viernes, 5 de febrero de 2010

El "hombre de vidrio", o mi derecho a la intimidad

A lo largo de mi existencia he tenido la suerte de contar con algunos maestros de vida verdaderamente excelentes. Uno de ellos ha sido mi mujer. Recuerdo que ellos – y especialmente ella - me enseñaron a defender ante propios y extraños mi intimidad personal y a crecer con el tiempo en la comprensión y valoración del derecho a la privacidad.

Cuando estoy en casa por las mañanas y suena el teléfono, tengo la tentación de dejar que suene, y salir al jardín para no escucharlo. Sin embargo hay siempre un “por si acaso” que me hace contestar. Tengo mala suerte, la mayoría de las veces es alguien que quiere “hacerme una encuesta”, ofrecerme un mejor servicio telefónico o venderme algo. Me esfuerzo por ser cortés, pero corto la conversación de inmediato. No sé si alguna vez estas personas leyeron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en uno de sus artículos dice, que “nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.” Me pregunto, si podría denunciar en el juzgado de guardia a estas “moscardas” matutinas.

Algún experto ha definido la intimidad como "la facultad que tiene cada persona de disponer de una esfera, ámbito privativo o reducto infranqueable de libertad individual, el cual no puede ser invadido por terceros, ya sean particulares o el propio Estado, mediante cualquier tipo de intromisiones".

Pero mira por dónde, no sólo son los vendedores de colchones los que invaden mi intimidad, sino que es el Estado con su legislación y otros estamentos y entidades los que se meten en mi casa sin pedir permiso, hiriendo mi derecho a la intimidad y sobrepasando esa barrera que defiende mi autonomía como individuo frente a los demás. Al comprar un billete de avión, al hacer una transferencia de dinero, al usar Internet estoy exponiendo mi vida privada a otros. Mis datos están siendo recogidos sin mi conocimiento y, por supuesto, las más de las veces sin mi consentimiento. Hay alguien que los recoge, los procesa y almacena sin que yo lo autorice. Me han hecho, sin preguntarme, un “hombre de vidrio” (en alemán “Gläsener Mensch”), un hombre transparente, que gracias a leyes, a acuerdos internacionales y disposiciones fiscales, tiene que sacrificar parte de su derecho a la privacidad.

Valga como ejemplo una noticia de esta semana: me refiero al acuerdo que los Ministros de Interior de la Unión Europea y Estados Unidos firmaron en noviembre pasado sobre datos bancarios (Acuerdo “Swift”), y que ha entrado en vigor el lunes pasado. La pretendida lucha contra el terrorismo va a permitir, que los americanos tengan acceso a los millones de datos bancarios que la empresa de servicios financieros SWIFT administra desde Bélgica, y que incluyen todas las transferencias bancarias, también las mías y las de me vecino. Estoy seguro que ni mi vecino ni yo pertenecemos a una banda terrorista, pero mientras se demuestra o no, los agentes especializados en Estados Unidos saben, por ejemplo, que mi inquilino en Alemania me ha pagado – por fin - el alquiler que me debía. ¿Qué te parece?

Hoy he leído, que hay una fuerte oposición en el Parlamento europeo a este acuerdo, y que se quiere frenar la puesta en marcha del mismo. Una intención muy loable y de agradecer a nuestros parlamentarios europeos, si no fuera porque, por otra parte, y paradójicamente, están financiando con decenas de millones de euros de nuestros impuestos proyectos de investigación y desarrollo de circuitos de vigilancia y control para ámbitos urbanos abiertos, que registrarán y almacenarán datos, tales como expresiones, gestos, mímica, portes y actitudes corporales de los ciudadanos así como “conductas anormales” de los transeúntes. Pronto los políticos de turno legislarán sobre las “conductas normales” y hay de aquel, por ejemplo, que se meta el dedo en la nariz en vez de usar los ‘kleenex’ o ‘scottex’ de turno. Para interesados y estudiosos cito el nombre de los proyectos. Se titulan: “Indect” (www.indect-project.eu) y “Adabts” (http://cordis.europa.eu). Informarse sobre los fines y medios de los mismos no tiene desperdicio. ¡El omnipresente ‘gran hermano’ de George Orwell se queda pequeño!

Recuerdo que el “hombre de vidrio” es una metáfora nazi, que refleja la idea de un Estado que puede adueñarse por entero de la vida de las personas, que frente a si no tiene ciudadanos sino súbditos. Al final ocurriría, que si yo quiero preservar una mínima esfera de privacidad e intimidad, me convertiré para ese Estado omnipresente en “alguien que tiene algo que esconder” y por lo tanto sospechoso. Es la lógica típica de los regímenes totalitarios. Creo que vivo en una democracia, pero se me hace difícil creer en la buena intención y el ‘sano juicio’ de nuestra clase política dirigente.

1 comentario:

  1. Querido Paco, no puedo dejar de aplaudir la juiciosa reflexión que va más allá de lo que ahora vemos. la intervención de un Estado cada vez más potente va siempre en detrimento de la sociedad civil y de su creatividad en todos los campos. La visiòn de Orwell no se queda ciertamente corta, es un aviso de la tentación que mora en el alma humana y que se libera gracias a otra "experiencia" en la que lo que prima es la positividad de un Amor y de una Verdad que nos hacen libres. Sigo prefiriendo esta formulación a la enmienda que le hace nuestro presidente. Por cierto, creo que sería interesante que nos comentaras tu reflexión sobre la "libertad que nos hace verdaderos", pues creo que dentro de ella no deja de haber una potente carga ideológica que nos lleva precisamente a la esclavitud del Estado. Un fuerte abrazo, hermano Paco. Ignacio+

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