sábado, 4 de febrero de 2012

La economía doméstica



En estos días se han publicado las cifras del paro en España. La cifra es tal, que no soy capaz de ordenarla en su verdadera dimensión. Me sobrepasa. Más de cinco millones de personas no tienen trabajo y por lo tanto, pienso, no tienen ingresos para hacer frente a sus gastos y necesidades. ¿De qué viven? Por otra parte leo sobre los grandes fondos financieros que los organismos internacionales competentes están creando para salvar a países como España e Italia del problema que les puede acarrear la falta de liquidez en sus economías nacionales.

Como no quiero ni puedo entrar a criticar las grandes cuestiones macroeconómicas, de las que poco o nada entiendo, he preferido quedarme con mis cuentas y hacer un pequeño repaso de nuestras finanzas domésticas del año pasado, no vaya a ser que por tanta atención al mundo que me rodea lleguemos también nosotros a contagiarnos de esa terrible enfermedad que es la falta de liquidez, y tengamos que acudir a los fondos de rescate.

Es una costumbre que mi mujer y yo tenemos desde hace muchos años. A final de enero ocupo una mañana para sumar y restar, y para hacer limpieza de los papeles, notas, extractos y facturas que se han ido acumulando en el transcurso de los últimos doce meses. Y cuando termino, a la hora del café de la tarde, echamos juntos una mirada al resultado de mis pesquisas y pensamos a dónde podemos cortar y ahorrar durante el año que acaba de empezar. Porque hay otros que ya se encargan de llevarse cada año una parte mayor de nuestro pastel sin que nosotros podamos hacer nada para evitarlo y sin que el pastel de los ingresos de pensionistas o jubilados, que lo somos, pueda crecer.

Al constatar, por ejemplo, que la factura de la electricidad en el año pasado subió un veinte por ciento, quisimos saber quién había sido el culpable del entuerto, si la compañía eléctrica que tiene que pagar sueldos millonarios a sus directivos o nosotros que nos olvidamos de apagar las calefacciones a su debido tiempo. Y hete aquí, que la mayor parte se la llevan los otros: la subida real del precio del kilovatio fue de más del quince por ciento. La suministradora eléctrica lo justifica escribiendo que el destino del 40% de lo que pagamos corresponde a impuestos, recargos y otros conceptos que no se citan. Pobre y triste justificación.

Para no amargarnos el café, le conté a mi mujer uno de los recuerdos de mi infancia: mi madre, en su crónica falta de liquidez propia de los tiempos de la postguerra, nos llamaba la atención regularmente cuando dejábamos las luces de las habitaciones encendidas al salir de las mismas. Su sentencia era siempre la misma: “Hijo mío, que no eres dueño ni hijo del dueño de la ‘sevillana’”.

Para los que no conocen Andalucía, les aclararé que la compañía eléctrica que daba luz a los pueblos de aquella tierra era la Compañía Sevillana de Electricidad. Y para que mi mujer se anime a reducir el consumo eléctrico en este año, le conté también que la tal compañía fue fundada en Sevilla a finales del siglo XIX por alemanes, paisanos suyos; fueron la empresa AEG y el banco ‘Deutsche Bank’ los que, enamorados de aquella tierra, decidieron invertir para que los andaluces apagaran los candiles y recibieran el fluido eléctrico en sus casas. Y como buenos alemanes pusieron a un tal Otto como director al frente de la sociedad.

Es posible que con esta historia alemana-andaluza funcione mi estrategia de ahorro y estabilización del presupuesto familiar. Por de pronto mi mujer se ha adelantado, y me ha regalado un jersey de lana gruesa para que me abrigue mejor y no necesite tanta calefacción.

Creo que el resto de las medidas coyunturales del programa doméstico de estabilización presupuestaria para el dos mil doce no interesa mucho a mi amigo el lector, por lo que le ahorro ese esfuerzo innecesario. Cada uno sabe a dónde le aprieta el zapato.

Para terminar la velada le comenté a mi mujer un artículo de Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña, empresario y colaborador en varias tribunas de opinión de nuestro país. Lo había leído horas antes y se refería a los problemas económicos de nuestra sociedad; me gustó uno de sus consejos: “Tal vez las cosas mejorarán cuando abandonemos esa preocupación e incertidumbre general sobre temas de los que muchos hablan y pocos comprenden y nos centremos en lo que realmente podemos hacer en nuestro día a día para salir del hoyo en el que nos hemos metido.” Aunque sea apagando las luces de la habitación que abandonamos o poniéndose el jersey y bajando la calefacción.

2 comentarios:

  1. Obrigada pelos teus comentários, sempre atuais e práticos. É bom que cada um faça a sua parte e cuide das suas finanças. Assim toda a sua energia pode ser canalizada positivamente, em vez de se esgotar e perder tempo com críticas inúteis aos "outros".

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  2. Hermano: bienvenido al mundo real donde los bancos son los privilegiados y se comprueba, una vez más, que son los instrumentos del capitalismo que no tiene dueños. Nosotros hemos pasado por esa terrible tormenta y gracias a Dios hemos sobrevivido. Estamos sacando la cabeza sobre el oleaje para respirar un poco.

    He comprobado que ante esta crisis de este sistema económico son necesarias algunas cosas entre ellas dos aseveraciones: trabajar en una meta que nos permita cambiar el rumbo de la economía y convencerse de que ser solidarios es lo que nos hace falta. No sólo pensar en los que tienen frío o hambre sino armar los grupos que efectivamente salgan a la calle a ayudar a nuestros hermanos.

    Y sobre lo que es posible cambiar, pues lo mejor es analizar lo que nos pasa y por qué, hablar de esto en nuestros círculos de amigos y allegados, formar opiniones en favor de lo que promulgamos y si es posible, hacer política, meternos a la acción que tenemos muchas ideas para hacerlo bien.

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