viernes, 16 de diciembre de 2011

Polonia y sus gentes

Hace poco más de dos décadas llegó a mi casa una jovencita, nacida en el mundo eslavo, en Polonia, y que por obra y gracia de su amor y el de mi hijo el menor pasó a pertenecer a mi familia, como hija nuestra y madre de dos de mis nietos. Desde entonces me intereso por los acontecimientos de aquel lejano país, y a menudo me pierdo en la accidentada historia de ese pueblo. En esta semana acaban de recordar el treinta aniversario de la proclamación de la ley marcial por el general Wojciech Jaruzelski con la salida de los tanques a las calles y el inicio de varios años de represión política contra los sindicalistas de “Solidarność”, aquel sindicato que lideró el conocido electricista y premio nobel Lech Wałęsa.   

La cercanía espiritual con Juan Pablo II ha motivado también mi curiosidad e interés. Son los polacos un pueblo singular. Cuando llegué a Alemania, en mis años jóvenes, pensé que Polonia era una tierra de bosques y lagos sumergida en el imperio comunista de la Unión Soviética. Algo inaccesible, estaba detrás del telón de acero. Fue después, con la elección de Karol Wojtyla como Papa en el año 1978 y con las célebres huelgas de los astilleros de Gdansk en 1980, cuando aquel país fue tomando una marcada identidad en mi mundo de intereses: identifiqué en sus gentes el principio del fin del comunismo y de su ideología, algo que personalmente siempre deseé y les agradezco.

Les tocaba de nuevo luchar. En esta ocasión era contra el yugo comunista, años y siglos atrás fue contra las aspiraciones políticas y el poder hegemónico de Rusia, Prusia y Austria, que ya en 1794 se repartieron los territorios polacos, desapareciendo Polonia del mapamundi por más de ciento veinte años!! No puedo olvidar tampoco la época del nacionalsocialismo en Alemania, la segunda guerra mundial y sus consecuencias. El destino de su tragedia histórica es impresionante. 

Ahora, al intentar identificar a los polacos, como pueblo, los veo como aquellas gentes que tienen un gran apego a su tierra y que se sacrificaron por defenderla, mantener las tradiciones y sobrevivir en medio de la adversidad. Mi nuera ha traído a nuestra mesa familiar algunas costumbres que recuerdan aquel tiempo y aquellas circunstancias. He leído que no fue siempre así, Polonia conoció tiempos mejores con una destacada nobleza y un florecimiento cultural extraordinario. Pero sus gentes hoy son hijos del ayer. Aparte de tener un espíritu obstinado  y duro, según dicen, han forjado los eslavos un espíritu común que no llegamos a captar los del sur. Como si estuvieran viviendo todavía en "la patria fragmentada y enfrentada, pero siempre anhelada y nunca perdida". Dicen algunos que es un pueblo que baila con la fuerza con que lucha. Yo los vi bailar durante horas y días en la boda de mi hijo, allá en Masuria, en el país de los mil lagos.

Dos noticias de estos días refuerzan mi sentir. Para conmemorar los treinta años de le referida “ley marcial de Jaruzelski” se estrena en las pantallas de los cines polacos una película del director Waldemar Krzystek, titulada “80 millones”. He leído la crítica que la prensa alemana hace de la película. Es una película de ladrones, pero no de aquellos de los casinos de Las Vegas sino de cuatro atrevidos activistas del sindicato Solidarność que temiendo lo que se les echaba encima con las medidas del régimen de Jaruzelski, asaltaron pocos días antes un banco en Breslau y sacaron los 80 millones de Zloty’s que tenía la cuenta del sindicato. Se llevaron los billetes en varios carritos, que escondieron en la catedral con la ayuda del obispo de la ciudad. La policía los buscó, apresó a uno de ellos, lo maltrató y metió en prisión, pero mientras tanto el obispo, con la ayuda de la mafia, cambió los Zloty’s en dólares americanos, evitando así que el fruto del asalto quedara en papel mojado por la inflación galopante que trajo consigo la situación del país. Con este dinero se financió el sindicato en la prolongada clandestinidad. Dicen que no es una historia de santos ni una concesión a la nostalgia, sino una película sobre los héroes de Solidarność.

Pero mientras que el presidente de la república polaca, en la presentación oficial de la película, anima a la juventud actual a conocer y admirar el espíritu de sus héroes más cercanos, entre ellos a Lech Wałęsa, la esposa de éste, la señora Danuta, publica una autobiografía en donde le pasa la factura a su marido.

 En su libro „Sueños y secretos“ acusa al héroe polaco de ser un hombre „egocéntrico y celoso” que sólo pensaba en sí mismo y en su mundo. Lo hace desde la perspectiva, como ella escribe, de una “madre, educadora, cocinera, mujer de la limpieza y enfermera”. La buena señora se queja de haber sido todo eso con ocho hijos y sola, porque el marido tenía otras cosas en las que pensar. También se queja, y lo hace públicamente, que sabía más de su marido por la prensa que por las propias conversaciones del matrimonio. Los lectores de la biografía concluyen pensando que si la esposa no se hubiera dedicado a sacar a su familia adelante, el sindicato Solidarność no se habría fundado, y que Polonia estaría hoy todavía bajo el poder comunista.

Tengo la sensación que la buena de Danuta, con sus 62 años de edad, tampoco tiene mucho tiempo para el diálogo matrimonial: el señor Wałęsa ha declarado en estos días, que se ha enterado por la prensa de la publicación de la autobiografía de su mujer. Lástima que los esposos Wałęsa no hagan el honor a la fama de su pueblo, y que no bailen con la fuerza con la que luchan. ¡Mejor sería, para ellos y para Polonia!

2 comentarios:

  1. Muito obrigada pela partilha dos teus pensamentos, sempre interessantes e de leitura fácil e cativante. Margarida.

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  2. Creo que este texto es muy interesante para fometar el diálogo matrimonial. Participo como monitor en cursos para novios y la lectura de esta entrada les vendrá bien a los novios para que cuiden el diálogo tanto en el noviazgo como luego en el matrimonio. Un abrazo,
    Ángel S.

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