sábado, 1 de octubre de 2011

El diploma

Ayer estuvimos en el Instituto de Enseñanza Media Ramiro de Maeztu en Madrid. Dos nietos nuestros recibían el Diploma del Bachillerato Internacional (BI) en un solemne acto académico. Me alegré por ellos, me alegré por esa porción de juventud que ellos y sus compañeros del “BI” representan, y me acordé con cierta añoranza del final de mis estudios de bachillerato allá por el mes de mayo de 1958. Recuerdo que tuve que comprar dos ‘timbres’ de cincuenta céntimos y entregarlos en las oficinas del Instituto Padre Suárez de Granada para que me entregaran el necesario Título de Bachiller Superior. Eran otros tiempos y otros niveles de profesorado y materias educativas.

Anoche, antes de acostarme, quise informarme sobre el alcance y significado del Diploma del BI que acababan de recibir mis nietos. Me había sorprendido escuchar que en sus estudios se incluían además de las asignaturas propias del bachillerato la materia de Teoría del Conocimiento (TdC), así como una serie de horas de Creatividad, Acción y Servicio (CAS). En realidad hasta ahora yo sólo sabía, porque así lo había constatado, que tuvieron que estudiar mucho durante los dos últimos años, que tenían frecuentes exámenes y que éstos se evaluaban aquí en Madrid, pero también en las sedes de la Organización del Bachillerato Internacional en Buenos Aires, Cardiff, Ginebra, Nueva York o Singapur.

En el discurso de bienvenida de la Directora del Instituto Ramiro de Maeztu escuché que el programa del Diploma del Bachillerato Internacional es el programa educativo de una organización internacional fundada en Suiza en el año 1968, con la que el afamado instituto madrileño colabora desde hace años. El BI respondía en sus inicios a la necesidad de ofrecer a los hijos de los diplomáticos la posibilidad de estudiar en las diferentes universidades sin tener que hacer cada vez un examen de selectividad o ingreso a la respectiva universidad. Hoy se imparte en más de 130 países de todo el mundo, colaborando más de tres mil institutos, siendo cerca de 900 los que tienen carácter público; con este programa se ofrece una alternativa a los planes de estudio nacionales para estudiantes con un nivel medio elevado, a jóvenes informados y ávidos de conocimiento.

Me ha causado una gran satisfacción saber que en la Declaración de Principios de esta organización internacional se incluye un aspecto que es propio de toda persona que desee pertenecer a un grupo dirigente de cualquier ámbito en la sociedad. La mencionada “Declaración” dice entre otras cosas: “Estos programas alientan a estudiantes del mundo entero a adoptar una actitud activa de aprendizaje durante toda su vida, a ser compasivos y a entender que otras personas, con sus diferencias, también pueden estar en lo cierto.” Tengo que felicitar a mi hijo, que tuvo el acierto y la suerte de llevar a sus hijos al Ramiro de Maeztu para que participaran de tal programa.

En nuestra familia se da ya, por razones obvias, un estilo de vida y una mentalidad abiertamente internacional; la mamá alemana lo aportó con gusto a toda la familia. Pero me alegra saber que la comunidad de aprendizaje del BI también lo incorpora a su ideario: quieren formar personas “con mentalidad internacional que, conscientes de la condición que les une como seres humanos y de la responsabilidad que comparten de velar por el planeta, contribuyan a crear un mundo mejor y más pacífico.”

Es un regalo saber que estos jóvenes que ayer recibieron el mencionado Diploma incluyen en su programa de vida el esfuerzo por ser “indagadores, informados e instruidos, pensadores y buenos comunicadores, íntegros y de mentalidad abierta, solidarios, audaces, equilibrados y abiertos”. ¡Ojalá que lo consigan! La Directora del Instituto madrileño se lo recordó a los que habían recibido el Diploma al final de su discurso: “vosotros estáis llamados a ser los líderes, los dirigentes de la sociedad del mañana, para construir un mundo mejor.”

Todo un desafío para ellos, y en cuyo esfuerzo pueden contar también con la admiración y compañía de los abuelos. ¡Enhorabuena, nieticos míos, y que Dios os ayude!

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