viernes, 4 de junio de 2010

¿Quién entiende a Israel?

Nos hemos reunido con nuestros amigos y hemos decidido peregrinar a Israel en la próxima primavera. En verdad que le debo a mi mujer desde hace tiempo un viaje a Tierra Santa, se lo “regalé” con motivo de un festejado aniversario de nuestra boda. Pero siempre hubo algo que lo impidió. ¿O fui yo el que lo impidió?

En esta ocasión me propuse no buscar pretextos para la peregrinación prevista, pero, mira por donde, el asalto de los militares israelíes a los barcos de la así llamada “Flota por la libertad”, que estaban camino de la franja de Gaza con víveres y materiales de construcción para la población palestina allí ‘encerrada’, ha hecho que vuelvan mis reservas con el asunto de los judíos y de sus prácticas políticas y culturales.

Tengo claro que desde que Tito en el año 70 tomara y destruyera la ciudad de Jerusalén, y desde que en el año 135 los judíos fueran expulsados de Israel, hasta el año 1897 en que el primer Congreso Sionista de Basilea, Suiza, decidiera la promoción de asentamientos judíos de agricultores, artesanos, comerciantes en Eretz Israel, los judíos vivieron dispersados por todas las tierras de nuestro planeta. Destino cruel, pero real y ya anunciado por los profetas en la antigüedad: “Les esparcí por las naciones, y fueron dispersados por las tierras; conforme a sus caminos y conforme a sus obras les juzgué” (Ezequiel 36:19). El sufrimiento producido por el ‘holocausto’ en Alemania a causa de la maldad de Hitler y sus secuaces, los nazis, aceleró sin duda la proclamación del Estado de Israel por Ben Gurion en 1948. Y todo ello, no sin polémica internacional de todo tipo. Puede ser que haya muchas personas que no crean en el destino de los pueblos, pero siento que son muy pocos los que entienden a los judíos y a los habitantes del Israel actual.

Hoy seguimos con la polémica porque no sabemos juzgar a los protagonistas de la historia: basta ver las primeras páginas de los periódicos más leídos en los principales países de nuestro entorno. Me referiré a España y a Alemania. Las reacciones en España las veo resumidas y condensadas en la pregunta que se hace Guillermo Toledo en un artículo del miércoles 2 de junio, que titula “¿Quién se atreve con Israel?” Con un sectarismo sin límites califica a Israel de terrorista, y a sus socios en América y Europa los tilda de cómplices en el “delirio guerrero y criminal” israelí. Los políticos españoles se llevan también una desaforada tarascada del señor Toledo. (Veáse “elmundo.es”).

Los periódicos alemanes son más comedidos y objetivos con la situación real en Gaza. La tragedia del ‘Holocausto’ marcó justificadamente a mis alemanes. En sus diarios recuerdan que existe actualmente un conflicto internacional armado entre Israel y Hamas, organización terrorista que tiene el control de la franja de Gaza, y que, respetando el derecho internacional, existe un bloqueo marítimo a todo ese territorio para evitar la importación de armas y su posterior uso contra el Estado de Israel. También informan que Israel había ofrecido a los organizadores de la acción humanitaria organizada en Turquía recibir las mercancías en el puerto de Aschfod y trasladarlas por vía terrestre a Gaza. La agencia DPA cita un comunicado de una organización en Bruselas, que anunciaba, ya antes de ocurrir los hechos en el Mediterráneo, que los activistas humanitarios anti-israelíes estaban más preocupados en promover un acontecimiento espectacular para los medios, y no tanto en asegurar la llegada de la ayuda a la población de Gaza. Desgraciadamente los organizadores han tenido “su éxito”: todos ellos levantan los dedos en forma de “V” en su regreso a los aeropuertos de origen. Desgraciadamente algunos de ellos quedaron en el camino, por culpa de las armas de los soldados israelíes y por el interés de los enemigos de la paz en Israel.

Volvemos a la falta de ecuanimidad en los juicios sobre los judíos y palestinos. Hoy he recordado la historia de mi querida Granada, ciudad que me vio nacer. En la antigüedad se llamaba “Granada al-Yahud”, la de los judíos. Los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, la liberaron en el año 1492 del poder de la última dinastía árabe-nazarí y de su rey Boabdil el Chico. La toma de Granada fue financiada por los judíos don Isaac Abravanel y don Abraham Senior, Contador Mayor de Castilla y Rabino Mayor del reino, lo que no impidió que los Reyes firmaran el edicto de expulsión de los judíos de España el 31 de marzo de 1492. Se impuso la política real basada en la unidad dinástica y la unidad religiosa. Las súplicas del banquero real, Isaac Abravanel, a favor de sus hermanos fueron rechazadas, saliendo de España unos 100.000 judíos.

La historia de otro judío andaluz, narrada por un árabe, me facilita el análisis de mis propios sentimientos. Se llamaba Samuel ben Nagrella (993-1055) y fue un personaje excepcional e irrepetible. Llegó a ser secretario personal de los visires árabes Habus y Badis, gozando de su entera confianza a pesar de ser judío. Su vida la recogen diversos historiadores, entre ellos el árabe Ibn Hayyán al Qurtubi (1076). Este inicia su relato con las siguientes palabras: “Este maldito judío era un hombre superior, aunque Dios no le informó sobre la verdadera religión”. Y después sigue tranquilamente: “Poseía amplios conocimientos y toleraba la conducta insolente con paciencia. Combinaba un carácter sólido y sabio con un espíritu lúcido y un trato educado y amistoso. ……. Era un hombre extraordinario.“ ’La verdadera religión’ en el pensamiento de un árabe sobre un judío. ¿No será que Yahveh y sus designios siguen presentes en la vida del pueblo de Israel? ¿Quién valora hoy la dimensión religiosa del hombre y de los pueblos? Hay muchos poderosos y políticos que buscan eliminar a Dios de la cultura; a éstos les están pasando factura los fundamentalismos de todo género.

Creo que esta vez, a pesar de todo, peregrinaré a Israel con mi mujer y mis amigos. ¡Si Dios quiere!

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