viernes, 23 de julio de 2010

La cena

Trescientas cuarenta y cinco velas encendidas formaban parte del bello y escogido decorado con el que se presentaban al invitado las más de cien mesas esparcidas por la enorme sala de las Jura-Hallen en la ciudad de Neumarkt en Baviera, en la noche del viernes 16 de julio. Un escenario único e inolvidable. Manos delicadas y corazones abiertos habían preparado el lugar. La dirección de la empresa DEHN + SÖHNE había invitado a todos sus empleados a celebrar con los miembros de la familia Dehn los cien años de la fundación de esta empresa singular. El consejo de administración invitó también a los antiguos colaboradores y a una decena de amigos escogidos, entre los cuales estábamos mi mujer y yo. Éramos más de mil trescientos comensales los que nos encontramos aquella noche para cenar en familia. Una cena entrañable, para no olvidar.

Tengo un amigo, que al hablar y escribir del cielo se lo imagina como una apacible y hermosa cena, en donde verá otra vez a sus seres queridos y charlará con ellos, en cuya mesa comerán y beberán juntos, y en donde “todos descansaremos de nosotros mismos, de la fatiga diaria, y en donde bendeciremos lo que somos, haber trabajado, sufrido, amado, llorado; bendeciremos nuestras penas, y los sufrimientos serán ‘como no sidos’.”
Una cena en familia, con los amigos más íntimos, con los que construimos nuestro día a día, también nuestra cotidianidad profesional y empresarial, y con los que compartimos nuestros recuerdos.

En la mesa que nos tocó ocupar la noche del viernes pasado acompañaban a nuestro amigo, el nieto del fundador y director general del grupo de empresas, su adorable esposa, el alcalde de la localidad con su consejero, dos antiguos directores de la empresa con sus esposas y los primeros y más importantes colaboradores del grupo en el extranjero. Los iniciadores de las actividades en Dinamarca, Italia y España levantamos nuestras copas esa noche, agradeciendo el haber trabajado y sufrido juntos, y alegrándonos de que nuestros esfuerzos hoy ya son “como no sidos”. Al menos para mí y para aquellos que como yo, que hoy, al no estar activos en la profesión, vemos “los toros desde la barrera”.

Conocí a mi amigo T. Dehn, el nieto del fundador de la empresa, hace ya muchos años en una feria de Hannover. Una instalación eléctrica importante para el funcionamiento del faro del cabo de Palos en la Manga del Mar Menor había sido dañada por los efectos de un rayo. La electrónica que gobernaba el equipo había sido destruida en su totalidad. Tenía la responsabilidad de buscar una solución técnica para proteger nuestros equipos de los rayos y sus efectos. La busqué en Alemania, la encontré, pero además me encontré con un amigo.

Son los miembros de la familia Dehn unos alemanes con unas características especiales. La historia de su empresa y el éxito de la misma lo atestiguan. Como buenos alemanes son trabajadores, organizados, efectivos, abiertos a la innovación y constantes en la ejecución. Pero tienen además algo que otros muchos paisanos suyos no tienen; poseen una apertura excepcional ante la forma de pensar del extranjero, una “humildad” ante aquel que se les acerca, que los hace excepcionales en su vida y en su obra. Han sabido ser lo que son y han sabido incorporar a su obra lo bueno de los que nos acercamos a ellos. Valoran y quieren al extranjero amigo. Así es hoy con mi amigo el nieto del fundador y así fue en toda la historia de su empresa, desde que su abuelo Hans Dehn registró ante el magistrado de la ciudad de Nürenberg una pequeña industria de instalaciones eléctricas en el año 1910.

Cuando recuerdo que la luz del faro del cabo de Palos ilumina intermitentemente a los navegantes de la costa mediterránea o cuando sé que las campanas de la catedral de San Basilio en la Plaza Roja de Moscú anuncian las horas a los moscovitas sin problemas, o cuando como pasajero de un avión aterrizo sin problemas en Barajas, en medio de una tormenta con rayos y truenos, agradezco a las diversas generaciones de la familia Dehn su tesón y empeño por ofrecer la seguridad eléctrica que requieren estas instalaciones de nuestro cotidiano vivir.

Durante la cena festiva del viernes comimos y bebimos juntos, bailamos y nos alegramos por lo hecho y recibido. Entre los diversos platos del menú, y mientras que la joven orquesta de la Escuela Oficial de Música de Neumarkt nos entretenía con conocidas melodías, pudimos charlar con nuestros vecinos de mesa y con otros muchos conocidos que nos saludaban y preguntaban por los hijos, los nietos y por la vida que ahora nos toca vivir. No faltaron las felicitaciones por la copa ganada por España en el mundial de futbol. En estos días es agradable para un español pasear por las calles y terrazas de Alemania. Y más aún, cenar con unos amigos de esta categoría.

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