lunes, 21 de septiembre de 2009

EL CLÉRIMAN

Acabo de regresar de Roma. Estuve unos días en el Centro Internacional de Schoenstatt en la ciudad eterna. Asistí a la fiesta anual del Santuario. Fue también un encuentro con antiguos amigos italianos. Quise saludar al párroco y a los demás sacerdotes de la parroquia vecina al Centro. Me encontré con la sorpresa de que el vicario que yo conocía, ya no estaba. Hombre adulto y maduro, con más de cincuenta años, ha sido víctima de una “crisis vocacional” y consecuentemente el obispo del lugar, Mons. Gino Reali, y los superiores de su congregación lo han apartado de su tarea pastoral. Fue una decepción, el hombre no me disgustaba. Y pensé además: un sacerdote menos en una diócesis tan cercana a Roma y que tiene este año sólo dos seminaristas en formación.
Me retiré a reflexionar en el Santuario. Allí me encontré con un libro/cuaderno que los responsables han dejado para que los peregrinos escriban los nombres de los sacerdotes por los cuales ellos desean que se rece durante este año dedicado al sacerdote. Fue también allí que recordé la visita “ad limina” de obispos brasileños al Papa durante estos días y los consejos que él les dio sobre la prioridad de la formación espiritual de sacerdotes y seminaristas en sus diócesis. Me acordé de las últimas noticias llegadas a Roma sobre secuestros y asesinatos de sacerdotes en Filipinas, Pakistán, México y Colombia, hombres entregados a su labor misionera y de promoción humana en aquellos países. Reflexioné, algo confundido, sobre la situación de los Legionarios de Cristo, la comunidad y sus miembros, muchos de ellos jóvenes sacerdotes, que están siendo investigados por las autoridades eclesiásticas (la visita apostólica comenzó el 15 de julio en todo el mundo). Recé agradecido por los nuestros, por los sacerdotes diocesanos de Schoenstatt y por la comunidad de los Padres de Schoenstatt. También recé por mi tío Luis, el cura viejo e incansable, protagonista de miles hazañas apostólicas en Perú y por mi sobrino, el salesiano.
Dos acontecimientos importantes han ocurrido en estas fechas y que tienen que ver con los sacerdotes de Schoenstatt. La comunidad de los Diocesanos ha vendido su antigua casa en el Aventino de Roma para poder seguir construyendo el Centro Internacional de la Via Santa Gemma, y los Padres han concluido en Schoenstatt/Alemania su Congreso internacional, en el que han elegido a la nueva Dirección de la comunidad. Al recibir la copia de la carta con las fotos de los cinco Padres elegidos, me llamó la atención que todos ellos están sonrientes – el Superior General, un poco menos (¡!) – y que de los cinco, tres tienen el clériman puesto y dos van con la camisa normal. Uno de mis nietos me ha preguntado: “¿Qué es el clériman, Opa?” Tuve que explicarle que se trata de la camisa que llevan los sacerdotes con una tirita blanca en el cuello, para poder ser reconocidos como tales. Después me acordé de un test de “estima sacerdotal” que ha publicado en España Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de Palencia, para valorar el aprecio a los sacerdotes. “¿Valoramos el sacerdocio y queremos a nuestros sacerdotes?” se pregunta el obispo, y plantea doce preguntas al respecto. En una de ellas quiere saber nuestra reacción ‘cuando vemos a un sacerdote por la calle’. Y yo le preguntaría antes al obispo: ¿Cómo sabemos mi nieto y yo, fuera de la celebración de la Misa, que se trata de un sacerdote? Mi nieto me dice, sin pensarlo mucho: “¡Por el clériman, abuelo, que no te enteras!!”

2 comentarios:

  1. Desde tu atardecer,
    desde tu camino,
    desde tus alegrías
    y tus penas,
    hacia tu entrega,
    hacia la plenitud.
    Desde y hacia el amor.

    De tu hijo Tomás

    Felicidades por tu nueva tarea, por tu nuevo camino
    para hacer presente tu vida en la nuestra.

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  2. Querido Paco,

    Nos ha gustado mucho tu blog y te animamos a que sigas escribiendo pues hemos disfrutado mucho con tus apuntes romanos y esperamos seguir haciéndolo con esta nueva inicitiva que has tenido. Desde mi atardecer está desde hoy en nuestros favoritos. Un abrazo,
    Teresa y Ángel

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