viernes, 6 de noviembre de 2009

La Fórmula 1 y el negro de Carrefour

En el fin de semana pasado quise ver la carrera de Fórmula 1 que se ofrecía por primera vez desde el circuito de la Isla Yas, cerca de Abu Dhabi, en los Emiratos Árabes Unidos. Fui uno de los 600 millones de espectadores de 188 países que siguieron, a través de la TV, este evento. Mi afición televisiva por la Fórmula 1 me viene de cuando el paisano de mi mujer Michael Schumacher contaba los años por victorias como campeón del mundo.

En esta ocasión la carrera carecía de un atractivo deportivo especial, el campeón de este año se decidió en la penúltima carrera. Sin embargo, el espectáculo valió la pena. Los jeques árabes y los dólares que brotan de los pozos de petróleo han hecho posible el milagro. En dos años y medio han construido encima de la arena de una de las islas que rodean la ciudad de Abu Dhabi un circuito de Fórmula 1 único en el mundo por su belleza, por sus prestaciones, sus características técnicas y su lujo. Como una red de pescadores que se lanza al atardecer, brilla junto al mar del Golfo Pérsico un conjunto de más de 4000 cristales diferentes por encima del tejado y la fachada del Hotel Yas, hotel que flanquea y cubre en parte las pistas del circuito. Al otro lado destaca por su espectacularidad un puerto deportivo adonde atracan más de 100 yates de lujo de otros tantos potentados, espectadores de este último Grand Prix de la temporada.

Se dice que el Hotel Yas, el circuito y los otros siete hoteles de lujo cercanos a las instalaciones deportivas han costado más de mil doscientos millones de dólares. Desde el inicio de las obras, hace ahora dos años y medio, han trabajado, en parte día y noche, más de 40.000 personas para finalizar a tiempo la primera parte del proyecto. En esta isla se han proyectado además varios parques de atracciones, una gran ciudad para más de 100.000 habitantes y un centro comercial con seiscientos comercios de todo tipo. Veintisiete mil millones de dólares se gastarán en construir todo este complejo.

Al escuchar tales cifras, y al ver las chilabas blancas en las tribunas del circuito me vino a la mente, sin quererlo, la pobreza inmensa del cercano y negro continente africano, especialmente en su región subsahariana. Millones de personas que mueren cada año por falta de agua y de comida, por citar sólo alguno de los males endémicos de esta región. Tengo que confesar que quedé interiormente confundido con el contraste. Tuve que hacer un esfuerzo por dejar mentalmente cada cosa en su sitio. La cuestión se me planteó de nuevo cuando, un par de horas más tarde, leí noticias de prensa que informaban sobre la llegada a las costas andaluzas durante ese mismo fin de semana de diez pateras con más de 150 inmigrantes. Cuarenta y dos de ellos, subsaharianos todos, eran recogidos por los equipos de Salvamento Marítimo en las playas vecinas a Motril/Granada, justo en el tiempo que los bólidos de la Formula 1 corrían por el circuito de Abu Dhabi en la tarde del domingo. Entre los que llegaron a Motril figuraban dos mujeres embarazadas y un menor.

En el transcurso de mi reflexión me acordé del Sínodo extraordinario de los Obispos Africanos celebrado en Roma durante el mes de octubre. Los Obispos piden a sus propios feligreses en los países africanos y a los gobiernos y multinacionales de todo el mundo solidaridad, reconciliación, justicia y paz.

Pensando yo también que lo que África está pidiendo es respeto, dignidad y solidaridad, me acordé del negro que está en la puerta de entrada del hipermercado Carrefour vendiendo el periódico “La Farola”. El martes en la tarde tenía que hacer algunas compras, y decidí entablar con él una conversación. Al llegar me dirigí a él y le pregunté por su nombre. No fue fácil, pero me esforcé, casi no sabe hablar español. Me dijo que se llama Enugu y que viene de Nigeria. Cuando salí del supermercado el bueno de Enugu me estaba esperando. Esta vez se dirigió él a mí porque quería contarme un secreto y pedirme consejo y ayuda. Inesperadamente África se me ha hecho más cercana y mis problemas con el circuito de la Isla Yas han tenido una respuesta a mi alcance en una persona concreta. Se llama Enugu y es un inmigrante ‘clandestino’ en nuestra Europa del bienestar.

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