viernes, 7 de mayo de 2010

El día 1 de mayo

El invento del domingo lo consideré siempre un acierto “divino”. La posibilidad de descansar un día a la semana y de tener la oportunidad de acordarse y celebrar en comunidad al Dios que nos dio la vida, forman parte de mi cultura personal y familiar.

La “sencillez” divina de un día especial a la semana la superó la sociedad actual con la inflación de los “días conmemorativos”. He leído en algún medio una lista de los “días” mundiales o internacionales de algo o de alguien. Son casi doscientos. Hay “días” para todos los gustos. No son sólo aquellos tan conocidos como el día de los enamorados, de la madre, del padre, del hijo, de los abuelos, del niño y del nieto, sino que los hay para todos los eventos, profesiones y situaciones. Leo sobre el día del asma, del glaucoma, del sida, de la tuberculosis, de la epilepsia, de la lepra, el día mundial del corazón y, no podía faltar, el día del correo. Se me olvidaban, también están el día del sueño y el día de la rabia.

Lo del día del trabajo o primero de mayo es algo distinto. Conocemos por la historia, que en este día se recuerda a los así llamados Mártires de Chicago, sindicalistas anarquistas que fueron ejecutados en Estados Unidos por su participación en unas jornadas de lucha obrera, hasta entonces sin precedentes, y que fue un congreso de la ‘Segunda Internacional Socialista’, en el año 1889, el que acordó conmemorar en esa fecha el día mundial del trabajo. No comulgo con las ideas de las “Internacionales Socialistas” de ayer ni con la demagogia de los sindicalistas de hoy, pero he de confesar mi simpatía por aquellos que ya en el año 1886 lucharon por la célebre reivindicación de “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”. Me pareció una idea genial, que he intentado integrar en mi estilo de vida.

Por otra parte, el 1 de mayo es para mí un día de recuerdos íntimos y personales. Ahí está, por ejemplo, aquel pueblo tan lejano de mi infancia, en donde llevábamos a la Iglesia en este día grandes ramos de flores para iniciar el “mes de María”. Era la flor blanca del celindo, olorosa y agrupada en racimos, rodeada de hojas de color verde intenso, mi flor preferida. La eché de menos durante muchos años, pero ahora que vivimos de nuevo en el sur, es la celinda la flor que adorna los rincones de nuestro hogar en primavera. Es sencillez, frescura y alegría. Su olor hace dulce el aire que respiramos.

En Alemania no se dan las celindas, pero sí crecen los abedules. Fue un pequeño abedul el protagonista de un primero de mayo de mis años jóvenes en aquel país querido. Lo recuerdo en todos sus detalles. Estaba enamorado, ella ya lo sabía. Vivía con sus padres en una de las típicas casas alemanas de pueblo, con sótano, dos plantas y un tejado bien empinado, y en el vértice superior del mismo la chimenea de la casa. Supe que en esa región, la Renania, existía la costumbre de poner en la víspera del uno de mayo un abedul, adornado con cintas y otros elementos decorativos, en lo alto del tejado de la casa de la mujer amada. Eran ellos, los pretendientes, los que tenían que llevar a cabo la hazaña. Así que me tocaba y lo hice.

Tuve que buscarme ayuda, mi hermano Juan Antonio y un amigo español, emigrante de los de entonces, fueron mis cómplices. Esperamos a que dieran las doce de la noche en el reloj de la iglesia cercana, e iniciamos la aventura. Había que escalar la fachada, atarse en el tejado y llegar hasta el vértice superior del mismo para meter y atar el abedul en la chimenea de la doncella amada. Los dueños de la casa no deberían notarlo, pero más tarde supe que la protagonista de aquellos amores, hoy mi mujer, estaba detrás de una ventana, con una amiga suya, observando la movida. Con un par de caídas no traumáticas, mi hermano recuerda todavía sus espinillas doloridas, conseguimos alcanzar la meta. El árbol estaba en la chimenea y todo el mundo pudo ver, durante el mes de mayo, que la hija de la casa tenía su novio declarado.

Aunque el asunto no terminó con la escalada. Había que aguantar toda la noche al sereno para evitar que algún competidor te quitara el árbol, se lo llevara o pusiera en la chimenea el suyo, muestra de su interés por la susodicha jovencita. Así que los tres quedamos en vela y consumimos durante esas horas algunos litros de cerveza, para hacer pasable la noche al raso.
Quiero hoy hacer memoria del tercero en aquella noche, mi amigo el emigrante. Era malagueño y trabajaba en Alemania. En sus ratos libres escribía poesías. Supe años más tarde que al regresar a España dedicó su tiempo a escribir, y fue un poeta conocido en su tierra natal, la Málaga mediterránea. Su nombre fue Pablo Chaurit. Hace algunos años que desgraciadamente nos dejó.

En aquella madrugada del uno de mayo de mil novecientos sesenta y tres, con la enésima cerveza en el cuerpo, y animados por los amores de nuestra juventud, Pablo Chaurit escribió una poesía, que aún hoy conservo, dedicada a la mujer por la que velábamos bajo las estrellas y que yo tanto amaba. Fue un acróstico y cantaba así:

Amante corazón, cuajado en lágrimas,
No olvides que tu amor es oro fino,
Ni tengas el temor desventurado
Entrégate a él como el Dios vivo
Lo hizo, hoy por ti, sin cuentagotas.
Istmo de paz, regazo blanco,
Esperanza del Dios que te bautiza;
Será tu corazón amando mucho:
Eres la pluma suave de un mensaje en nombre.

El papel doblado de aquella noche lleva el título “Para ti” (mi mujer se llama ANNELIESE), tiene la fecha del 1 de mayo del sesenta y tres, y huele a madrugada alemana. Lo firma: Pablo Chaurit. Es un recuerdo para agradecer.

6 comentarios:

  1. Antonio Mellado Suárez11 de mayo de 2010, 0:10

    Que bonito y hermoso me ha resultado leer tu primero de Mayo,con tu definición del acierto "divino"y tu bellísima historia del abedul,así como el canto de tu amigo Pablo.Estas bellas historias son las que dan vida a la vida..
    Un abrazo fuerte de tu primo Antonio.

    ResponderEliminar
  2. Paco, me adhiero a lo de Antonio y te agrego que cada día admiro mas tú cabeza, corazÓn, memoria y DONES para entretener y educar.
    Que lo sigas con tus hijos, nietos y amigos. AbrazO,chileno y del 31-5

    tú orante hermano, Fenando A. Ave mta.

    ResponderEliminar
  3. Conocí a Pablo. De prosa lírica en constante diálogo con un sueño...Sueño de amante.

    ResponderEliminar
  4. Hola
    Pablo Chaurit, fue mi tio.
    Persona admirada por muchos. Sus libros se leen y releen, ya que sus poesias invitan a pensar, a relajarse y a dejarse llevar.
    Me gustaria compartir comentarios con personas que le conocieron. Gracias por mantener su recuerdo.
    juan@melchor.biz

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Juan. Sí,Pablo era de una de gran sensibilidad. A mí parecía que vivía sólo para la poesía.

      Eliminar
    2. Hola Juan Melchor, tuve el honor de ser amigo de Pablo durante largo tiempo y lo perdí mientras me aproximaba a él desde lejos. Me gustaría intercambiar recuerdos.

      Eliminar