viernes, 21 de enero de 2011

El viejo profesor

El Ayuntamiento de Madrid ha financiado y respaldado la edición de las Obras Completas del profesor y político de la transición Enrique Tierno Galván. El propio Alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, ha hecho su presentación en un acto público, coincidiendo con el 25 aniversario de la muerte del autor de la obra. Y lo ha justificado diciendo que “por encima de ideologías, siglas y otras caracterizaciones menores, la memoria de Enrique Tierno Galván es patrimonio de todo Madrid, la ciudad a la que amó y sirvió”. Intuyo intereses políticos en esta celebración, cerca ya de unas nuevas elecciones, pero recuerdo que en los años 80 el alcalde Tierno Galván, el viejo profesor, caía bien a los madrileños con sus maneras y bandos especiales, marcadamente irónicos y con frases en latín, promoviendo la célebre ‘Movida’, que hizo de Madrid por un tiempo la ciudad de la cultura en Europa. De una cultura algo especial y estridente; para muestra, su célebre frase de 1984 en el Palacio de los Deportes: “¡Rockeros, el que no esté colocado que se coloque ….. Y al loro!”

Años antes, a finales de 1975, tuve la oportunidad de conocer personalmente al viejo profesor. Un amigo alemán me pidió que acompañara a un periodista de un conocido medio de comunicación de Alemania al piso de Tierno Galván en la calle Ferraz. Eran los tiempos en que el mundo exterior, especialmente los alemanes, se interesaban por el futuro de España tras la muerte de Franco. En este contexto el profesor quiso conceder una entrevista a los alemanes, en la que yo tuve la suerte de actuar de intérprete. Nos recibió con gran naturalidad y afecto, todo a su alrededor transpiraba aquellos aires y formas de los catedráticos universitarios que yo conocí años antes en la casa de un familiar de mi abuela. Me refiero a José Pareja Yébenes, catedrático de las Universidades de Sevilla y Granada, y ministro de la Segunda República.

Sin querer plantear una comparación entre los dos catedráticos y políticos mencionados, puedo dar fe que Tierno Galván, al igual que Pareja Yébenes, era un hombre marcadamente intelectual, de gran rigor y cuidada reflexión. Dominaba un amplio abanico de intereses y su cercanía despertaba el respeto del interlocutor. Yo, por aquel entonces ajeno a los entresijos de la política, pero, a pesar de ello, decididamente antimarxista, quedé positivamente impresionado por el nivel humano del profesor y por la calidad de su pensamiento. El periodista alemán me había puesto previamente al corriente sobre las principales características del personaje a entrevistar.

Fue una entrevista interesante, especialmente para mí, que vivía el momento histórico de España con una cierta intranquilidad esperanzada. Me llamó la atención saber que la muerte de Franco no la celebró como era de esperar de un miembro de la oposición socialista. También nos dijo que no confiaba en que el Príncipe Juan Carlos sacara España adelante; su falta de experiencia democrática y su cercanía al antiguo Régimen lo iban a impedir. Aseguró sin embargo con satisfacción que la dictadura había finalizado y que aconsejaba a Juan Carlos asumir para la transición española el papel de Karamanlis y no el de Caetano. Ante sus observaciones pensé en la designación, meses antes, del Príncipe como sucesor en la Jefatura del Estado y las posibles consecuencias de tal acto.

Aunque estaba convencido con Ortega y Gasset de que los problemas históricos de España eran consecuencia de la falta de una minoría rectora, Tierno Galván destacó ante el periodista alemán que en ese momento la mayoría de los que ostentaban el poder en nuestro país deseaban también que la democracia se instaurara entre nosotros. Y lo subrayó diciéndonos que el capitalismo necesitaba seguridad para sus negocios y que el Régimen que finalizaba con la muerte de Franco ya no se la ofrecía.

Aunque la tarea de traducir no te permite reflexionar sobre lo oído, algunas opiniones del viejo profesor se quedaron en mi memoria. A la pregunta del alemán si él era marxista respondió afirmando que era marxista y que su partido también lo era. Y ante una observación del que le entrevistaba, explicó que el marxismo de hoy debe adaptarse a las condiciones objetivas que el desarrollo de la sociedad ofrece. Hoy no se pueden ver las cosas con los ojos de un marxista de los tiempos de Karl Marx, ahora se trataría de una revolución tecnológica y no de una industrial, dijo.

Con su destacada inteligencia tenía claro que en ese momento no se podía iniciar en España un proceso revolucionario, porque sería un fallo catastrófico. Era, más bien, el tiempo de instaurar una democracia; o mejor, una democracia socialista, según él dijo. Los socialistas sabían que los experimentos necesarios para llegar a una ‘sociedad sin clases’ en España se harían llegado su momento. En el actual era prioritario acceder a una democracia formal según el modelo de la Europa occidental. Lo demás vendría después, cuando la fruta estuviera madura.

He leído que años después el cardenal de Madrid dijo en su funeral: “Tierno Galván fue imagen de los buenos mortales, de la elegancia en el trato, de la buena crianza: supo hacer de la política una confrontación de ideas y proyectos, no de personas”. Me quedo con esto y con la imagen de un catedrático y profesor a la vieja usanza según nos mostró aquel día en su casa de Ferraz en Madrid.

1 comentario:

  1. Enrique Tierno Galván fue un alcalde de Madrid que no hizo nada por Madrid, por los madrileños, ni por la parte de ellos que eran juventud en aquel entonces. Para Madrid postuló crecimiento cero, con lo que congeló todo crecimiento, no solo de industrias y servicios sino de todo lo demás. A la juventud la animó a una huida hacia adelante, sin ideales, sin principios, sin futuro. Se acuñó en aquel entonces (¿o venía de antes?) el calificativo cariñoso de "viejo" profesor, pero yo lo considero más como el "caduco" profesor, el pillo intelectual, marxista, que quería cambiar la sociedad no a través de la revolución sino a través de las costumbres, para hacerla una "masa" de fácil manejo para los intereses subversivos soterrados. Cuidó mucho su imagen de una especie de paternidad para que los demás le dejaran hacer lo que quería. Para mí es un ejemplo muy claro de lo que se entiendo por un "lobo vestido de cordero".

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