jueves, 17 de diciembre de 2009

Un belén en Colonia

Estoy en Colonia desde hace unos días. Me alegro de aprovechar el viaje para visitar también uno de los mercados navideños más famosos de la ciudad. Dicen que cada año acuden a él casi cinco millones de personas. Se extiende por el atrio de la catedral y tiene más de ciento cincuenta puestos de venta con una gran variedad de golosinas, salchichas con pan y otros productos culinarios, figuras de chocolate, de plástico y de madera, artículos para el árbol de navidad, coronas de adviento, cascanueces y otras manualidades, así como figuras para los nacimientos o belenes. Sus luces y adornos invitan al visitante a pasear por el recinto. Como remedio contra el frío ofrecen también Glühwein, una preparación de vino tinto y especias que se bebe caliente.

Al llegar a la residencia adonde paso las noches me imaginé un belén con las personas que he encontrado durante estos días en Alemania. Varias familias me invitaron a sus casas, estuve también de compras en un centro comercial. (Mi mujer necesita algunos productos y detalles alemanes para la navidad madrileña en casa.) Recordé que fue en el año 1223 cuando Francisco de Asís dio origen a los pesebres o nacimientos, en una ermita de Greccio/Italia. La escena del nacimiento de Cristo fue entonces representada por personas reales dentro de un establo con animales, no con figuras de cerámica madera o barro, como hoy lo conocemos.

Me vi rodeado de escenas vivientes que me impactan y cuestionan, escenas con las que me he visto confrontado en estos días: allí está la familia amiga de padres ya jubilados, que tienen a su hijo, alcohólico, cobijado en casa, porque su mujer, la nuera, lo ha echado del hogar y se quiere divorciar; allí están también los dos divorciados con un hijo cada uno, que se unieron en matrimonio hace un par de años y que han tenido a la pequeña Elisabeth, siendo así ya cinco los que viven juntos, formando la „Patchwork-Familie“ tan repetida por estos territorios. Veo también en mi pesebre viviente al anciano adicto al juego y que está perdiendo su pequeña fortuna, al vecino de cincuenta y tres años que dejó a su esposa después de veinticinco de matrimonio y al padre de familia con dos hijos adolescentes que también a la edad de cincuenta y tres años se ha quedado sin trabajo porque la empresa cerró. He comido con mis amigos, los tiroleses, matrimonio y familia encantadores, llenos de optimismo y alegría, con tres niños pequeños en la casa, perro y conejos en el jardín. Vi a nuestro joven asesor fiscal y a su esposa con cuatro hijos adoptados. Todos ellos estaban también en mi belén viviente alemán.

Al día siguiente fui a un centro comercial en la ciudad, me senté en un Café y vi pasar ante mí otros personajes para mi nacimiento: eran multitud de ancianos, solos con bastón o cesta de la compra, la mayoría mujeres, algunos jóvenes con bolsas de marcas conocidas en las manos y paso ligero, matrimonios de avanzada edad y pelos blancos, un anciano en silla de ruedas, empujada por una joven asiática de rasgos bien pronunciados y aun minusválido, autónomo, en su silla de ruedas eléctrica. Dos cochecitos de niño, uno de ellos con la joven mamá y el otro con mamá y abuela. A todos ellos los coloqué en mi belén viviente. Yo también estaba allí.

Busqué después a los ángeles, que según la tradición deberían cantar y no los encontré. Posiblemente aún no había llegado el momento oportuno para entonar su canción o yo no los podía oir. Me pareció que la noche era joven y que el amanecer no había llegado. Yo me encontraba en medio de la oscuridad. En el fondo de mi corazón deseé que el dolor, el fracaso, la soledad y la tristeza hubieran pasado ya.

En ese momento se acercó a mi mesa una joven embarazada de hermosa y bella figura. Ella y el hombre que la acompañaba ocuparon la mesa vecina. Pidieron la carta al camarero y comenzaron a hablar. Ellos han traído a mi mente que el Hijo de María y José de Nazaret, Jesús, nuestro Salvador y Maestro, vino al mundo, allá en Belén, en la más profunda oscuridad de los tiempos y no tuvo ni posada ni lecho que le acogiera. Estoy seguro que El nace hoy también en Colonia, en todos los corazones que lo anhelan. Yo quiero y necesito estar entre ellos.

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