viernes, 30 de abril de 2010

Las criadas de mi madre

Mi mujer y yo nos fuimos el otro día al cine. Salir juntos y preocuparse por el contenido de la “cartelera” de espectáculos en la ciudad es algo bueno para la salud mental y la convivencia matrimonial. Es también una acción de protesta contra la invasión masiva de las televisiones en el salón del hogar familiar.

Recientemente había leído una crítica positiva sobre una película chilena de estreno en algunas salas del Madrid nocturno. Se titula “La nana”. Es un filme de Sebastián Silva, joven director de Santiago de Chile, premiado en algunos festivales regionales, y que tuvo el acierto de fichar para su reparto a Catalina Saavedra, que encarna en la película a una ‘nana’, o criada de una familia pudiente de la “alta” sociedad chilena. Se nota que el mismo Sebastián Silva es hijo de un hogar semejante. El microcosmos que construye en su historia revela una cercanía muy especial a ese estilo de vida. La mamá y señora de la casa, catedrática en una universidad, el padre de familia en su mundo (¡que lo dejen tranquilo!), ambos casi siempre ausentes de la casa, y los hijos al cuidado de Raquel, que así es el nombre de la protagonista.

Nos pareció una película prometedora con un realizador chileno que demuestra un talento poco común a la hora de describir comportamientos; una comedia a veces divertida, y en general algo cruel en el tratamiento de las relaciones entre la familia, la señora de la casa y la empleada. El enredo de la pantalla me recordó a mi madre y a sus criadas.

Fue mi madre la primera de diez hermanos, criados en un pueblo de la alpujarra granadina – ¡el fin del mundo! -, pero en un hogar de personas muy cultas, universitarios ellos, y miembros de la sociedad ‘dirigente’ de aquellos años de principios del siglo pasado. Mi abuelo fue el administrador único del “señorío del Conde de Cifuentes” en Andalucía, y como persona de confianza del Conde, tuvo la oportunidad no sólo de administrar fincas, sino de fundar escuelas en la zona – para sus hijos y para los del pueblo – y de llevar la cultura y el bienestar a cientos de campesinos de aquellas sierras inhóspitas del sureste español. La casona del Conde en que habitaban, era después de la Iglesia el edificio más grande del pueblo. Mi madre contaba, que en la casa había simultáneamente hasta cuatro criadas (!!!!!), y cada una tenía su cometido: la niñera, la cocinera, la lavandera, la “cuerpo de casa”, y la que traía el agua y ejercía algunos oficios más. Me imagino a la casa del abuelo como una especie de “escuela de formación profesional” de servicio doméstico.

En aquel entonces los políticos no habían desarrollado los planes de educación que hoy disfrutamos, pero el abuelo cuidó con esmero a las personas que el Conde puso en sus manos de administrador. Hasta que llegaron los acontecimientos del verano del treinta y seis en España, y se acabaron las criadas. Los milicianos, revolucionarios de izquierdas, llegaron desde Almería, quemaron la Iglesia del pueblo, por poco no queman la casa del abuelo, y sometieron a todo tipo de vejaciones a mi familia. Mientras que las turbas republicanas se llevaban al abuelo a las prisiones de Almería y Orihuela (¡en agradecimiento por su labor social!?), la abuela y los hijos, entre ellos mi madre, tuvieron que dispersarse por toda la geografía andaluza y buscar refugio en casas de familiares y amigos cercanos. ¡Trágica historia nuestra guerra civil!

Cuando mi madre, al terminar la misma, se casó, no pudo contar con criada alguna, porque los tiempos no lo permitieron. Pero con la llegada de los hijos y con los problemas de salud aparecieron algunas mujeres en el panorama familiar que ayudaron a mamá en los trabajos más duros del hogar, la limpieza del suelo, el lavado de la ropa y la traída del agua. Quiero recordar al respecto que en aquellos años no existían lavadoras eléctricas – había que ir a la fuente o a la acequia - y tampoco “fregonas”; los suelos se fregaban arrodillándose y arrastrándose por el suelo. Ah!, y el agua se traía a las casas con los célebres cántaros, que hoy solo se usan, si acaso, para decorar los jardines. Yo soy testigo de tales procedimientos.

Recuerdo a las dos mujercitas – criadas - más importantes de nuestro “enredo” familiar. Se llamaban María y Ana. Las llamábamos Mariquilla y Anica. Una de ellas, María, la de Víznar, ya falleció. La otra, Anica, la de Almegijar, vive con sus hijos en Mallorca, adonde llegó con su esfuerzo y la ayuda de mi madre. Algún día contaré sus historias, que fueron parte de la nuestra.

El cuello blanco del uniforme de la Raquel chilena en la película de Sebastián Silva, que hoy veo también en algunas chicas de los chalets vecinos, no es siempre sinónimo de mujer sometida, frustrada y enajenada. Puede ser también la puerta de acceso para muchas personas a una vida más justa y mejor. Así lo piensan hoy las rumanas y otras mujeres del este europeo que buscan mejorar su suerte como empleadas de hogar en las casas de nuestro entorno. Les deseo que experimenten el cariño y la justicia que Mariquilla y Anica disfrutaron en la nuestra.

viernes, 23 de abril de 2010

Benedicto XVI y la prensa laicista

Ya en los inicios de su pontificado el Papa Juan Pablo II puso de manifiesto su conocimiento y su aprecio con los periodistas y con los representantes de los medios de comunicación social. El sabía, y así lo expresó en algunas ocasiones, que estos profesionales, con su trabajo, “se hacían huéspedes de honor en millones de casas de todo el mundo”. En ese contexto los animaba a construir “puentes que unan y no muros que dividan” y, como buenos comunicadores, a servir al prójimo “con amor y de acuerdo con la verdad; más todavía, con amor por la verdad”. Las difamatorias campañas que desde medios influyentes de todo el mundo se lanzan en estos días contra el Papa actual, Benedicto XVI, y contra la Iglesia católica no tienen nada que ver con el amor al prójimo, ni mucho menos, con el amor a la verdad.

Cuando en agosto de 1974 dimitió en Estados Unidos Richard Nixon como consecuencia de la investigación que los periodistas del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward, habían llevado a cabo en el escándalo del Watergate, supe de la labor excelente que la prensa podía llevar a cabo en la construcción de la democracia. No puede existir democracia sin una prensa libre, porque los medios de comunicación independientes son el mejor fiscalizador de los gobiernos y de las demás estructuras de poder. Considero normal que los medios tengan sus tendencias conservadoras o progresistas, pero el problema se plantea cuando los teóricos “profesionales de la verdad” se dejan influir y “corromper” por el poder y sus estructuras o se dejan llevar por intereses nada transparentes.

Está claro que los “ataques continuos” de los medios de comunicación a la Iglesia y a Benedicto XVI de estas semanas se han convertido en manifestaciones claras de anti-catolicismo. No quiero comentar los últimos intentos por desprestigiar a Benedicto XVI de la agencia Associated Expres ni los comentarios magnificados, reinterpretados y malintencionados que de sus noticias hace el conocido periódico ‘El País’. Su corte marcadamente anticristiano hace que no me atraiga su lectura, y que por lo tanto no pueda opinar. Pero sí me voy a referir a un seguimiento personal que he realizado en las versiones 'online' de “elmundo.es” durante los últimos treinta días. Con ello pongo de manifiesto mi convencimiento sobre la existencia de un lobby laicista contra el Papa y contra la Iglesia católica, y que ese lobby llega a través de la prensa, la RED y la televisión hasta el salón de mi casa. Invito a leer al respecto el artículo de Massimo Introvigne que “ZENIT.org” publica el 26 de marzo (El gran bulo del “New York Times”).

El resultado de mi seguimiento en “elmundo.es” puedo resumirlo así: desde que se publicó la Carta pastoral de Benedicto XVI a los católicos irlandeses ante los casos de pederastia por parte del clero, el día 20 de marzo, hasta hoy, han transcurrido treinta y tres días. Durante este periodo “elmundo.es” publica noticias referidas al tema en cuestión en veinte días diferentes, aunque los periodistas de este medio reconocen que “España es un país con pocas denuncias de pederastia en el seno de la Iglesia católica”. En la versión 'online' de la noche del día 24 de marzo el periodista encargado de los temas religiosos en “El Mundo”, José Manuel Vidal, publica un artículo titulado: “La pederastia, la cruz del pontificado de Ratzinger”. El eco entre los lectores fue reducido, aparecieron setenta y un comentarios. Sin embargo la redacción de este medio publica el citado artículo de forma intermitente y, aparentemente, sin motivos que avalen la publicación del mismo. Se puede leer en los servicios 'online' de “El Mundo” los días 24, 25 y 27 de marzo; el 2, 3 y 4 de abril, y recientemente los días 8, 12, 13, 18 y 19 de abril. Todo ello multiplicado por tres ediciones al día. Y yo me pregunto: ¿Qué interés persigue este periódico con la publicación intermitente y repetida de tal aporte? José Manuel Vidal puede estar contento, no he visto cosa igual con ningún otro artículo de otros periodistas.

Como dice el profesor Massimo Introvigne, director del CESNUR (Centro studi sulle nuove religioni) en un artículo del 12 de abril sobre los bulos lanzados por la Associated Press contra el Papa, la consigna del “calumniad, calumniad, que algo queda” consigue que los titulares negativos sobre el Pontífice y la Iglesia queden en la cabeza de los usuarios más distraídos de los medios.

Yo, desde ‘Mi atardecer’, condeno sin paliativos todas las conductas depravadas de algunos eclesiásticos, y comparto con el Papa Benedicto XVI el sentimiento de vergüenza frente a las víctimas de los abusos de menores, pero me uno a todos los católicos y personas de buena voluntad que aprecian al Santo Padre y le agradecen su entrega al servicio de la verdad y de la justicia. Y alabo además su valentía al llamar la atención a algunos obispos por los graves errores cometidos en el pasado. Honestidad y transparencia pide Benedicto XVI a sus hermanos en el Episcopado. Es la única manera de “bajar los humos” a los actores del Lobby laicista que nos provoca y cuestiona, y de ser coherentes con las enseñanzas de AQUEL al que decimos seguir. Estoy convencido por otra parte que los nubarrones actuales pasarán, como han pasado tantas tormentas en los últimos dos mil años.

viernes, 16 de abril de 2010

Polonia y sus polacos

Tengo dos nietos que llevan sangre polaca por sus venas. Mi hijo menor tuvo el acierto de enamorarse de una joven nacida y criada en Polonia. El amor mutuo los llevó al matrimonio y hoy la mujercita que vino de los fríos del norte es la madre de mis nietos. Cuando mi esposa y yo fuimos a Polonia para acompañar a mi hijo en su boda, quedamos encantados de los bellos paisajes de los lagos de Masuria y también de las personas, de su cordialidad y hospitalidad, así como de las tradiciones polacas entorno a la familia. Eran los tiempos difíciles del sindicato Solidarność, con Tadeusz Mazowiecki como jefe de gobierno y Lech Wałęsa como Presidente de la nación. Gratos recuerdos que en estos días se han vestido de luto al enterarnos de la tragedia de Smolensk.

Entre los restos del avión incendiado en la niebla de los bosques rusos dejaron sus vidas más de un centenar de personas, entre ellas el Presidente de la República Lech Kaczyński con su esposa María y una parte importante de la elite del país. No solo murieron los colaboradores más cercanos del Presidente sino también todos los generales del alto mando de la armada y del ejército polacos. Junto a ellos se encontraban algunos ministros y altos representantes del parlamento y del Senado, así como distinguidos representantes de las diferentes iglesias cristianas. Aun más, en la lista de los fallecidos en el accidente destacan el presidente del Banco Nacional de Polonia y otros representantes de organizaciones civiles y destacados institutos de la nación junto a los representantes de los mártires de Katyn.

La tragedia ha impactado al pueblo polaco, uniendo en estos días a toda la población en un mismo sentir. La unión de los espíritus es el reverso “gozoso” de la medalla del sufrimiento. Algunos lo han comparado al duelo que acompañó a la muerte del llorado Papa Juan Pablo II, con una diferencia importante: hace cinco años la despedida fue lenta, los polacos tuvieron tiempo para decir adiós al que los ayudó a salir de la dictadura del comunismo. Hoy el sentimiento es distinto, el accidente mortal ocurrió inesperadamente y en segundos, el impacto ha sido colosal, la vida pública se ha paralizado. Y más aún, teniendo en cuenta el simbolismo del accidente aéreo y de la muerte de la elite polaca actual: fueron a estrellarse justo a unos kilómetros del lugar en donde Stalin dejó asesinar a la otra elite polaca, la de los años cuarenta del siglo pasado.

En Polonia el nombre de Katyn es sinónimo de la trágica historia que este pueblo vivió antaño, como consecuencia de los planes y estrategias de las dos grandes potencias Rusia y Alemania. En los bosques de Smolensk, por orden de Stalin, los servicios secretos rusos pasaron por las armas en la primavera de 1940 a miles de intelectuales polacos como parte de la estrategia preconcebida por este dictador de destruir a la elite polaca y con ello deshacerse del estado polaco. Acontecimientos que enturbiaron seriamente durante decenas de años las relaciones entre Rusia y Polonia.

Y mire usted por dónde, el avión que llevaba a toda la representación polaca a las celebraciones del aniversario de aquella trágica efemérides, tuvo que estrellarse en el mismo bosque en donde ocurrieron los acontecimientos de 1940. La fatalidad es un tópico entre las gentes de Polonia. Mis polacos me han contado que el fatalismo era uno de los “siete pecados capitales” originalmente polacos que se trataban en las escuelas a mediados del siglo pasado. No es solo la trágica historia del siglo XX, la que ha marcado a este pueblo. Recuerdo que desde 1795 hasta 1918 el estado polaco no existió. La democracia de los nobles heredada de la Dinastía culminó en una anarquía, que borró a Polonia del mapa a finales del siglo dieciocho. Una y otra vez se cierne sobre Polonia y sus gentes la tragedia del destino. Fatalidad que se nota también hoy en muchos rostros de los miles de polacos reunidos estos días en la plaza Pilsudski, entre el monumento al soldado desconocido y la gran cruz que recuerda la primera visita de Juan Pablo II a Polonia en el año 1979.

Al expresar mi condolencia a mis “nietos polacos” y a su mamá recuerdo unas palabras que este querido y añorado Papa dijo a los jóvenes universitarios de Cracovia, el viernes 8 de junio de 1979: “Debéis llevar al futuro toda la experiencia de la historia que tiene por nombre "Polonia". Es una experiencia difícil, quizá una de las más difíciles del mundo, de Europa, de la Iglesia. No tengáis miedo a la fatiga, sino solamente a la ligereza y a la pusilanimidad. De esta difícil experiencia que tiene el nombre de "Polonia", se puede lograr un futuro mejor, pero sólo a condición de ser honrados, sobrios, creyentes, libres de espíritu, fuertes en las convicciones.”

Sé por mis hijos, que ese futuro mejor ya está llegando a Polonia, a pesar de los reveses de la fortuna. Polonia tampoco se hundirá esta vez, mis nietos son hoy y serán también mañana protagonistas de ese futuro que Juan Pablo II anhelaba y pedía a sus jóvenes paisanos.

viernes, 9 de abril de 2010

El LHC o la "máquina del Big Bang"

En mis últimos años de bachillerato llegaron a Granada los primeros televisores. Fue un acontecimiento. Recuerdo que mis primeras imágenes televisivas las vi en la casa de una amiga a la que acudíamos frecuentemente yo y otros compañeros de clase, atraídos, no sé si por la simpatía de la anfitriona, que se llamaba Esperanzita, o por la novedad del invento que tenían en el salón de su casa. Ya entonces, supimos por nuestro profesor de física que aquella caja contenía un tubo de rayos catódicos, una especie de cañón de electrones inventado por Sir William Crookes a finales del siglo diecinueve.

Me he acordado de ello al saber de otro acelerador de partículas cargadas eléctricamente que estos días ha comenzado a funcionar. Mientras que el primero ocupaba algunos centímetros del televisor de mi amiga Esperanza, tiene el segundo tubo 27 kilómetros de largo y lo han enterrado a más de cien metros de profundidad, en un terreno cercano a Ginebra, fronterizo entre Suiza y Francia. Le llaman el Large Hadron Collider (LHC). (Yo me pregunto, ¿por qué lo habrán enterrado tanto?) Está construido en forma circular y pertenece a la Organización Europea para la Investigación Nuclear, conocida también por la abreviatura CERN. Ha tardado catorce años en construirse y se han gastado en su construcción más de cuatro mil millones de Euros (¡!). Realizaron las primeras pruebas en septiembre del 2008, y tras solucionar algunas dificultades iniciales, se arrancó nuevamente en noviembre del 2009, consiguiendo, a finales de marzo de este año, la primera gran colisión de haces de protones dentro del tubo. Ocho mil científicos de todo el mundo esperaban el gran momento. En las dependencias del CERN se brindó con champán.

El jueves 1 de abril, los periodistas escribían maravillas sobre la nueva máquina, la máquina del Big Bang o “gran explosión”. El acelerador había logrado recrear un “mini Big Bang” en su interior. Los científicos de Ginebra esperan recrear las condiciones en las que se originó el Universo, el momento en que se pasó de la nada a la creación de la materia, del espacio y del tiempo. Y todo ello según modelos matemáticos que ellos, los mismos científicos, han planteado previamente. Según los expertos, se ha conseguido un récord mundial en la historia de la ciencia, el director del CERN habló incluso del “principio de una nueva era para la física moderna” que permitirá en un futuro dar respuestas a numerosas incógnitas del universo y la materia.

Dice el Dr. Rolf Landua, experto en antimateria en el organismo mencionado, que a Dios le quedaron – en caso de que exista y fuera EL quien lo hizo - solo 10 ó 12 segundos después del “Big Bang” para crear los elefantes, los caballitos marinos, los virus, los plátanos, nuestro sistema solar, la vía láctea y todas las demás galaxias, y por supuesto, Adán y Eva y su descendencia. En una entrevista que concedió al periodista del diario alemán “Die Zeit” aseguró que la simetría del evento no fue perfecta y, hete aquí, que nosotros y nuestro vasto universo somos el resultado de un fallo de simetría en el cosmos. Yo me pregunto ¿qué habrá ocurrido en el pequeño “Big Bang” del 31 de marzo en Suiza? Parece que tardarán años en evaluarlo. Por de pronto, estoy satisfecho de que no se haya producido en ese momento un “agujero negro”, como algunos agoreros pronosticaban. El lago de Ginebra y los Alpes no se han esfumado.

Tengo un enorme respeto por los investigadores y hombres de ciencia. A ellos y a la tecnología que de sus conocimientos se desarrolla, debemos grandes aportaciones a nuestro bienestar diario. Un amigo, doctor en física por la Universidad Complutense de Madrid, me amplió horizontes al respecto hace años, en conversaciones que tuvimos, preparando algunos proyectos de investigación y desarrollo de la microelectrónica. Pensemos por un momento en la medicina, los rayos X, el láser, la tomografía, sin citar la “World Wide Web”, sin la cual no sería posible hoy ni la investigación básica ni el CERN. Cuando los científicos encuentren las respuestas a las miles de incógnitas que existen sobre el universo y sobre el hombre, habrá una cuestión que, a mi entender, quedará siempre abierta: ¿Quién soy yo? ¿A dónde voy? ¿De dónde vengo? ¿Por qué estoy aquí?

Yo no quiero ser el resultado de un fallo de simetría en el cosmos. Me quedo con lo que aprendí de mis padres sobre el MISTERIO de la creación: que Dios creó todo con su sabiduría y por amor a los hombres, que ese mundo creado es bueno y está debidamente ordenado, y que lo hizo libremente y “de la nada”. Así lo decía la madre de los siete hijos macabeos, cuando los alentaba al martirio: “…… Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia.” En la noche de la Vigilia Pascual, tres días después del primer “mini Big Bang” de Ginebra, escuché en la iglesia de mi pueblo el bello y sencillo relato de la creación que hace el Génesis en sus primeros capítulos. Es la fuente de la que he bebido siempre y de la que quiero dar de beber a los míos, para que podamos encontrar respuestas a las preguntas que los científicos nunca nos podrán dar.

viernes, 2 de abril de 2010

La cruz de la soledad

“Valen más dos juntos que uno solo, porque es mayor la recompensa del esfuerzo. Si caen, uno levanta a su compañero; pero ¡pobre del que está solo y se cae, sin tener a nadie que lo levante! Además, si se acuestan juntos, sienten calor, pero uno solo, ¿cómo se calentará?” Tiene ahora más de ochenta años y ha vivido sola casi toda su vida. Ha sido y quiere seguir siendo independiente. Cuidó a sus ancianos padres, y cuando ellos se fueron, optó por la soledad. Intuyo que no supo de aquellos sabios consejos y experiencias que el anciano autor del Eclesiastés reflejó en su libro. ¡Pobre del que está solo y se cae! Ella ahora se ha caído definitivamente, sus capacidades físicas y mentales han aconsejado un cuidado más intensivo, especializado y cercano. Nunca quiso ir a una ‘residencia de ancianos’, hoy los suyos, los más cercanos, con el corazón partido la han llevado allí.

Fue la menor de diez hermanos. En aquellos años, cuando las familias numerosas eran casi “norma” en la sociedad española, había muchas posibilidades que alguna de las jóvenes de la casa quedara soltera y ofreciera sus servicios a los demás hermanos para cuidar a los hijos. Y aunque fuera solo en los veranos familiares. Yo conocí a varias en mi entorno familiar, y a alguna de ellas le debo felices días en mi infancia, allá por las sierras de la Alpujarra cuando yo creía que las matas de pimiento del cortijo además de pimientos daban onzas de chocolate. El gran filósofo y escritor Miguel de Unamuno escribió “La tía tula”, novela que se recrea con la vida de Gertrudis, persona impar, que no consigue o no quiere tener pareja, y que nunca acaba de realizarse, estando siempre insatisfecha con su entorno y consigo misma. Gertrudis cuidaba a los hijos de su hermana.

No fue así con ella, con la que se ha quedado involuntariamente en la residencia a la que nunca quiso ir. En su juventud estudió en el mejor colegio de la ciudad, y pronto optó por comenzar una vida profesional, a la que su madre la había animado como persona sabia y provisora. Unas oposiciones le dieron el cauce para entrar en el cuerpo de funcionarios del Estado, y aquello fue su suerte. Posteriormente algún que otro problema de salud grave la retuvo en casa, y con el tiempo la soltera de la familia vivió en su casa, rodeada de recuerdos y fotografías, y eso sí, muy independiente.

Yo la invité decenas de veces a que viajara y nos visitara en Alemania o en Italia durante nuestras estancias en aquellos países. Pero fue inútil, ella le tenía miedo al viaje, quizá sabía de las dificultades que las mujeres de su edad tienen para viajar solas. Recuerdo la historia de una heroína de los viajes solitarios, ella inglesa, que en sus memorias contaba la cantidad de desprecios y dificultades que una mujer como ella, no muy joven, no muy guapa ni tampoco rica, tenía que soportar viajando sola por el mundo. Así que mi soltera se quedó en su ciudad y los de su entorno la siguieron llamando “señorita X”. No llegó a “señora”, ni tampoco le hacía falta. Ella prefirió la soledad.

Me han dicho los que estuvieron cerca en los últimos años, que ella no sólo estaba sola, sino que se sentía sola. La ausencia de vínculos fue su cruz, tampoco los quería, el sentimiento de no pertenencia le llevó a la depresión. Sus relaciones personales se fueron apagando con la marcha de las pocas personas a las que ella quería. Es posible que la soledad, al final, haya sido la única que la entendió y que no le cuestionó jamás todo aquello que pensaba. Hoy en su nueva residencia sigue sola y la soledad será su cruz.

Una sabia mujer que creció a la sombra de los almendros y olivos, entre las sierras de Lújar y de la Contraviesa de Granada, decía a menudo, después de quedarse viuda: "la mujer sola es como un árbol sin hojas". Pienso que la “señorita” de mi memoria nunca llegó a tener hojas, su independencia la traicionó, y hoy arrastra con ella la cruz inmensa de la soledad. Los que la queremos, sentimos su destino pero no se lo pudimos cambiar.

Mañana tarde, cuando en la soledad cósmica del Sábado Santo salga de la Parroquia de San Lorenzo en Sevilla la Madre a la que le crucificaron al Hijo, “Maria Santísima en su Soledad”, en su cofradía del mismo nombre, le pediré a la que amó tanto que no deje sola a la que hoy recuerdo y ayer dejamos en manos expertas y cariñosas para ser mejor cuidada y acompañada. Su cruz y su dolor no se los puedo quitar, ni a una ni a la otra.