viernes, 10 de febrero de 2012

Una carta


A la hija que nació entre alisos y lagos

Me ha dicho mi hijo, tu marido, que te aclare “lo del corral”. Te ha llamado la atención que en nuestras conversaciones familiares, alguna vez, yo haya dicho que “me voy al corral”. Y como corral no tenemos y tu lugar de nacimiento está lejos de nuestra Andalucía y sus metáforas, no lo entiendes. Quizá has pensado que esta expresión va unida a un estado de ánimo propio de los de mi apellido paterno, que, a propósito, también lo tiene tu marido. ¿Será posible que en alguna ocasión también él haya expresado el mismo deseo? ¿Será que quiere huir de algún problema? ¿Estará quemado o se le ha acabado por un momento la bravura de los Nuño?

Sé que te gusta patinar sobre hielo. En alguna ocasión he visto cómo te deslizabas sobre la pista. Allá en tu tierra, en la lejana Polonia, durante estos días de intenso frío siberiano se hielan los lagos cercanos a tu casa materna, y los paisanos del lugar pasan las horas de recreo desplazándose sobre el hielo, ejecutando giros y pasos sobre el filo de la cuchilla de su calzado. Según nos contaste, tú lo aprendiste allí en los inviernos de tu infancia.

No sé si a ti o a los que habitan aquellos pueblos lejanos se le ha ocurrido pensar que la vida es un patinar sobre hielo, y que los acontecimientos del día a día son como esas secuencias de pasos, de ángeles, de saltos, piruetas y elevaciones que hacéis los patinadores. Incluidas las caídas y accidentes.

Con el sol de mi tierra, la Andalucía cristiana y mora, los que aquí nacimos no podemos patinar porque nos falta el hielo, o si lo hay se derrite pronto. Ese sol que nos alumbra con tanta fuerza penetra hasta las venas y hace que la sangre sea más roja que lo normal; dicen que a veces hasta hierve. Me refiero en este caso a la sangre de los toros, y también a la de los toreros. Las corridas de toros y todo el mundo taurino fueron parte de nuestra cultura e influyeron sensiblemente en nuestro lenguaje. Mi padre, como otros muchos andaluces de su tiempo, utilizaba expresiones y frases que son metáforas extraídas del mundo de los toros. Yo lo aprendí de él. Hoy nos quieren quitar la fiesta taurina, y con ello nos quitarán uno de los “textos” más emblemáticos para estudiar la psicología del pueblo español. Los toros se quedarán en la dehesa y las metáforas caerán en el olvido.

Para muchos de nosotros la vida fue y es como una corrida de toros. Para mi padre lo fue desde el principio hasta el final. Entre nosotros se da un fenómeno singular: el universo de metáforas taurinas ha sido capaz de influenciar nuestra visión del mundo y de las cosas. El ‘lenguaje taurino’ es un lenguaje especializado para designar elementos de la corrida y del toro, pero muestra, en la metáfora del lenguaje paralelo, muchas situaciones de la vida diaria. Por ejemplo, cuando mi padre decía que “se iba al corral”.

Así lo contaba el cronista taurino después de una tarde de toros: “Cabezón, barrigudo y basto era el feo Pregonito que salió en quinto lugar, de manifiesta invalidez, más acusada al medir el suelo tras la primera vara. Y claudicó más tarde, antes de irse al corral.” 
Al lunes siguiente podías leer en el periódico otra crónica de una tarde para olvidar: Pero cuando ese ‘torazo’ que abrió plaza dio dos carreras y empezó a perder las manos igualito que todos sus denostados congéneres lidiados en la feria, el público tomó conciencia de que se encontraba ante una corrida de tantas; y, como tantas, enseguida remendada, pues el segundo estaba aún más inválido y lo devolvieron al corral. Durante la larga y torpe faena de la devolución, aún sucedería lo imprevisto: que de irse al corral nada, no quería, y un cabestro, que perdió la paciencia, le pegó una paliza, sin que el susodicho torito bravo se atreviera a decir ni mu.”

En la vida, a veces somos el torero y en otras nos toca ser el toro, porque hay otros que te torean, o por lo menos así lo intentan. También le pasó a mi padre, y así me ha pasado a mí. Y antes de que el ‘presidente’ de la corrida pronuncie la fatídica frase de “¡Al corral!”, uno, que es consciente de su ineptitud o enojo, toma las de Villadiego y “se va al corral”, o lo que es lo mismo se retira prudentemente. No vaya a ser que te saquen los cabestros y te den la paliza, o se apiaden de ti y te dejen cambiar de tercio para que te claven encima las banderillas. ¡Ahí de ti! si entonces, con las banderillas puestas, te mandan al corral. Cuando llegues a la dehesa te morirás de vergüenza ante los tuyos, los de tu casta; te dejarán solo, se burlarán de ti y en el peor de los casos te morirás de asco. Ya no serás toro, te dirán vaca.

Dile a mi hijo que se olvide del corral, que entre en capilla todos los días antes de la faena, se arranque con bravura y coja al toro por los cuernos; que durante el día mire cómo lidia lo que se le echa encima, sepa dar buenos capotazos y estar al quite cuando convenga, no vaya a ser que le den la puntilla y entonces se acabó con el cuento; de ser toro se volverá vaca. Y al final del día, cuando esté ya para el arrastre, que no pierda los ánimos y quiera irse al corral, sino que se deje caer en tus brazos. Tú tómalo de la mano y juntos os vais a patinar sobre las superficies brillantes de tus lagos. La brisa de los alisos le hará bien.

Suerte y ¡al toro! Con cariño desde Madrid, tu papa-suegro.

4 comentarios:

  1. Mil gracias a mi papá español por las explicaciones de un término misterioso... Todo queda claro como la nieve.
    Frenaré entonces mis tentaciones de visitar aquel lugar, ya que parece ser destinado para los perdedores. De momento no nos rendimos - quedan muchas fuerzas para luchar.
    Gracias por esta pequeña joya literaria. Has dibujado un pequeño puente de palabras que une a la perfección nuestros mundos lejanos. Es fantástico poder patinar sobre él sintiendo en la cara el calor tu sol andaluz...

    Un beso de la hija nacida entre los lagos helados.

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  2. Si ya se lo explicaba yo estas Navidades pasadas a mis primos andaluces: que no se si estoy haciendo un MBA en ONG o pasando por la alta Escuela de Tauromaquia: que me he llevao más cornás que Manolete, estoy aprendiendo a torear y recortar a los becerros más resabiaos (esos que salen a las plazas de los pueblos con el manual de "putadas varias" en la testuz), y no te preocupes, que no tengo intención de irme al corral, sino de dar el paseillo cada mañana, salir por la puerta grande cuando toque y como decía aquel agüelo de Chinchón, morir en las astas del toro (que es la versión taurina y castiza del americanismo de morir con las botas puestas). Un abrazo de tuhijo

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  3. hay de mi alhama, besos A MI FAMILIA TAURINA:

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  4. No hay que irse al corral porque tenemos mas agallas que nadie. Y además del consejo de tu suegro que es muy sabio,al cogeros de las manos,poner todo en SUS MANOS; y seguir las instrucciones del profeta:
    AQUI ESTOY SEÑOR PARA HACER TU VOLUNTAD.
    Y estoy segura que podreis ir adelante.Os quiero. Un beso. Carmencita

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