viernes, 25 de junio de 2010

"¡Os daré pastores según mi corazón!" (2)

Han elegido al menor de mis hijos como Secretario General de Caritas Europa. Aunque tendrá que trasladarse a Bruselas, ha sido una alegría para toda la familia. Durante la conferencia regional europea de Caritas, celebrada en España a principios de este mes, fue confirmado en el cargo y felicitado por los delegados de los países representados. En su saludo a la asamblea, citó algunas de las fuentes de su energía y compromiso personal con los pobres y desfavorecidos. Se refirió en primer lugar a un sacerdote, hermano de mi madre, y lo hizo con estas palabras: “At this first moment in front of you, let me remind with gratitude two persons: My granduncle Luis, priest, from whom I heard so many adventures and stories in my childhood about his passion: loving Jesus Christ and loving and serving the poor in the small villages in the impoverished south of Spain and in the suburbs of Tacna in Peru. .......”
"Amar a Jesucristo y amar y servir a los pobres.” Soy testigo de que las palabras de mi hijo son ciertas. Mi tío, el cura Luis Mellado, estuvo también presente en mis reflexiones de la Plaza de San Pedro, el viernes 11 de junio. Yo lo conocí en mi infancia, lo admiré y quise como un ejemplo a seguir. Nació en el año 1922 y se ordenó sacerdote en junio de 1951. Le asistí como monaguillo en su ‘primera Misa’. El Obispo de la Diócesis lo destinó como coadjutor a la Parroquia de San Pedro de Granada. Era su primer destino, y allí comenzó la “praxis” de su pasión por Cristo y por los más pobres de los pobres.

Eran años difíciles en la Andalucía de la postguerra española. Se luchaba con el hambre de cada día. Mis abuelos le compraron a su hijo el sacerdote un colchón para que pudiera descansar en las habitaciones de aquellas frías y húmedas paredes parroquiales de la rivera del Darro. Pronto supieron que el colchón había desaparecido – el tío Luis se lo había dado a un pobre de la parroquia y dormía en el suelo sobre unas tablas. El abuelo compró otro colchón, y después otro y otro más. No sé cuántos fueron, pero recuerdo a mi abuela llamándole la atención a su hijo y diciéndole: “¡por ese camino, hijo mío, cogerás alguna enfermedad!” No pasó mucho tiempo, y finalmente aquel estilo de vida lo llevó a sufrir una grave enfermedad, que lo tuvo postrado en cama (en casa de mis abuelos) durante meses. El me dijo que le habían contagiado, era la tuberculosis. Los cuidados de mi abuela, su madre, lo sacaron adelante.

Recuerdo que en los meses que estuvo en la cama se leyó la Biblia, desde el principio hasta el final, lo que a mí me pareció algo extraordinario. Desde su lecho quiso hacerme partícipe de su experiencia y me regaló un Evangelio, que aún hoy conservo, con la siguiente dedicatoria: “Al primogénito de mis sobrinos. Sea el Evangelio tu guía hasta que llegue el día deseado de triunfar con Jesucristo en el Reino.”

Un “reino” que él quiso construir como joven sacerdote ya en su entorno más cercano. No estuvo bien visto en aquellos años de cambio. Formó parte de una generación de sacerdotes que se enfrentó a los caciques civiles de turno, que mangoneaban las fiestas religiosas de los pueblos, y que luchó también, entre otras cosas, contra la preocupación por el dinero que se respiraba en las sacristías diocesanas. Recuerdo, por ejemplo, que los funerales de mi parroquia tenían diversas categorías o clases, según el cliente de turno. Eran como los trenes de la RENFE de los años cincuenta del siglo pasado, había asientos - en este caso funerales - de primera, de segunda y de tercera.

En el “reino” que mi tío el cura quería construir no había lugar para la preocupación por el dinero, y si la hubo, fue para apoyar a los pobres. Formó parte de la célebre generación de “Los tiratapias”, a los que el escritor Juan Sánchez Ocaña le dedicó un libro en el año 1993. Su título: “Los tiratapias. Una experiencia pastoral en los años 1950-1960”.

Todo aquello terminó mal. Ni el obispado ni el gobierno civil de aquellos años podían apoyar una pastoral semejante ni a un hombre con el fuego de un cura fascinado por el “Reino” (de Cristo) y su justicia. En 1962, el sacerdote Luis Mellado, salía de España y llegaba a una ciudad del sur del Perú, Tacna, en donde pudo desarrollar, no sin lucha también, toda su labor apostólica a favor de los más pobres, fundando parroquias y colegios, y siendo el promotor y primer Rector de la primera universidad católica de aquellas tierras, la Universidad Privada de Tacna. A los veinte años de su fundación, en el 2005, y ya de regreso a la Andalucía que le vio nacer, le nombraron Rector Vitalicio de aquella Universidad, colocando una estatua del “Presbítero Mellado” en la plaza pública.

Hoy, con ochenta y ocho años, el cura de mis reflexiones sigue celebrando su Eucaristía diaria en una Capilla olvidada de Granada. Dicen los que lo han visto recientemente, que le tiemblan las manos al levantar el pan y el vino durante la Misa. Es mi querido y admirado “tiratapias”, mi tío el cura Mellado, “pastor según SU corazón”.

viernes, 18 de junio de 2010

"¡Os daré pastores según mi corazón!" (1)

He estado con ellos en la Plaza de San Pedro. Eran quince mil los sacerdotes que con motivo de la conclusión del Año Sacerdotal, convocado por el Papa Benedicto XVI, acudieron a Roma en la semana pasada para asistir a la reunión de sacerdotes más numerosa que se haya realizado hasta ahora. Se esperaban nueve mil, pero llegaron quince mil de todos los continentes. Había entre sus filas muchos y buenos amigos personales, a los que aprecio y admiro. Con mi asistencia quise mostrarles mi agradecimiento. Este encuentro internacional de Roma se convocó con el tema “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”.

Es quizá la fidelidad de estos hombres lo que más admiro de ellos. Fueron muchos sacerdotes, los que en el transcurso de mi vida marcaron parte de mi propio ser. Algunos fueron amigos, otros maestros de vida, hubo profesores de latín, de piano y de otras materias, guías en lo pastoral y “socorristas” y médicos en los tropiezos y caídas del camino. A través de sus manos sacerdotales recibí el perdón del Padre Celestial y las gracias de los demás sacramentos. Un sacerdote me bautizó, de una mano sacerdotal recibí la Primera Comunión y la Confirmación, un sacerdote bendijo mi casamiento, y espero que algún día sea también un sacerdote el que me acompañe en los últimos minutos de mi vida. En muchos de ellos vi reflejada la paternidad de Dios, en alguno descubrí verdaderamente el rostro de Cristo, pobre entre los pobres y ofrenda permanente a los que le fueron confiados. Soy un hombre con suerte, entre tanto sacerdote cercano no tengo ninguna “oveja negra” que reseñar.

Cuando sentado en la Plaza de San Pedro esperaba a que comenzara la Santa Misa que presidió el Papa Benedicto XVI – fueron más de dos horas de espera – tuve tiempo para recordar algunas de las figuras sacerdotales más cercanas de mi vida. Me detuve, como no, en el primer sacerdote del que yo tengo conciencia clara y recuerdos concretos. Eran los tiempos en que todavía oíamos las campanas de la iglesia del pueblo y nos dejábamos guiar por sus campanadas durante las tareas del día. Recordaré siempre las campanadas de las ánimas. Eran tres toques secos con la campana grande en secuencia de un minuto o más. En otoño e invierno sonaban a las nueve y en primavera y verano a las diez. Era la hora de pensar en los difuntos y de irse a casa. La madre esperaba para la cena.

Aquel sacerdote se llamaba Don José Crovetto Bustamante y era amigo de mi padre. Fue durante más de 50 años el cura del pueblo en el que vivió mi familia algunos años de mi infancia. Dicen que fue el cura que le ofreció a Federico García Lorca la confesión unas horas antes de marchar hacia el fatídico barranco cercano a ‘Fuente Grande’, en Granada.
Don José fumaba mucho, como mi padre también lo hacía. En su sotana negra aparecían alguna que otra vez las huellas de los cigarrillos. Era anciano, y para nosotros los niños una figura con autoridad. El y mi padre pasaban juntos muchas tardes, charlaban, no sé de qué, y tenían en el pueblo amigos y ‘enemigos’ comunes. Me acordaré siempre entre estos últimos del alcalde, Don Julián, cacique y poco amigo de los clérigos y maestros, y por lo tanto de Don José y de mi padre.

Como hijo mayor del maestro, me tocó ser monaguillo de Don José. Lo acompañé durante muchas misas, bautizos y entierros. Recuerdo su latín, entonces incomprensible para mí, y recuerdo mis “Amen” y poco más. Alguna que otra vez yo contestaba también aquello de “et cum spiritum tuum”, y me quedaba tan fresco. No fue el latín sino su respeto y amor por Jesús Sacramentado, que tantas veces llevó en sus manos, lo que caló en mi alma infantil. Su cara se transfiguraba en diversos momentos de la celebración eucarística. Yo lo miraba con curiosidad, me llamaba la atención. Eran los momentos de la consagración y de la comunión.

En una ocasión se le cayeron algunas hostias consagradas al suelo. Me impactó su agitación y el esmero especial que puso en limpiar con un paño húmedo, que yo le traje de la sacristía, el lugar del accidente. Nunca jamás volví a pisar aquellos centímetros cuadrados de la escalinata. Cuando pasaba por allí, adelantaba mis pies de tal forma, que nunca pisaran el trocito de piedra que Don José había limpiado. Sentí en mi alma infantil que algo muy importante había ocurrido en aquel incidente. Quiero recordar que él tampoco pisó más aquel lugar. Y yo le imité.

A partir de aquel día, la custodia que Don José ponía sobre el altar en las horas de adoración brilló para mí de una forma especial. Allí estaba presente Jesús Sacramentado, el Rey de Reyes y Señor de la historia, Señor de mi padre y también de Don José, el cura del pueblo que me vio correr y jugar, y que fortaleció la plantita, aún débil, de mi fe infantil.
(¡Prometo seguir!)

viernes, 11 de junio de 2010

Los gusanos de seda

Estamos en esa época del año en que las arañas tejen sus finas telas para captar el alimento que le brindan los insectos que vuelan alrededor de la casa y en otras partes de nuestro jardín. Se multiplican por doquier. He tenido la paciencia de observar a uno de estos animalitos en su trabajo de ingeniería, son rapidísimos. No así aquellos otros obreros hiladores de mi infancia, los gusanos de seda, que durante casi treinta días crecían comiendo hojas de la morera que yo les traía, hasta alcanzar su madurez y formar su capullo con más de 900 metros de hilo de seda finísimo. (Lo de los novecientos metros lo supe después, estudiando el fenómeno de la sedicultura).

En aquel misterioso capullo, origen de tanta seda fina, se encerraba el gusano después de varias semanas, cambiando su aspecto físico y convirtiéndose en ninfa, para diez días después surgir como por encanto convertido en mariposa, animalito que se encargaría, jugando con otras compañeras, de asegurar la especie, poniendo sus huevecitos diminutos antes de morir. El fenómeno se repetía en mi tierra granadina cada año, allá por el mes de abril o mayo. Todo un prodigio de la naturaleza, que los padres y maestros enseñaban a los niños para que, a falta de televisiones, ordenadores y consolas varias, se entretuvieran y aprendieran jugando el devenir fantástico de la naturaleza.

Eran las cajas de zapatos las jaulas infantiles en donde se producía aquella interesante metamorfosis en la que mi padre, maestro de escuela en la España rural, se apoyaba para explicar la evolución biológica de los gusanos que fueron fuente de riqueza en la Andalucía de los árabes y de la Edad Media. Época aquella en la que las moreras abundaban por sierras, caminos, balates y acequias. Alguien que necesitaba madera las cortó, y nos quedamos sin la industria de la seda. El alimento de los gusanitos desapareció y con ello la fuente de ingresos de miles de familias campesinas que se ganaban un sustento adicional con la cría de los gusanos de seda y su consecuente explotación. Las cajas de zapatos no se habían inventado todavía, pero sí se usaban como habitáculos del gusano y como talleres de su habilidad las paneras y los zarzos de cañizo, que se tejían con las cañas de las ramblas alpujareñas. La seda granadina era apreciada en todas partes, los mercaderes genoveses, toscanos y venecianos la llevaron por todo el mundo, incluidos los mercados atlánticos.

El cultivo del gusano comenzó hace miles de años en China y la producción de seda se extendió por todo el sudeste asiático. Algunos comerciantes nos trajeron en el siglo XI los huevos de los lepidópteros ‘Bombyx Mori’, futuros gusanos de seda, y también las semillas de la planta de las moras, las moreras, con lo que se aseguró la crianza de gusanos de seda en Europa. La ‘Ruta de la Seda’ pasaba entonces por mi Andalucía. En el siglo XX quedamos solo los escolares granadinos para mantener allí viva la tradición. Hoy, en la segunda decena del siglo XXI, pocos saben de la cría de los gusanos y de la producción de la seda por estos lares. Me dicen que los especialistas han sustituido la hoja de la morera por un alimento químico que dan a los pobres animalitos. Yo, en mi desconocimiento, me pregunto si la seda de hoy será tan fina como fue la que producían los moriscos granadinos.

Me fascinaría plantearle a mi familia la posibilidad de iniciar en nuestro jardín una producción de seda al estilo de mis antepasados. Me he informado bien, sólo se necesitan 6000 capullos por cada kilogramo de seda que queramos producir. Las reducciones de la pensión de jubilación que los economistas y politicos europeos y españoles nos anuncian, pueden hacer recomendable y útil tal producción. Y prometo hacerla ecológica: todo naturaleza, nada de química. En las aceras del pueblo adonde resido, San Agustin del Guadalix, hay muchas moreras, que en estas fechas protegen con su sombra a los peatones. Aunque hay que andarse con cuidado, porque las moras blancas que caen al suelo, aparte de manchar la piedra, han producido también caídas y resbalones indeseados. Pienso consultar a los especialistas si los gusanitos comen también el fruto de la morera. Si fuera así, la producción de la seda estaría asegurada en mi jardín. Temo, por otra parte, que si se entera el alcalde de mi pueblo introducirá de inmediato la antigua “Renta de la Seda”, que los Reyes Católicos, copiando a los árabes granadinos, mantuvieron como fuente de ingresos para las disminuidas arcas del Reino. Al final no sé qué hacer, veremos lo que dicen los míos.

viernes, 4 de junio de 2010

¿Quién entiende a Israel?

Nos hemos reunido con nuestros amigos y hemos decidido peregrinar a Israel en la próxima primavera. En verdad que le debo a mi mujer desde hace tiempo un viaje a Tierra Santa, se lo “regalé” con motivo de un festejado aniversario de nuestra boda. Pero siempre hubo algo que lo impidió. ¿O fui yo el que lo impidió?

En esta ocasión me propuse no buscar pretextos para la peregrinación prevista, pero, mira por donde, el asalto de los militares israelíes a los barcos de la así llamada “Flota por la libertad”, que estaban camino de la franja de Gaza con víveres y materiales de construcción para la población palestina allí ‘encerrada’, ha hecho que vuelvan mis reservas con el asunto de los judíos y de sus prácticas políticas y culturales.

Tengo claro que desde que Tito en el año 70 tomara y destruyera la ciudad de Jerusalén, y desde que en el año 135 los judíos fueran expulsados de Israel, hasta el año 1897 en que el primer Congreso Sionista de Basilea, Suiza, decidiera la promoción de asentamientos judíos de agricultores, artesanos, comerciantes en Eretz Israel, los judíos vivieron dispersados por todas las tierras de nuestro planeta. Destino cruel, pero real y ya anunciado por los profetas en la antigüedad: “Les esparcí por las naciones, y fueron dispersados por las tierras; conforme a sus caminos y conforme a sus obras les juzgué” (Ezequiel 36:19). El sufrimiento producido por el ‘holocausto’ en Alemania a causa de la maldad de Hitler y sus secuaces, los nazis, aceleró sin duda la proclamación del Estado de Israel por Ben Gurion en 1948. Y todo ello, no sin polémica internacional de todo tipo. Puede ser que haya muchas personas que no crean en el destino de los pueblos, pero siento que son muy pocos los que entienden a los judíos y a los habitantes del Israel actual.

Hoy seguimos con la polémica porque no sabemos juzgar a los protagonistas de la historia: basta ver las primeras páginas de los periódicos más leídos en los principales países de nuestro entorno. Me referiré a España y a Alemania. Las reacciones en España las veo resumidas y condensadas en la pregunta que se hace Guillermo Toledo en un artículo del miércoles 2 de junio, que titula “¿Quién se atreve con Israel?” Con un sectarismo sin límites califica a Israel de terrorista, y a sus socios en América y Europa los tilda de cómplices en el “delirio guerrero y criminal” israelí. Los políticos españoles se llevan también una desaforada tarascada del señor Toledo. (Veáse “elmundo.es”).

Los periódicos alemanes son más comedidos y objetivos con la situación real en Gaza. La tragedia del ‘Holocausto’ marcó justificadamente a mis alemanes. En sus diarios recuerdan que existe actualmente un conflicto internacional armado entre Israel y Hamas, organización terrorista que tiene el control de la franja de Gaza, y que, respetando el derecho internacional, existe un bloqueo marítimo a todo ese territorio para evitar la importación de armas y su posterior uso contra el Estado de Israel. También informan que Israel había ofrecido a los organizadores de la acción humanitaria organizada en Turquía recibir las mercancías en el puerto de Aschfod y trasladarlas por vía terrestre a Gaza. La agencia DPA cita un comunicado de una organización en Bruselas, que anunciaba, ya antes de ocurrir los hechos en el Mediterráneo, que los activistas humanitarios anti-israelíes estaban más preocupados en promover un acontecimiento espectacular para los medios, y no tanto en asegurar la llegada de la ayuda a la población de Gaza. Desgraciadamente los organizadores han tenido “su éxito”: todos ellos levantan los dedos en forma de “V” en su regreso a los aeropuertos de origen. Desgraciadamente algunos de ellos quedaron en el camino, por culpa de las armas de los soldados israelíes y por el interés de los enemigos de la paz en Israel.

Volvemos a la falta de ecuanimidad en los juicios sobre los judíos y palestinos. Hoy he recordado la historia de mi querida Granada, ciudad que me vio nacer. En la antigüedad se llamaba “Granada al-Yahud”, la de los judíos. Los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, la liberaron en el año 1492 del poder de la última dinastía árabe-nazarí y de su rey Boabdil el Chico. La toma de Granada fue financiada por los judíos don Isaac Abravanel y don Abraham Senior, Contador Mayor de Castilla y Rabino Mayor del reino, lo que no impidió que los Reyes firmaran el edicto de expulsión de los judíos de España el 31 de marzo de 1492. Se impuso la política real basada en la unidad dinástica y la unidad religiosa. Las súplicas del banquero real, Isaac Abravanel, a favor de sus hermanos fueron rechazadas, saliendo de España unos 100.000 judíos.

La historia de otro judío andaluz, narrada por un árabe, me facilita el análisis de mis propios sentimientos. Se llamaba Samuel ben Nagrella (993-1055) y fue un personaje excepcional e irrepetible. Llegó a ser secretario personal de los visires árabes Habus y Badis, gozando de su entera confianza a pesar de ser judío. Su vida la recogen diversos historiadores, entre ellos el árabe Ibn Hayyán al Qurtubi (1076). Este inicia su relato con las siguientes palabras: “Este maldito judío era un hombre superior, aunque Dios no le informó sobre la verdadera religión”. Y después sigue tranquilamente: “Poseía amplios conocimientos y toleraba la conducta insolente con paciencia. Combinaba un carácter sólido y sabio con un espíritu lúcido y un trato educado y amistoso. ……. Era un hombre extraordinario.“ ’La verdadera religión’ en el pensamiento de un árabe sobre un judío. ¿No será que Yahveh y sus designios siguen presentes en la vida del pueblo de Israel? ¿Quién valora hoy la dimensión religiosa del hombre y de los pueblos? Hay muchos poderosos y políticos que buscan eliminar a Dios de la cultura; a éstos les están pasando factura los fundamentalismos de todo género.

Creo que esta vez, a pesar de todo, peregrinaré a Israel con mi mujer y mis amigos. ¡Si Dios quiere!