viernes, 19 de febrero de 2010

Libertad y verdad

A principios de febrero tuve dos encuentros con la libertad. Dos personajes públicos de mi entorno, muy dispares entre sí, me proporcionaron motivos suficientes para reflexionar sobre la aventura de nuestra libertad. Uno fue el Padre José Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt y el otro José Luis Rodríguez Zapatero, actual presidente del gobierno español.

“El camino a la libertad también pasa por la chimenea del crematorio”. Son palabras del Padre Kentenich desde el campo de concentración de Dachau en 1944. Esta frase abre la biografía del fundador de Schoenstatt que ha escrito el carmelita español Eduardo T. Gil de Muro y que fue presentada el martes, 2 de febrero, en Madrid. La biografía lleva el título: “José Kentenich – Historia de un hombre libre”.

Sobre la vivencia del sacerdote alemán José Kentenich durante los primeros días de su estancia en Dachau como prisionero de los nazis, cuenta Gil de Muro en su libro: “A la entrada, para los que iban llegando, había una gran mazmorra a la que se conocía con el nombre de “el tránsito”. Allí se descargaban sobre los prisioneros las primeras voces, las primeras injurias, los más soberbios insultos. Y los primeros latigazos. ……….. Los curas, en la cuarentena de entrada, recibían tratamiento especial: nada de hablar con los otros prisioneros, ……………Se les vigilaba la conversación, la connivencia y los guiños cómplices. A Kentenich, cuando se dio cuenta de estas odiosas limitaciones, se le encendió el santo atrevimiento. Con él no podía ir aquello. No pueden cortarnos la palabra. Hablaremos. ….” Se inició así una lucha por “ser libre”, y por ayudar a los otros prisioneros a “ser libres” bajo las botas de los guardianes de las SS. Y que finalizó, años después, al ser liberado del campo de concentración por las tropas aliadas. Es un episodio más en la vida del Padre Kentenich, que muestra su anhelo de libertad y el valor que le concedía a la misma para llegar él y los suyos a ser plenamente hombres, a imagen de Dios.

Cuando alguien reza, y sobre todo, si reza delante de las cámaras de la televisión de medio mundo, hay que suponer que lo hace con honradez y veracidad. Me parece que fue así también con el presidente del gobierno español, R. Zapatero, en su discurso y plegaria en el National Prayer Breakfast del 4 de febrero en Washington. Aunque se dice agnóstico, rezó y estuvo a la altura de las circunstancias, aprobando el examen al que le sometieron los medios de comunicación españoles durante esos días. Al leer el discurso, me llamaron la atención sus pensamientos referidos a la libertad. En un texto de ochocientas cincuenta palabras mencionó ocho veces la palabra “libertad”. En medio de su plegaria, cuando reivindicaba la libertad de todos para vivir su propia vida, hizo una reflexión filosófica sobre la libertad que me causó estupor. Dijo así: “La libertad es la verdad cívica, la verdad común. Es ella la que nos hace verdaderos, auténticos como personas y como ciudadanos, porque nos permite a cada cual mirar a la cara al destino y buscar la propia verdad.”

En mis cavilaciones sobre el ‘mensaje’ de Zapatero en estas frases recordé al Padre José Kentenich, su vida y su pasión por la libertad. En sus luchas internas con la jerarquía eclesiástica, que también las hubo, y que le llevaron a estar catorce años exiliado y separado de su familia espiritual, tuvo siempre en mente la frase del Evangelio de San Juan (Jn 8,32) que dice: “La verdad os hará libres”. Es evidente que José Kentenich fue un hombre de Dios. Zapatero, sin embargo, se declara agnóstico y con sus palabras anteriormente citadas se encuadra conscientemente en las filas de los pensadores modernos explícitamente ateos. Con su expresión “La libertad es la verdad cívica, la verdad común”, el presidente del gobierno muestra claramente la crisis existente en el mundo de hoy respecto a la verdad y que se refleja sin duda en la práctica, por ejemplo, en parte de la legislación española actual.

Tuve la suerte de saludar personalmente al Papa Juan Pablo II. Los veintisiete años de su Pontificado marcaron nuestras vidas. Para clarificar mis interrogantes sobre las palabras de Zapatero, se me ocurre transcribir aquí un texto de la Encíclica “Veritatis Splendor” (agosto 1993). El apartado 32 dice: “En algunas corrientes del pensamiento moderno se ha llegado a exaltar la libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto, que sería la fuente de los valores. En esta dirección se orientan las doctrinas que desconocen el sentido de lo trascendente o las que son explícitamente ateas. Se han atribuido a la conciencia individual las prerrogativas de una instancia suprema del juicio moral, que decide categórica e infaliblemente sobre el bien y el mal. Al presupuesto de que se debe seguir la propia conciencia se ha añadido indebidamente la afirmación de que el juicio moral es verdadero por el hecho mismo de que proviene de la conciencia. Pero, de este modo, ha desaparecido la necesaria exigencia de verdad en aras de un criterio de sinceridad, de autenticidad, de «acuerdo con uno mismo», de tal forma que se ha llegado a una concepción radicalmente subjetivista del juicio moral. Como se puede comprender inmediatamente, no es ajena a esta evolución la crisis en torno a la verdad”.

Ya hace tiempo, otro político, Pilatos, en el interrogatorio que le hizo a Jesús de Nazaret antes de condenarlo a muerte le preguntó “¿Qué es la verdad?” Juan comenta en su Evangelio que, sin esperar la respuesta, Pilatos se retiró a seguir hablando con los judíos. Vaya, que se quitó el rollo de encima.

La libertad es el sentido más profundo de la dignidad del hombre, pero no es la verdad, la verdad es algo más. Respetando sus plegarias, no puedo compartir con Zapatero sus pensamientos sobre la libertad. Me quedo con el del Padre José Kentenich: “La verdad nos hace libres”. O como lo explica el Papa Wojtyla: "La verdad modela la libertad del hombre".

No hay comentarios:

Publicar un comentario