viernes, 14 de mayo de 2010

¡Al mal tiempo, buena cara!

Estamos viendo en estos días abundantes caras largas, rostros preocupados y atormentados, en los programas de noticias y debates de las televisiones. Soy asiduo de los telediarios alemanes, italianos y españoles. Allí he visto, por ejemplo, a los que esperaban horas y horas en los aeropuertos europeos a que soplara el viento, y la nube de cenizas del volcán Eyjafjallajökull desapareciera del espacio aéreo correspondiente, o las caras de los políticos europeos, Merkel, Sarkozy o Zapatero, cuando explicaban a los ciudadanos que “a donde dije digo, digo Diego”, y que además, tenemos que apretarnos un poco más el cinturón. Hoy, - ¡qué espanto! - , al mirarme al espejo, me he visto yo también con cara larga. Acaban de anunciarme la congelación de mis ingresos para el año que viene. Esto y la subida de impuestos anteriormente anunciada me exigirán ahorrar no sólo en lo superfluo sino también en lo necesario.

Europa se va haciendo poco a poco la casa de todos, y parece que nos exige sacrificios. Lo que ocurre en Reykjavik repercute en Sevilla, a más de tres mil kilómetros (el aeropuerto sevillano cerró por las cenizas del volcán), y los platos que rompen en Atenas, los tienen que pagar los ciudadanos de Berlín y París, y también el que suscribe. Yo aprecio mucho a la cultura griega, pero nunca pensé que los despilfarros de los vecinos de la Acrópolis tuvieran que ver con mi bolsillo. Aunque, hablando con honestidad, mi cara se alargó no por culpa de los griegos, sino más bien por culpa de mis paisanos los políticos españoles. Ellos también están despilfarrando, y es mi dinero.

El lunes me desperté preocupado. Durante la noche anterior habían estado reunidos en Bruselas los ministros de economía europeos buscando salvar el euro, y con ello la economía y estabilidad del sistema económico de la Unión. Antes del amanecer del lunes habían aprobado un plan de rescate de 750.000 millones para los países del euro con problemas, principalmente España y Portugal. La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolás Sarkozy, respaldan la creación del fondo, exigiendo a los países endeudados que saneen sus cuentas y reduzcan el déficit público. En definitiva, que no gasten lo que no tienen.
Y como Obama también llamó por teléfono, ahí me tienes, que nuestro presidente del gobierno socialista y su equipo han tenido que echar marcha atrás en su política de dádivas y clientelismo, y anunciar medidas extraordinarias de recorte presupuestario que atañen directamente al bolsillo de los ciudadanos, entre ellos al de los jubilados. Se acabó con la subida de los sueldos. Hay otros, los funcionarios, a los que incluso se les baja el sueldo. Los periódicos hablan del mayor recorte social producido en nuestra historia; y lo tendrá que hacer un socialista, que no ha querido hacer a tiempo sus deberes, y al que ahora otros lo han obligado.

Cuando hace unos meses cambiaron las aceras de mi pueblo sin motivo alguno y levantaron a la entrada del mismo una escultura estrambótica, pensé que el asunto iba mal, y que algún día lo pagaríamos todos. La cara de J.L. Rodriguez Zapatero en el congreso de los diputados, anunciando las medidas de ahorro que los otros dirigentes europeos le han impuesto, no era larga, era kilométrica. No quisiera estar en su traje. Es posible que haya aprendido a la fuerza algo más de economía. La ministra Salgado se habrá encargado de transmitírselo. Ella tuvo que escuchar todo lo que le dijeron en Bruselas. Dicen que fue una de las peores reuniones de su vida profesional. Cuando en la madrugada tuvo que informar a los periodistas, el cansancio y la tensión le pasaron factura, no podía articular las palabras. Su cara estaba desfigurada. Lo siento, pero ella y todos nosotros pagamos ahora no solo los platos rotos de Atenas, sino los que en España, su gobierno y sus autonomías, se han venido rompiendo en los últimos años. El aumento del desempleo y el escaso crecimiento económico, son temas aún pendientes.

Me gustaría poder asumir una parte del esfuerzo, pero me rebelo al constatar que hay muchos que seguirán en sus poltronas de oro; me refiero a los grandes bancos y sus directivos, a las miles de subvenciones electoralistas que pesan sobre el presupuesto nacional, y a los especuladores en las bolsas y mercados financieros, que sin pagar impuesto alguno han hecho del dinero una mercancía más, prostituyendo así su cometido y función.

Mi recuerdo me traiciona: el pago de las deudas que hizo obligadamente mi madre en los años de la postguerra para alimentar y educar a sus cinco hijos, le costó posteriormente muchos años de sacrificios y parte de su vejez. Y como ella no pudo hacerlo sola, la nueva generación, sus hijos, tuvimos que echarle una mano. La historia se repite, los hombres no aprendemos. Y cuando seguimos andando por esos mundos sin preocuparnos del cómo y las formas, las cenizas de algún volcán inoportuno o algún acontecimiento inesperado nos ponen de nuevo a cavilar, y la cara nos traiciona. A pesar de todo, mañana, al levantarme, me diré: ¡Paco, al mal tiempo, buena cara!

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