domingo, 4 de diciembre de 2011

Libertad de pensamiento

Estados Unidos tiene siempre potencial para sorprender al mundo, y a mí también, aunque yo no sea un especialista ni en la vida ni en los milagros de aquel país. Hace unos días una universidad y una feria de arte americanas me trasladaron por un momento al más puro reino animal. Después de leer la noticia y ver las imágenes respectivamente quise salir con mi perro al campo para constatar en mí, en él y en las ovejas que allí pastaban las diferencias y señales de identidad de cada uno de nosotros. La lección fue magistral, y al regresar me acordé de una de nuestras amigas, que al mostrarle por primera vez a nuestro joven cachorro, con sus saltos, juegos y miradas, y al decir yo “¿en qué estará pensando este perro?”, ella me corrigió y dijo: “¡Paco, los perros no piensan!” Lo que no cabe duda es que su observación me hizo pensar. Parece que yo sí pienso.

Quienes también piensan son los catedráticos y estudiantes de la Universidad de Ohio. Para eso pagan y les pagan. Es la “Ohio State University” una de las universidades más importantes de Estados Unidos: se cuenta, por su valoración académica, entre las primeras cien universidades del mundo. En una de sus últimas “investigaciones” se han preguntado por algunas facetas del pensamiento humano, pudiendo asegurar que un hombre adulto en condiciones normales piensa en el sexo 19 veces al día, mientras que en comer sólo piensa 18 veces y en dormir apenas 11 veces. Mi primer pensamiento fue buscar la justificación del último resultado y me lo expliqué cayendo en la cuenta que este hombre adulto no podría pensar más en dormir porque, seguramente, cansado de tanto pensar ya se habría dormido. Con lo que han venido a demostrar que los hombres no se pasan el día entero pensando en el sexo, como hasta ahora se creía. ¡Menos mal! Aunque lo más sorprendente para mí fue leer que las mujeres ocupan la mayoría de sus pensamientos en la comida, dejando al sexo en segundo lugar y quedándose dormidas a la misma velocidad que los hombres.

Al preguntarme por la utilidad de tan apasionante estudio científico, en el que cientos de personas han dado lo mejor de sí y de sus pensamientos, como corresponde a una universidad tan excelente, me entró la duda de si los encuestados durante tantos días no pudieron pensar en otra cosa que en comer, dormir y poner en práctica su instinto sexual. Es evidente que hay ciertas necesidades básicas en la vida, - que me lo digan a mí, a mi perro y a las ovejas y carneros de los cerros que me rodean -, pero que nos pasemos el día pensando en las tres actividades citadas me parece un despropósito. ¿Habrán estudiado también cuánto tiempo dura un pensamiento?
Cuando paseaba por el campo constaté que comparto con los animales muchas realidades sensibles: como ellos puedo oler, ver, tocar y gustar. Son realidades que despiertan en todos nosotros, animales y personas, la tendencia o el apetito por lo agradable y necesario para la naturaleza. Pero en aquel paseo recordé también que no “sólo de pan vive el hombre”: que además del plano sensible con sus sentidos y pasiones, el hombre y la mujer están dotados de un plano espiritual con la inteligencia y voluntad correspondientes, que nos permiten conocer y amar espiritualmente además de pensar en otras cosas. Mi perro con su instinto sabe que soy su dueño y me sigue; pero mi yo más íntimo nunca lo poseerá, no llegará jamás a conocerme y amarme. Lo que sí quiere es que le ponga diariamente la comida. Otra vez el asunto del comer.

Es la comida y la carne de cerdo lo que suscita el otro evento americano: veo a una hermosa doncella, desnuda toda ella y agachada en medio de una piara de cerditos asustados por la visita. Las imágenes son de la Feria de Arte de Miami (Art Basel Miami Beach). Se trata de un espectáculo que una artista coreana ha desarrollado para esta Feria, metiéndose ella, durante cuatro días, desnudita y sin miedo, en una pocilga industrial llena de cerdos para llamar la atención sobre su obra titulada “El cerdo que, por tanto, soy”. Las fotos son espeluznantes; para los cerdos, posiblemente de una belleza sin igual. Aunque quiero pensar con mi amiga, que como los cerdos tampoco piensan, se quedarán sin apreciar la hermosura de la dama, valorando solo el olor del perfume o jabón que la susodicha artista usa para su limpieza corporal, y dejando en su piel coreana las caricias de los lengüetazos consiguientes. Los morros de los gorrinos son de película.

Cuando quise terminar mi paseo por el campo, dejé atrás a un rebaño de ovejas, cabras y machos cabríos, con el hocico pegado al suelo y me congratulé de pertenecer a esa especie del género humano que tiene un alma espiritual que le permite tener bellos y altos pensamientos, y llevar, por ello, la cabeza en alto. Por justicia y para consuelo de propios y extraños quiero dejar también constancia que la Universidad de Ohio ha publicado incontables estudios, menos “vistosos” pero más importantes que el citado hoy, dentro de sus ciento setenta licenciaturas y de sus más de doscientos cursos de master y programas de doctorado. ¡Ah!, y que la señora Miru Kim, con sus treinta años, es una aficionada a la filosofía contemporánea, queriendo con su acción provocar también una reflexión sobre la íntima relación que une al hombre con el animal que éste más consume. ¡Lo cortés no quita lo valiente! Acabo de saber que mi esposa ha preparado para la comida de hoy chuletas de cerdo. Y ahora, ¿en qué puedo o debo yo pensar?

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