martes, 17 de enero de 2012

Los ladridos de mi perro

Había terminado de desayunar y estaba leyendo las últimas noticias de la prensa del día. Al principio pensé que mi perro ladraba a alguna persona que a esa hora temprana paseaba por los alrededores de mi casa. Pero como los ladridos no cesaban, me acerqué a la terraza para ver lo que ocurría. Nuestro perro es joven, parece que está en la adolescencia. A menudo no entiendo los motivos de sus ladridos, que, por otra parte, son frecuentes. Pienso que ladra a todo y por todo, o también, que intenta provocar mi atención para que me entretenga con él.

Aunque en esta ocasión no iba conmigo, pues parecía ser otro el que lo estaba entreteniendo. Al borde de mi estanque, en el jardín, ladraba furiosamente y sin pausa, mirando con ojos enfadados y largos dientes a la superficie helada que cubre el agua, en donde pasan el invierno mis carpas y carpines dorados. Durante las últimas semanas, el frío que reina en estas alturas serranas cercanas a Madrid ha formado una placa de hielo brillante y transparente, en la que se reflejan durante el día el sol y las ramas de los arbustos y abetos cercanos, y en donde se miran al espejo los pájaros del jardín.

Tardé algo en captarlo, pero al final lo comprendí: a esa hora de la mañana era su propio rostro canino, enfadado y furioso, el que se reflejaba en el pulido espejo del estanque y al que ladraba sin cesar. No eran mis peces los causantes del enfado, sino un perro “extraño”, también negro y ladrador,  un intruso, que intentaba entrar en la parcela propiedad de mi joven y escandaloso guardián. La escena tenía su propio encanto y no pasó desapercibida en el entorno: una pareja de pájaros carboneros que anida cerca y la vecina parejita de petirrojos, todos ellos visitantes asiduos del lugar, admiraban fascinados desde las ramas cercanas a nuestro amigo el ladrador, mientras que las urracas callaban, excepcionalmente en esta ocasión, porque para armar escándalo, se dirían, con uno o con los dos de allá abajo en el estanque bastaba.

Me costó callarlo, pero debí hacerlo pensando en mi vecino, que llega tarde a casa y suele dormir hasta entrada ya la mañana. Tuve que acercarme al estanque para que desapareciera el intruso y mi perro, por fin, se callara. Son los regalos y sorpresas que uno tiene al vivir en el campo.

Al reanudar la lectura de las noticias del día, me sentí aturdido por otra sesión de voces y titulares que me parecieron en ese momento una continuación de los ladridos que acababa de silenciar. Desde hace meses los titulares y noticias de los periódicos parecen estar dictados por misteriosos poderes económicos que desde sus castillos y ‘rascacielos’ lejanos apabullan diariamente al común de los mortales. Es una jerga incomprensible que los periodistas repiten sin cesar, pero que ni ellos mismos la entienden – creo yo. Como mi perro esta mañana.

Valga, como muestra, una enumeración de lo que mis amigos los periodistas ofrecían esa mañana en primera plana y que yo pacientemente me tragué: “Nuevo zarpazo de Standar & Poor’s a la estabilidad económica”, “AAA, las tres letras que suenan como un revés para Sarkozy”, “Merkel dice: ‘Queda un largo camino para restablecer la confianza de los inversores’”, “El BCE sobre la rebaja de la nota: ‘S&P nos ha dado un golpe arrollador”, “El primer ministro francés no descarta nuevos recortes tras la rebaja de la nota”, “S&P rebaja en dos escalones la nota crediticia de España”,  “La ‘Rating-Agentur’ retira la mejor nota al fondo de rescate europeo”, “La Comisión Europea considera aberrante la rebaja de S&P”, “Astutos contables desvían la deuda de las Comunidades Autónomas de España: miles de empresas públicas, creadas en los últimos años, acumulan deudas millonarias”, “El Casino de Cantabria y una empresa de conservas de carnes en Baleares, ejemplos del denominado ‘interés público’ de estos entes”, “España está en recesión”.

Agotado de tanta historia y sin entender la mayoría de estos ‘ladridos’ – mejor dicho, titulares – decido dar carpetazo a la información nacional e internacional en ese día, y salir al jardín a reconciliarme con mi perro. Antes de irme con él al campo, paso por el filo del estanque y le invito a mirarse en el espejo helado de sus aguas. Su mirada ya no es agresiva; como si temiera que fuera yo ahora el que comenzara a ladrar, intenta con los movimientos de su cola decirme, que olvide el graznido de la urracas y busque en el verde de los árboles los diminutos carboneros y petirrojos que anhelan y sueñan con la primavera próxima. Agradecido, me abrigo y salimos al campo. El paseo de esa mañana se convierte en una larga y entretenida caminata. Y puedo asegurar, que durante todo el recorrido no se escuchó ladrar a nadie. Gracias a Dios.

2 comentarios:

  1. Sigues siendo el poeta que llevas dentro. Bendita sensibilidad con la que observas todo lo que te rodea.
    Que no te haga sufrir mucho...
    Te quiero mucho. Carmencita

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  2. ola somos los winter felicidades porque lo has hecho muy bien y porque me ha gustado mucho

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