viernes, 13 de noviembre de 2009

Juan Pablo II y el Muro de Berlín

El 9 de noviembre ha sido un día de celebraciones en Alemania. Se ha recordado con grandes símbolos y fiestas populares aquel otro 9 de noviembre de 1989 en el que cayó el Muro de Berlín, marcando el final de una época en la historia de Europa. Con la caída del Muro se puso de manifiesto que tanto la ideología comunista como su sistema económico habían fracasado y que no eran alternativa para el tercer milenio de nuestro continente. La libertad y la democracia salieron ganando. El rostro de Europa cambió con la consiguiente apertura de las fronteras y la posterior ampliación de la Unión Europea.

A la recepción oficial del Presidente Federal de Alemania, Horst Köhler, en Berlín, asistieron numerosos jefes de gobierno de Europa y otros políticos y personalidades de todo el mundo. En su discurso de bienvenida el Presidente alemán se refirió al acontecimiento y a las personas y circunstancias que posibilitaron la caída del Muro hace ahora veinte años. Citó con nombre y apellido a Georg Bush, Michail Gorbatschow y Helmut Kohl y recordó el papel fundamental del sindicato polaco Solidarność y la valentía del gobierno de Hungría en aquellas semanas clave de la historia. Lamentablemente la memoria histórica del Presidente alemán no le ha llegado para recordar públicamente al Papa Juan Pablo II.

Al darme cuenta de la omisión recordé que estamos viviendo en Europa – también – un esfuerzo continuado y sistemático de querer reducir la fe al ámbito estrictamente privado. Valga citar como ejemplo la sentencia que pronunció hace tan solo unos días el Tribunal europeo de Derechos Humanos prohibiendo el crucifijo en las escuelas de Italia. El 9 de noviembre de 1989 cayó un muro, pero desgraciadamente se siguen levantando otros muros.
Recuerdo cuando el anciano Papa Juan Pablo II atravesó la puerta de Brandenburgo en su último viaje a Berlín. En ese momento se ponía de manifiesto una vez más que la fe cristiana había contribuido a la unión y civilización del continente. Habían pasado años desde que en la Plaza de San Pedro en Roma se anunciara, en 1978, la elección como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica a un desconocido polaco llamado Karol Wojtyla.
Se cuenta que en una peregrinación que hizo el Papa a la ciudad de Asís el 4 de noviembre de 1978, un peregrino le preguntó: “Santo Padre, ¿qué pasará con la Iglesia del silencio?” Después de un momento de reflexión, el Papa le contestó: “La Iglesia del silencio hoy ya no existe. Ahora habla con la voz del Papa.”
Una contestación espontanea de Juan Pablo II que se hizo programa en su política y en las relaciones con su país y con todos los países de detrás del telón de acero. Declaraciones públicas del entonces jefe del estado ruso, Michail Gorbatschow y de su ministro de asuntos exteriores, Eduard Schewarnadse, atestiguan el protagonismo de Juan Pablo II en los acontecimientos que dieron paso a la caída del Muro y al desmoronamiento de la Unión Soviética.
La implicación y el compromiso personal de Juan Pablo II por la libertad de religión en todo el bloque comunista tiene su inicio en Polonia, en donde en 1981 se constituye el sindicato libre Solidarność en la ciudad de Danzig. El documento oficial con el gobierno polaco lo firmó el electricista Lech Walesa con un enorme bolígrafo, en el que se veía una reproducción del rostro del Papa.
Solidarność fue el primer sindicato libre del bloque soviético y surgió como consecuencia de las huelgas del verano de 1980. Junto a la Perestroika de Gorbatschows trajo el cambio no solo a Polonia sino que posibilitó, en un efecto dominó, la apertura y los cambios en otros países del Este, culminando con el ‘milagro’ de la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989, en Berlín. Atrás quedaron los viajes del Papa a su país natal en los años 1979, 1983 y 1987. Atrás quedaron también los encuentros públicos y privados con sus paisanos y las palabras dirigidas a todos los polacos: “¡No tengáis miedo!” Atrás sus intervenciones diplomáticas con Rusia y otros centros de poder.

Aunque el Presidente Federal alemán no lo haya querido reconocer públicamente, el tiempo ha hecho justicia también a Juan Pablo II, que junto a otras personalidades políticas empujaron la Historia para acelerar las reformas necesarias y traer así la libertad a toda Europa.

1 comentario:

  1. Aun recuerdo mi visita al Muro,

    fue unos pocos años antes de su demolicion, el paso por el check point charly, recorrer sus calles vacias, la fugaz visita guiada, las fotos a escondidas...

    Recuerdo el impacto de la forma de vida, los niños, la pobreza material y la riqueza afectiva.

    Gracias Paco por hacernos recordar esos momentos.


    Una abrazo

    ResponderEliminar