de izquierda”, del mismo cajón que surge el eterno anticlericalismo puesto nuevamente de moda en el país.

Cuando mi padre, en los años cincuenta, nos explicaba a mí y a mis hermanos el tema de las relaciones Iglesia-Estado en España, citaba aquella frase que nunca olvidaré: “En España, una de dos, o curas en la sopa o sopa de curas!” Sabía de lo que hablaba, pues vivió y experimentó en carne propia los desmanes y asesinatos del verano del treinta y seis. Ahora nos toca vivir de nuevo, de forma diferente, más civilizada que en los tristes años treinta, el tiempo de “la sopa de curas”. Es el anticlericalismo visceral de nuestras “izquierdas”. Como botón de muestra valga la noticia de estos días pasados, que ha ofendido mi inteligencia.

En el parlamento español se ha sometido a votación una eventual reprobación al Papa Benedicto XVI por las declaraciones que hizo sobre el sida y el uso del preservativo en África el pasado mes de marzo. Para los estudiosos: ver en http://www.zenit.org/date2009-03-18?l=spanish las declaraciones del Papa a los periodistas presentes en el vuelo a Camerún con la transcripción íntegra de sus respuestas a los informadores. ¿Qué hace el parlamento español queriendo reprobar a la cabeza visible de una religión, la católica, con más de 1.147 millones de creyentes en el mundo? ¿Son capaces estos políticos de valorar la desfachatez de tal injerencia?

La reprobación solicitada por Izquierda Unida no ha salido adelante porque la votación fue rechazada. El único apoyo al contenido de la iniciativa ha sido del PSOE, aunque al final ha optado por abstenerse. Comparto mi indignación con la de muchos católicos y con los representantes de nuestro episcopado que han publicado una nota de condena ante tal insensatez. Soy también de la opinión que los políticos con tal votación han lesionado, entre otras cosas, el derecho a la libertad religiosa. Un motivo más para esperar tranquilo a las próximas elecciones. Es mi única oportunidad, y espero que esta libertad no me la quiten!

lunes, 28 de septiembre de 2009

Los políticos

Ayer, domingo 27 de septiembre, fue día de elecciones en Alemania. La canciller Merkel, seguirá siendo durante los próximos años la jefa del gobierno alemán en coalición con los liberales. El “matrimonio de conveniencia” de los años anteriores con los socialistas (SPD) ha costado a los cristiano-demócratas (CDU/CSU) una sensible disminución de sus electores. Lo mismo, pero aumentado de forma espectacular, le ha ocurrido a los socialistas. Una pequeña coalición sustituye a la gran coalición. La señora Merkel seguirá, aunque a muchos no le guste.

He seguido la campaña preelectoral a través de mi parabólica y me he dado cuenta que la vinculación de los alemanes a sus partidos está siendo minada mediante un estilo pragmático de hacer política, que ha dejado en la cuneta las posiciones ideológicas de los partidos de antaño. Los ciudadanos no ven en los políticos a los representantes de convicciones y posiciones ideológicas determinadas, sino a “pragmáticos del poder” que intentan buscar soluciones rápidas a los problemas de cada día. Cuando yo llegué por primera vez a Alemania, en los años sesenta, era todo lo contrario: los principios y las convicciones ideológicas contaban mucho más que el pragmatismo. Esta actitud responde sin duda a la mentalidad de nuestra sociedad de hoy, que no siente muchas simpatías por los principios y que no es capaz de pensar y debatir sobre ideologías y valores. Lo que cuenta son los resultados desde el punto de vista económico y político, los éxitos y los fracasos personales y de imagen y las ventajas e inconvenientes que se deducen para el individuo de las diferentes medidas que adoptan los políticos. No cabe duda que el pragmatismo del poder está trayendo consigo que el interés por la política se vaya reduciendo de elección en elección. Las elecciones alemanas de ayer han sido un ejemplo: se ha registrado la participación más baja de la historia de la democracia en Alemania.

Para seguir a los políticos en España no necesito la parabólica. Las repercusiones de las decisiones políticas me llegan directamente por correo. Coincidiendo casi con el cierre de los colegios electorales en Alemania llegaba a mi buzón una carta del Ministerio de Economía y Hacienda español, con la que me comunica la subida, en más de un diez por ciento, del impuesto de Bienes Inmuebles. Y para que mi sorpresa no sea tanta, me “rematan” la semana con el anuncio de la subida del IVA en un dos por ciento para el año que viene. No entiendo nada: ¿no acababa de anunciar el presidente del gobierno en New York que “el esfuerzo lo harían las rentas más altas”? El más inútil de la clase sabe que el IVA afecta a toda la población por igual. A los más pobres y a los más ricos, con la salvedad que para los más pobres esa subida les supondrá una carga infinitamente mayor que a los que son económicamente más pudientes. Un titular de EL MUNDO resumía horas después la verdad de la cuestión: ”Las rentas medias y bajas pagarán el 96% de la subida de impuestos”.
El jubilado/pensionista que vive en mí no entiende nada y se revela. Me ofende enormemente que estos políticos nuestros administren tan mal el dinero que sale de mi bolsillo. Prometo seguir escribiendo sobre ellos.

lunes, 21 de septiembre de 2009

EL CLÉRIMAN

Acabo de regresar de Roma. Estuve unos días en el Centro Internacional de Schoenstatt en la ciudad eterna. Asistí a la fiesta anual del Santuario. Fue también un encuentro con antiguos amigos italianos. Quise saludar al párroco y a los demás sacerdotes de la parroquia vecina al Centro. Me encontré con la sorpresa de que el vicario que yo conocía, ya no estaba. Hombre adulto y maduro, con más de cincuenta años, ha sido víctima de una “crisis vocacional” y consecuentemente el obispo del lugar, Mons. Gino Reali, y los superiores de su congregación lo han apartado de su tarea pastoral. Fue una decepción, el hombre no me disgustaba. Y pensé además: un sacerdote menos en una diócesis tan cercana a Roma y que tiene este año sólo dos seminaristas en formación.
Me retiré a reflexionar en el Santuario. Allí me encontré con un libro/cuaderno que los responsables han dejado para que los peregrinos escriban los nombres de los sacerdotes por los cuales ellos desean que se rece durante este año dedicado al sacerdote. Fue también allí que recordé la visita “ad limina” de obispos brasileños al Papa durante estos días y los consejos que él les dio sobre la prioridad de la formación espiritual de sacerdotes y seminaristas en sus diócesis. Me acordé de las últimas noticias llegadas a Roma sobre secuestros y asesinatos de sacerdotes en Filipinas, Pakistán, México y Colombia, hombres entregados a su labor misionera y de promoción humana en aquellos países. Reflexioné, algo confundido, sobre la situación de los Legionarios de Cristo, la comunidad y sus miembros, muchos de ellos jóvenes sacerdotes, que están siendo investigados por las autoridades eclesiásticas (la visita apostólica comenzó el 15 de julio en todo el mundo). Recé agradecido por los nuestros, por los sacerdotes diocesanos de Schoenstatt y por la comunidad de los Padres de Schoenstatt. También recé por mi tío Luis, el cura viejo e incansable, protagonista de miles hazañas apostólicas en Perú y por mi sobrino, el salesiano.
Dos acontecimientos importantes han ocurrido en estas fechas y que tienen que ver con los sacerdotes de Schoenstatt. La comunidad de los Diocesanos ha vendido su antigua casa en el Aventino de Roma para poder seguir construyendo el Centro Internacional de la Via Santa Gemma, y los Padres han concluido en Schoenstatt/Alemania su Congreso internacional, en el que han elegido a la nueva Dirección de la comunidad. Al recibir la copia de la carta con las fotos de los cinco Padres elegidos, me llamó la atención que todos ellos están sonrientes – el Superior General, un poco menos (¡!) – y que de los cinco, tres tienen el clériman puesto y dos van con la camisa normal. Uno de mis nietos me ha preguntado: “¿Qué es el clériman, Opa?” Tuve que explicarle que se trata de la camisa que llevan los sacerdotes con una tirita blanca en el cuello, para poder ser reconocidos como tales. Después me acordé de un test de “estima sacerdotal” que ha publicado en España Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de Palencia, para valorar el aprecio a los sacerdotes. “¿Valoramos el sacerdocio y queremos a nuestros sacerdotes?” se pregunta el obispo, y plantea doce preguntas al respecto. En una de ellas quiere saber nuestra reacción ‘cuando vemos a un sacerdote por la calle’. Y yo le preguntaría antes al obispo: ¿Cómo sabemos mi nieto y yo, fuera de la celebración de la Misa, que se trata de un sacerdote? Mi nieto me dice, sin pensarlo mucho: “¡Por el clériman, abuelo, que no te enteras!!”